Por: Pedro Gutiérrez / @pedropanista

 

Es un honor poder compartir con ustedes, desde hoy y hasta que el cuerpo aguante –o el Diario 24 Horas nos lo permita-, una reflexión semanal que contribuya al análisis, la disertación, el debate. Una columna que a propósito hemos nombrado DISIENTO, porque nuestra genética es de reacción, de oposición. Como miembro activo del Partido Acción Nacional, no obstante que hemos sido gobierno y de hecho lo somos en la entidad, tenemos un origen contestatario, opositor por naturaleza, que puntualice ahí donde hay que criticar pero que al mismo tiempo motive soluciones. No es criticar por criticar –eso nos convertiría en vulgares izquierdistas-, sino criticar para aportar. Agradezco a Pepe Hanan y Mario Alberto Mejía este espacio, convencido de que es una oportunidad para exponer mi particular forma de ver las cosas, arriesgándonos en torno a la polémica pero con la certeza de que la columna tenga materia de la cual se hable u opine, ya en la prototípica mesa de café político, ya en las redes sociales.

La columna lleva por nombre DISIENTO, en una suerte de homenaje a ese enorme panista, quizá el último gran ideólogo no solo de Acción Nacional sino de todo el sistema político mexicano: Carlos Castillo Peraza. Me afilié al PAN en el momento en el que Carlos dirigía al partido, en esa primera etapa exitosa del blanquiazul allá por 1996. Hoy el dirigente nacional Ricardo Anaya se ufana de ser el dirigente del PAN más exitoso de la historia, pero dista mucho en cuanto a contenido e ideología de aquella dirigencia que ganaba con propósitos y propuesta y no sólo por exasperación social en contra del PRI. El último libro de Carlos Castillo llevaba por nombre DISIENTO y lo escribió poco tiempo antes de su lamentable fallecimiento, dejando testimonio de lo que, desde su preclara visión de centro-derecha, adolecía este país. Aún recuerdo cuando vino a Puebla invitado por el inefable Gabriel Hinojosa –hombre que traicionó al PAN no sólo años después de su gestión como presidente municipal, sino desde la alcaldía misma cuando mal gobernó la ciudad-, en el marco de un Congreso de intelectuales hablando de desarrollo humano y gobernabilidad; ahí Castillo Peraza era capaz de contestar sin miramientos las preguntas estúpidas del auditorio, los clásicos cuestionamientos del oficialismo que está atrapado en los atavismos de la comodidad burocrática, del cheque quincenal con tufo a conveniencia, de la historia oficial que se lee en las estampas de a peso y se compran en la papelería de la esquina de la escuela. Efectivamente, Carlos Castillo no era un hombre carismático, no agradaba. Sin embargo pensaba y esto, precisamente, es lo que tanto se extraña de tipos como él: profundidad sin ambages políticos. La transición a la democracia en el año 2000 lo extrañó demasiado. Fox era el perfecto recipiente del inconmensurable contenido que le podía haber aportado alguien como nuestro personaje en comento.

Al igual que Carlos Castillo Peraza, DISIENTO del México de hoy que padece un Presidente de la república minusválido. DISIENTO de una burocracia dorada federal que piensa más en sus patrimonios personales que en el bien común y de una clase política retrógrada –incluyo a todos los partidos- que en su mayoría es inmune al dolor evitable de los mexicanos. DISIENTO de gobernadores como los de Veracruz o Chihuahua que se creen virreyes en sus tierras y exaccionan vilmente al pueblo; también DISIENTO  de grupúsculos sociales como la CNTE que chantajean a las autoridades a cambio de preservar sus privilegios, pero más aún disentimos de los gobiernos que se dejan chantajear y solapan y “refaccionan” a los líderes corruptos de esos movimientos. DISIENTO también –por qué no decirlo- de los dirigentes nacionales de los partidos políticos que aprovechan su puesto para proyectarse vulgarmente como aspirantes a una candidatura presidencial, y no me refiero solamente al abyecto López Obrador. De la misma manera, DISIENTO de aquell@s aspirantes que piensan que por haber estado seis años junto al poder, hoy tienen una supuesta capacidad y talento para gobernar el país.

Como Carlos Castillo Peraza y muchos otros en México, nuestra obligación es disentir y luego proponer. El día que dejemos de disentir seremos autómatas que parecieran controlar un Estado de corte socialista. Disiento es el nombre de esta columna que pretende contribuir, con un grano de arena, al debate local y nacional  a partir de la coyuntura.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *