Conozco desde hace años a Fernando Manzanilla y a Eukid Castañón y sé varias cosas de ellos.

Muchas.

Las cosas suficientes como para saber dos puntos: que se detestan lo necesario como para no volverse a dirigir la palabra nunca y que jamás —de ninguna manera— recurrirían a la vulgar expresión “bro” para complotar en contra de alguien, en este caso del gobernador Miguel Barbosa Huerta.

Todo esto viene a colación por la columna de Arturo Rueda en el periódico Cambio en la que exhibe un supuesto complot de Manzanilla y Eukid.

Vea el hipócrita lector:

Cuando a Manzanilla le preguntan por los personajes que más odia en la vida surgen tres nombres.

El primero de ellos es el de Eukid Castañón, con quien hace algunas semanas se topó de frente en el restaurante del hotel Rosewood de Puebla.

Castañón llegó a una cita con alguien y descubrió que ahí estaba Manzanilla.

Cauteloso, se acercó a saludar y le dio la mano a quien tanto lo odia.

Manzanilla le devolvió el saludo con una expresión de “ufff, qué hueva”.

Ésa es hasta hoy la única prueba de acercamiento que ambos han tenido.

Por eso resulta insostenible la tesis de que no sólo complotan juntos sino de que, además, se dicen “bro” y demás cursilerías.

(Ya sabemos cómo se dicen los poblanos antes de darse cuchilladas: “bro” y “hermanito” son las más recurrentes).

En la lógica de este complot, Eukid y Fernando se dicen “bro”.

Y más: en el chat privado —revelado por Rueda— se pusieron “Eukid bro” y “bro Manzanilla”.

En ese mismo chat, siempre al decir de Rueda, Castañón le da órdenes a Manzanilla como si de un empleado se tratara.

—Bro —dice Eukid.

—Adelante —responde Manzanilla.

—Vete al otro —ordena Eukid.

—Voy —obedece Manzanilla.

El “otro” es el otro whatsapp: el secreto.

Una vez instalados ahí, Eukid sigue dando órdenes:

—Ya están listas las campañas? —le pregunta el amo Eukid al esclavo Manzanilla.

—Ya —responde el sumiso, el sometido, el rehén.

—Con todo, sobre todo al de patrullas —ordena Eukid.

—Ok —responde Manzanilla.

—Lo de los hijos funcionó bien —admite Eukid.

—Que sean más —pregunta un titubeante y temeroso Manzanilla.

—Déjalos un momento, vamos al otro —da un manotazo el autoritario Eukid.

—Va —acepta un siempre temeroso Manzanilla.

Hasta aquí la cita de Cambio.

Quien conoce al secretario de Gobernación sabe una cosa: que no recibiría órdenes —jamás— de Castañón.

Y menos —mucho menos— en el tonito mandón que usa.

(Siempre en la versión de Cambio).

Dejo ahora la misma conversación pero con las acotaciones de Rueda:

“—Ya están listas las campañas—, pregunta el operador estrella del morenovallismo y ex diputado federal.

“—Ya—, responde el titular de Gobernación.

“—Dales con todo, sobre todo al de patrullas—, ordena Castañón Herrera.

“—Ok—, responde Manzanilla Prieto.

“—La de los hijos funcionó bien—, sentencia Castañón.

“—Que sean más?— pregunta el solícito secretario de  Gobernación.

“—Déjalos un momento, vamos al otro—, termina de comentar Castañón Herrera.

“—Va—, culmina la conversación Manzanilla de forma monosilábica”.

Horas después, un reportero de Cambio le preguntó al gobernador Miguel Barbosa lo que pensaba del complot mongol.

Esto fue lo que dijo textualmente, siempre en la versión —y en la puntuación— de Cambio:

“Lo que revelan es muy fuerte, apenas estoy haciendo cruce de información, para poder tomar decisiones, el contenido que es revelado ahí es muy fuerte”.

No obstante, los editores del periódico cabecearon:

“La revelación del complot Manzanilla-Eukid es muy fuerte: tomaré decisiones, adelanta Barbosa”.

El hipócrita lector tiene la palabra.

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