Esfera Pública

Por Elias Aguilar/ @Elyas_Aguilar

El año inició con hipertensión. Con los síntomas de la sociedad actual: crisis permanente y una alta dosis de miedo infundado, por una parte, por la confirmación de lo que será para México Donald Trump como presidente (la reacción conservadora, proteccionista y en contra de todo lo que sea “culpable” de la debacle industrial de los Estados Unidos, especialmente México en el sector automotriz como receptor de los empleos que se han perdido allá en ese ramo). Y, por otra parte, es palpable el enojo nacional ante el incremento de la gasolina, con la avalancha de aumentos asociados. Enojo y miedo al futuro caracteriza el “humor social” de los mexicanos.

Los dirigentes de México, especialmente Enrique Peña Nieto, dan la impresión de jugar con fuego sin saber para qué lo prenden, y de ignorar hacia dónde va el viento y cuál es el rumbo que tomará nuestro país en el corto y mediano plazo.

A finales de 2016, los niveles de aprobación de Enrique Peña Nieto descendieron hasta el 25% contra 70% de desaprobación, situación muy endeble, no porque él tenga que ser reconocido por ser un presidente popular, sino porque es un síntoma de la escasa legitimidad que tienen las decisiones que toma desde lo alto de su cargo. Y más si se trata de medidas en contra del bolsillo de los mexicanos, como es el actual incremento de la gasolina, y peor aún, cuando contraviene una expectativa creada y promovida por el propio Presidente. En un mensaje de diciembre de 2014, Peña Nieto aseguró que gracias a  la reforma hacendaria ya no habría más gasolinazos a partir de 2015 .

La baja aprobación, entiéndase poca legitimidad, explica –aunque no legitima ni valida– la ola de saqueos que vivimos en la última semana, con el pretexto del enojo social producido por el incremento de los precios de la gasolina.

Este enojo social no se refleja sólo en los saqueos ya comentados, también en las manifestaciones pacíficas que se dieron el sábado pasado en todo el país, y, sobre todo, se evidenciará en los procesos electorales de este año y 2018.  En diciembre de 2016, el periódico Reforma ubicó al PRI en un segundo lugar a nivel nacional, empatado con Morena con 22% de preferencia electoral, en un escenario encabezado por el PAN con el 27%. Este resultado resulta engañoso para el PRI, si tomamos en cuenta que 26% de personas no respondió tal encuesta, pero la mayoría se manifiesta contra el gobierno federal, entiéndase el PRI.

Con los gasolinazos, tengan por seguro que el tercer lugar en las preferencias electorales está asegurado para el PRI, con daños colaterales para el PAN, pues aunque las fuentes oficiales insisten en que el gasolinazo no se debió a la reforma energética, ya los electores mexicanos le atribuyen este incremento a esa modificación ampliamente apoyada por los diputados y senadores del blanquiazul.

En Puebla habrá repercusiones interesantes. En la elección presidencial de 2012, Andrés Manuel López Obrador ganó en el estado por más de cuatro mil votos a Enrique Peña Nieto. Por simple curiosidad, como analista me pregunto qué pasará en 2018, con un electorado enojado y motivado a votar en contra de lo que huela a PRI en forma directa, y repudiando en forma indirecta todo lo que esté relacionado con el incremento del precio de la gasolina, es decir, lo que huela a reforma energética.

Y también, ¿cómo repercutirá la situación en las votaciones para gobernador, presidentes municipales y diputados locales, que son concurrentes con la presidencial? ¿Se presentará una situación de “voto en cascada”? Esto ocurre cuando el candidato a gobernador resulta favorecido por la tendencia del voto presidencial sin que haya realizado una campaña intensa en el estado. Son preguntas que se responderán en las urnas en 2018, pero el ánimo electoral de los habitantes de Puebla se puede calibrar desde ahora.

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