Es importante detenerse y observar cómo uno de los filósofos más idolatrados y más comercializado del mundo occidental, Slavoj Zizek, usa una película de Hollywood, Kill Bill, para desarrollar su análisis sobre las consecuencias económicas, políticas y sociales que está dejando y dejará el coronavirus.

Es interesante porque en la industria (hay que subrayar industria) del cine norteamericano existe una fascinación en extremo por la destrucción de la humanidad, y a veces su consecuente salvación a manos de su poderoso ejército, la infinita sabiduría de su ciencia y la eficacia de su técnica. En suma, de su política, porque su política es la milicia, la técnica y la ciencia.

Ciertamente las películas son los referentes imaginarios que dieron soporte a la angustia de muchas personas al inicio de esta pandemia. Desde luego que Contagio fue la cinta comercial más próxima en la que pensar. Un virus de murciélago llega a una mujer que realizó un viaje a Hong Kong y al volar de regreso a Estados Unidos inicia todo el ciclo de contagio. Emerge una enfermedad sin “protocolo de tratamiento ni de vacuna” y que se transmite por el simple contacto humano. El guion se parece tanto a lo que estamos viviendo, que mucha gente alimentó con esto sus teorías de conspiración y hasta se creyó que la película se estrenaría este año, como anuncio de lo que viviríamos. En realidad, el filme es de 2011.

Cuando el miedo comenzó a escalar, la gente por unos instantes extremó sus medidas de higiene. Rociaba calles y entradas de casa con cuanto producto químico le prometiera acabar o cuando menos contener el virus. Incluso muchos se aislaron y se escondieron en su casa, antes de que incluso fuera una medida sugerida. La enfermedad ya estaba en el aire, en el agua y en la tierra, se transmitía por el sólo hecho de respirar y no había escapatoria. Tal como lo narra M. Night Shyamalan en su entomatada cinta The Happening que en México fue presentada como El Fin de los Tiempos.

Los epidemiólogos hablan de que una nueva curva de contagio se presentará al llegar el otoño y podría disminuir a mediados del invierno. Lo que nos obligará a un nuevo confinamiento, quizá no tan estricto como lo han vivido algunos países, pero sí un nuevo “distanciamiento social”, una parálisis de actividades no esenciales, la suspensión de clases. Aquí podríamos pensar en Knowing, llamada Presagio en América Latina. Eventos apocalípticos se suceden, mientras el Ejército trata de controlar a la gente, que recurre a la indiferencia o a los rezos para protegerse. Hay un periodo de calma, todos se abrazan porque el caos ha dejado de reinar y creen que volverán a la normalidad. Sin embargo, el fin del mundo es inevitable.

Otros tantos, los que cumplieron la cuarentena a rajatabla, verán Mi novio atómico (Blast from the Past), esta comedia que narra la paranoia de un científico norteamericano que, en la crisis de los misiles entre Cuba y Estados Unidos, piensa que la guerra atómica entre Estados Unidos y Rusia se ha desatado por lo que lleva a su familia al bunker, tan comunes a mediados del siglo pasado. Después de estar 35 años guarecidos, el hijo sale del refugio para comprobar si el mundo ya es habitable nuevamente. Lo que nunca supieron es que la gente afuera seguía con su vida normal.

La película que veo es El ángel exterminador de Luis Buñuel. La epidemia que en México inició con la fiesta de los aristócratas que ya no supieron cómo salir, trajo consigo la puesta en escena de la humanidad volcada sobre sí misma. La aparición de los sinsentidos. El desmoronamiento de aquello que se consideraba la era de los sin límites y de lo no imposible. Borregos y osos, cuadro por cuadro. La revelación del auténtico miedo, el miedo a la elección, porque elegir siempre es entre libertad o muerte.

No importa cuál película los demás estén viendo, siempre podemos pensar en Buñuel y decir (a propósito de El Ángel exterminador): “Si el filme que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones”.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS PUEBLA

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *