Es muy posible que cuando M. lea el título de este artículo, el primero que este columnista que viene saliendo de la cueva escribe en 2020, coja el teléfono, no para llamarme y reclamar, sino para aventármelo a la cara y acusarme de plagio. Es cierto. Sosteníamos, vía whatsapp, una conversación sobre la suerte que tienen algunos insectos por ser fulminados con el peso de un Balenciaga, y concluimos que de todas las especies, las cucarachas neoyorquinas (Blattodea mannahatta) son las más afortunadas del planeta por el simple de hecho de compartir un piso en la ciudad con el mercado inmobiliario más caro y sobrevalorado del mundo, sin pagar un solo dólar de renta.

            Fue ahí, en el medio de esa conversación edificante, cuando M. escribió esa magnífica y elegante frase que hoy da título a este escueto pero honesto diario de viaje: también las cucarachas tienen suerte. De hecho, cuando primero lo leí, me remitió exactamente a la obra de teatro que escribió un pariente que no es pariente pero quisiera que lo fuera, Hugo Argüelles, con su magnífica Las pirañas aman en cuaresma.

            De todo lo demás estoy bien. Podríamos decir que el corto transcurso de este nuevo año ha traído, cuando menos, libros nuevos, música nueva y los ya famosísimos propósitos sin cumplir. Pero también conversaciones, larguísimas y reconfortantes. He comenzado, con un amigo que vive lejos, una correspondencia que podríamos decir que está hecha, como él dice, de digresiones, que al final son lo único que vale la pena. Y ojo, nada de whatsapp, ni notitas de voz, ni correos, sino una correspondencia hecha y derecha, de estampilla, buzón, cartero.

            Las digresiones, vuelvo a la idea, las que están dentro de la conversación —o fuera de ella—, de la carta, de la novela, de la amistad, del amor y las relaciones diarias, son lo único que les dota de autenticidad y verdad: cuando uno piensa no lo hace ordenadamente, sino el pensamiento, la anécdota y los sentimientos se parecen más a la bola de polvo que emana de una pelea entre un perro y un gato en una caricatura.

            Hablando de las cucarachas y la renta, ultimamente he pensado que podríamos hacer un mapa inspirado en canciones que, a su vez, se han inspirado en Nueva York: Su inicio estaría, religiosamente, en Bleecker Street de Simon & Garfunkel; giraría luego a la izquierda, desde Bleecker a McDougal, de Fred Neil; luego seguiría por Sullivan Street de Billy Joel, cruzaría Washington Square de Counting Crows y luego tomaría un gran paseo por la 4th Street de Bob Dylan, terminando —al menos esta ruta— en la Seventh Avenue de Rosanne Cash.

            ¿Será posible hacer dicho mapa? Lo haré(mos) y estará editado por nuestra editorial (especializada en mapas) la cual, por cierto, llevará el nombre de Lucky Cockroach.

            Una idea millonaria que dejo aquí a manera de recordatorio, o regalo para los stalkers-plagiadores que rondan por acá.

            Saludos y feliz año, que todavía se puede.

***

PS

Hasta en las cucarachas hay clases.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *