Freud escribió en un artículo titulado Una dificultad del psicoanálisis, que la humanidad recibió tres heridas a su narcisismo por parte de “la investigación científica”. La primera infligida por Copérnico, al mostrar que la Tierra no era, ni por mucho, el centro del Universo, esa herida es la cosmológica. La segunda asestada por Darwin, quien revela que el hombre no es nada diverso del animal, ni mejor que él; esta afrenta es la biológica. Y dice Freud, “sin duda la más sentida fue la tercera afrenta, la psicológica”; el mismo médico vienés se encargó de mostrar que “el yo no es amo en su propia casa”, es decir, que la vida anímica es guiada por el inconsciente.

Sin duda las referidas por Freud son heridas provocadas por hombres a la humanidad. Que quizá lo único que provocaron es que el narcisismo se descolocara, nada más. Incluso dentro de la propia teoría del narcisismo que elabora el psicoanálisis, con Freud y luego con Lacan, ni siquiera cobre relevancia el concepto de herida como tal.

Lo que sí viene a cuestionar al narcicismo humano es la irrupción de un virus. Un organismo microscópico, muy simple, unicelular, sin vida propia, incapaces de reproducirse por sí solos. El Covid-19, el coronavirus vino a poner en tela de juicio la grandiosidad de la humanidad en el siglo XXI.

Entre las heridas al narcisismo de la modernidad que infligió la pandemia podemos mencionar el derrumbe de la vida sin límites. La mercadotecnia impuso la obligación de vivir sin límites, que no es otra cosa más que consumir sin límites. Eso llevado a lo cotidiano dio la falsa idea de que el hombre lo podía todo, todo el tiempo. Hoy el confinamiento está poniendo ciertos límites, con los cuales no pocas personas se sienten incómodas.

La herida a la trascendencia. En época de redes sociales digitales cualquier persona puede volverse famosa, así sea por 15 minutos. Estar tan expuestos en este mundo equivalía para muchos creer que todos podrían tener acceso a ellos como figuras míticas inalcanzables. Hoy los medios de comunicación hablan de cifras de contagiados, de muertos, de recuperados. Quien se contagie o quien muera, será, si alcanza, aunque sea eso, una parte de la estadística. Es el hombre sin historia, el hombre intrascendente. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto.

Una afrenta a la ciencia. Aquí la herida fue con navaja de doble filo. Hiere a los pensadores que promulgaban que la ciencia sustituiría el pensamiento mágico de las personas y a quienes creían que estando en manos de los científicos estábamos a salvo. A cinco meses de la aparición de esta mutación del virus no hay todavía un modelo que se atreva a explicar por completo, mecanismos de contagio, signos y síntomas de la enfermedad, así como protocolos de atención y cuidados.

El propio mito del hombre moderno como se le designa popular no filosóficamente, está herido. El pedagogo norteamericano Marc Prensky acuñó a inicios del milenio el término “nativos digitales”, para referirse a los alumnos que nacieron en medio del mundo digital. Aseguró osadamente que estos “nativos” ya tenían instalado en el cerebro el lenguaje digital. El confinamiento que ha obligado a mantener la educación a distancia hace que se derrumbe este mito. Porque, sobre todo, en donde más conflictos se han presentado con el aprendizaje digital, es en los alumnos de nivel básico de casi todo el mundo; nivel escolar en el que según Prensky tienen ya insertado en el cerebro el lenguaje digital.

Pero ahora, ¿bastará con estas y otras heridas narcisistas que se están produciendo, para que podamos hablar de una humanidad renovada? Me parece que por sí solas no van a generar el efecto deseado. El Yo cuenta con mecanismos de defensa que le permiten tomar posición frente a los problemas de la vida anímica. Quizá lo que surja sean nuevos síntomas, nuevas formas de sentir los padecimientos. Pero también se encargará el Yo de buscar satisfacciones sustitutivas, o tratar de reparar las mismas. Ya lo vimos con las largas filas para comprar ropa cuando se decretó una descalada en Europa.

Esta crisis que cuestionó el narcisismo de la humanidad, debió enfrentarse con amor. Con el abandono del culto a la imagen que nos devuelve al espejo. Con la puesta de la libido fuera de nosotros. Pero al parecer la psicología del yo, alentada por el capitalismo, goza de cabal salud.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

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