Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria 

Para Julieta Coria Orozco

Después de algunos días de ausencia en mi columna por razones de un descanso, vuelvo al teclado como lo prometí el año pasado. Y ya dentro de este 2020 me alegra saber que el destino del país vive una volcadura, aunque no la veo como tragedia con desenlace funesto, por el contrario, sé que de una volcadura se consigue quedar de pie, aunque con abolladuras, y todas las cosas escondidas en el carro, aparecen. Y como muchos lo esperan, yo espero que la historia pueda escapar del sometimiento que hemos padecido durante décadas de saqueo y esa crueldad de gobiernos contra los pobres. Y espero –por lo que veo– que la desigualdad disminuya, que el país se vea favorecido con un rasero más equilibrado, que veamos pronto, como sucede con las aguas turbias, la transparencia que merecemos ver.

Las cloacas destapadas de las que todos hemos sido testigos, me alegran e indignan; primero, me alegran porque públicamente se ha destapado el caño, y ya hemos visto lo que esas aguas negras  llevaban de verdad (García Luna, Calderón, Fox, Martha, el Chapo, Peña, etc.). Y así hemos sabido lo que estos sátrapas han hecho a costa del pueblo, porque saberlo es avanzar. Y segundo, me indigna, porque no es posible que la crueldad y la ambición, como una sola cosa, hayan sido el motor para que los indignos gobernantes anteriores hicieran lo que bien sabemos que hicieron sobre los hombros del pueblo.

Ya dentro del año nuevo, y después de un recuento de lo hecho en mi trabajo y lo que por proyectos tengo en mente, ya están los bocetos y notas de lo que será esta columna en 2020. Hablaré –como ha sido mi costumbre– de lo que crea que es necesario hablar, además de entregar mi nueva novela que ya se está escribiendo. Este año me propuse, hablar de algunos funcionarios de los que ya conozco a pie juntillas su caricaturesca historia y sus pueriles anécdotas en el mundo de la cultura (que es el área que me importa y de la que me siento obligado a opinar), y aunque también pensé que no merecen mención en esta columna, tampoco merecemos no saber lo que hicieron. Y escribiré con gusto esa especie de fábulas animalescas para la historia de un disparatario que deberíamos antologar. Aunque no dedicaré más de cinco entregas esporádicas a estos retratos siniestros de personajes que Ibargüengoitia –en su tiempo– también agarró por el culo.

La escritura de esta columna tampoco será dirigida a estas penosas situaciones y no quiero desaprovecharla en tan menores asuntos, porque como siempre también quiero hablar de las obras que me gustan como lo he hecho siempre, pero no gastaré dedos para hablar de lo que me disgusta. Y es que prefiero opinar sobre aquellas lecturas que fueron de mayor efecto en mi persona y que considero de alta enseñanza. Y una de mis tareas (véase mi programa de televisión y radio) ha sido recomendar los libros que han acompañado mi vida, y pese a que nadie ha patrocinado estos espacios, lo seguiré haciendo, como hago mis talleres de escritura, de los que es innegable su función. Y esa es la labor que no dejaré caer aunque claramente, a ninguna institución le importe apoyar. En la columna que siempre busca renovaciones, tendré el gusto de hablar de música que me gusta, ahora que estoy en el proyecto poético–musical que emprendimos con mi amigo Juan Alzate para presentarlo y que ya lo hemos diversificado hacia el público de los niños. Es posible que vuelva al teatro y de nuevo vivir la experiencia de las tablas que desde 2006 no he pisado. Claro que hay que encontrar a las personas indicadas y que lo que se debe llevar a escena, valga la pena. Y uno de mis acercamientos al teatro, será un proyecto de escritura sobre la vida de un actor que bien merece escribirse y será el testimonio sobre mi amigo Manuel Guizar, que sin duda, mucho hay que decir de una de las trayectorias más potentes de los hombres de teatro de nuestro Estado.

En los proyectos literarios hay novedades y sin duda serán los más atendidos de manera permanente, porque hay mucho material que debe ya encontrar destino y ver puerto de llegada. Poco debo decir de los detalles de lo que ahora emprendo con el año que en este mes comienza, pero también creo que hay que decir lo que vi en mi vida, y me alegra poder comenzar una etapa más, en la que me parece importante abrir esta columna a relatar lo que vi en las entrañas negras de la corrupción política, la ambición de poder, la necesidad de estar en las revanchas electorales, en las batallas campales partidistas, que al final lo que prevalecía era la negrura que siempre hemos visto en el poder: la hipocresía, la traición, la represión y otras maniobras que han mantenido aturdido al pueblo, a los usuarios de servicios, a los que mantienen el país, a los que siempre fueron carne de cañón: los pobres. Los mismos a los que han engañado y manejado, enfermado, pisoteado, sin dejar de usarlos. Nunca olvido lo que un amigo economista me dijo cuando yo hablaba de la injusticia. “De lo único que no puede prescindir el capitalismo, es de los pobres”. Estremecedora paradoja, pero sin los pobres, –cito a Ivan Malinowski– “ningún pan se hornea, ni se unen la piedra a la piedra, la palabra a la palabra (sin ellos), no hay cantos, ni vino, ni hazañas memorables, ni historia, ninguna política…”

Y yo creo que a los que nada tienen, se les debe asistir ampliamente, y se les debe educar y enseñar a pensar. Y verán entonces, la verdad de un país repleto de pobres, donde vive el hombre más rico del mundo. Y cuando lo entiendan, no lo van a permitir. Esa es mi esperanza. Feliz Año nuevo.