Sin Derecho de Réplica

Por: Alberto Rueda / @AlbertoRuedaE

 

Era martes. Un martes como cualquier otro.

Los niños se encontraban en los salones de clases, los adultos en sus centros de trabajo, los comercios en una hora de mucho flujo y los organismos gubernamentales en activo.

Aquella mañana del 19 de septiembre se realizaban simulacros como cada año, recordando la tragedia de 1985 donde un terremoto provocó miles de muertos. Aquella tragedia que marcó a la generación de nuestros padres.

Los simulacros servirían para que, en caso de un nuevo sismo, supiéramos cómo reaccionar.

Jamás imaginamos que el destino nos pondría a prueba a todos, tan solo dos horas
después.

A la una de la tarde con 14 minutos del 19 de septiembre, hace un año, la tierra tembló.

El terremoto de 7.1 grados cimbró territorio poblano.

Tembló y nos sacudió en todos sentidos.

Con el paso de los minutos y después de las horas y después de los días comenzábamos a entender la dimensión de la tragedia.

La energía eléctrica, telefonía e Internet
colapsaron.

Las calles se volvieron caóticas por quienes les urgía trasladarse a los centros escolares o hacia sus hogares y corroborar que su familia se encontraba bien, con vida.

El sismo arrasó igual con escuelas, como la Héroes de la Reforma en la 11 sur; hospitales como el de San Alejandro del IMSS, iglesias como la de San Francisco y la de los Remedios de Cholula; monumentos históricos como la Casa de Alfeñique, pero lo más lamentable, vidas humanas.

La misma noche del martes, se comenzaban a dar las primeras cifras:  43 personas muertas, 105 heridos, al menos 25 desaparecidos y 33 municipios del estado de Puebla severamente afectados.

Al final el número de víctimas fatales se estacionó en 45 y se emitió la declaratoria de emergencia para 112 municipios.

Recuerdo como por la tarde, el volcán Popocatépetl expulsó una fumarola como si lamentará lo que le pasaba a su Puebla de los Ángeles.

El sismo desintegró familias completas, como el caso de Atzalan. Ahí colapsó la cúpula de la iglesia aplastando a 14 personas que se encontraban en un bautismo que se celebraba.

El apoyo de la comunidad internacional no se hizo esperar. ¿A dónde fue a parar ese apoyo? Aun no se sabe con certeza.

Porque el sismo si bien logró demostrar que los mexicanos somos aun solidarios entre nosotros, también puso en evidencia la corrupción de las autoridades, quienes lucraron con la tragedia en medio de una crisis humanitaria.

A la fecha muchos funcionarios, empezando por el Presidente Peña Nieto siguen haciendo simulacros: simulacro de ayudar, simulacro de atender a los damnificados, simulacros de reconstruir, simulacros de preocuparse en serio.

A un año de distancia, la reconstrucción fue posible por el impulso dela sociedad y de los organismos no gubernamentales quienes de verdad aportaron su esfuerzo.

Los recursos del Fondo de Desastres Naturales por parte de la Federación fluyeron de manera lenta. El mecanismo de entrega de apoyo para la reconstrucción resultó poco eficaz.

A un año de la tragedia, no se ha terminado de reconstruir el patrimonio de los damnificados, ya que muchos de ellos siguen viviendo en albergues o en la calle.

Han pasado 365 días de aquel fatídico y trágico 19 de septiembre.

La del 19 de septiembre de 2017 fue la tragedia que nos marco a nuestra generación y de la cual, aun seguimos sanando las heridas.

Era un martes y ese martes marcó nuestras vidas.

 

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