Seguimos transitando el camino sinuoso de la pandemia del coronavirus y nuevos conceptos se instalan en la agenda del debate público. En la conferencia matutina del 5 de mayo el presidente Andrés Manuel López Obrador denunció que su gobierno estaba siendo atacado de manera sistemática a través de bots (programas informáticos que pueden simular el comportamiento humano dentro de Internet realizando posteos en redes sociales) por sus adversarios políticos y desde esa tribuna afirmó que exigiría a Twitter y a Facebook que fortalecieran sus mecanismos de transparencia para que la ciudadanía conociera con detalles quiénes pagaban por campañas digitales de desprestigio.

Al día siguiente se hizo acompañar en el mismo foro de información por Jenaro Villamil, presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado mexicano, para exponer un término adicional, el cual es utilizado por la OMS para referirse a la sobreabundancia de información falsa o maliciosa sobre la pandemia y su rápida propagación a través de las personas y de los usuarios en redes sociales: infodemia.

La infodemia como fenómeno de información desvirtuada en un contexto especifico alcanza para explicar una forma, igual específica, de propagar versiones falsas o con verdades a medias de hechos relacionados con una epidemia o pandemia, como en el caso de la provocada por el nuevo coronavirus. Tenemos muchos ejemplos de infodemia en nuestro país: el video melodramático de Eugenio Derbez en el que revelaba la carta de un amigo suyo que solicitaba ayuda urgente para los trabajadores del IMSS: ese amigo nunca existió; imágenes de supuestos cadáveres apilados por todas partes y que son ocultados por las autoridades sanitarias; versiones que afirman que a los fallecidos por coronavirus le extraen el líquido de las rodillas, ya que existe un mercado negro para eso; afirmaciones sobre una velada estrategia de ocultamiento de datos oficiales. Es cierto, en tiempos de crisis sobreabundan las llamadas fake news, y la mayoría de ellas se crean, difunden y viralizan desde el anonimato a través de diversas estrategias de activación digital que no necesariamente incluyen la exclusiva utilización de robots.

Las redes sociales en nuestro país pasan de ser benditas o a ser malditas en lapsos medidos en microsegundos dependiendo del “cristal con que se miren” y en el momento en el que se miren. Nada tiene que ver con la determinación que pueda o no hacer el Presidente sobre la santidad de Twitter y Facebook, va mucho más allá. El fenómeno que denuncia el primer mandatario lo hace señalando tres características de los odiadores de redes sociales: el anonimato, la violencia y el acoso en sus expresiones.

Nada tiene que ver con la libertad de expresión, no se trata de censurar ninguna postura, denuncia o revelación; el objetivo es hacer visible un fenómeno que existe, que ha sido estudiado a nivel mundial y que en México empieza a tener análisis serios, como el libro Linchamientos digitales”, de Ana María Olabuenaga, publicado por la editorial Paidós. En este libro, que es mi recomendación de esta semana, se trata de analizar lo que pasa cuando un tuit se convierte en tendencia, salta del online (el mundo de las redes) al offline (la vida real) y determina la suerte de alguien. La autora parte de la premisa de que en el mundo de las redes somos actores sociales, víctimas y también verdugos, todo estará sujeto a la circunstancia en la que nos encontremos, pero todos estaremos destinados a jugar todos los roles en algún momento de nuestras vidas.

Ana María Olabuenaga utiliza el caso de Tiziana Cantone, una mujer italiana que en abril de 2015 fue grabada en una serie de entre cinco y seis videos sexuales que fueron difundidos en redes sociales (Facebook, Twitter y YouTube) y que fue victima de lo que muchos denominaron un “linchamiento digital”, la victima inició procesos legales contra las empresas digitales apelando a su derecho al olvido, ganó el juicio pero el acoso siguió en el mundo real; el 12 de septiembre de 2016 Tiziana se suicidó. Lo que sorprendió de este caso, refiere la autora, fue que, frente a la ira desatada y la superioridad moral anónima como justificación para ejercer violencia, hubo una obscena falta de compasión, todos se sintieron con el derecho de tirar la primera piedra.

En este brillante ensayo de 303 páginas se presentan análisis de otros casos que califican en esta categoría de linchamientos y que resultan estremecedores cuando se enfilan en su línea histórica e instrumental.

No se trata de censurar o regular a las redes sociales, lo que se requiere es regular las emociones sociales y políticas que no den cabida a campañas anónimas, a la creación de jurados sumarios que, sin pruebas ni evidencias pueden acabar con la reputación social, profesional, cultural, artística o política de alguien.

Linchamientos digitales es un texto obligado para quienes seguiremos conviviendo todos los días con memes, bots, hilos, troleo y trenes del mame; es una lectura que nos permitirá tener una idea más clara de los imites entre la burla, el acoso y el linchamiento.

Posdata: Felipe Calderón, el ex presidente de México, escribió un nuevo libro: Decisiones difíciles. Se sabe que será publicado por editorial Debate, perteneciente al Grupo Planeta; se conoció la portada y el título, poco se sabe del contenido. Las redes tardaron muy poco en evidenciar que la ex primera dama de Estados Unidos, Hillary Clinton, escribió un libro con el mismo titulo y con una portada muy similar; poca creatividad y originalidad del equipo editorial del exmandatario. Por este plagio, sus malquerientes, que no son pocos, le cantaron a la manera de Lupita D’alessio: “¡Qué ganas de no verte nunca más!”.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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