Por Mario Alberto Mejía

CXLIII

(Fraudlett a la Presidencia, circa 2000)

No olvidaba Othoniel Fraudlett sus tiempos como secretario de Gobernación. Era el auténtico número dos después del presidente Miguel de la Madrid. Tenía derecho no sólo de picaporte sino de decisiones. Las cosas marchaban como un pan con mantequilla hasta que se atravesó Carlos Salinas de Gortari, el poderoso secretario de Programación y Presupuesto. Fraudlett empezó a ser desdeñado. El presidente estaba encantado con su hijo político. Desde la Secretaría Particular le cerraron las puertas de De la Madrid: “El señor presidente no puede recibirte, Othoniel”, “el presidente está en audiencia con los embajadores”, “El presidente se fue a comer con sus hijos”. Emilio Gamboa Patrón era el muro de Berlín frente a sus peticiones. Ignoraba al principio que éste servía a los intereses de Salinas de Gortari. Cuando lo detectó ya era demasiado tarde. Ahí se le fue la Presidencia de México.
Como gobernador de Puebla había creado un bloque de aliados en otros estados: Mario El Chueco Villanueva, Roberto Madrazo y uno que otro en entidades menores. A Villanueva lo meterían a la cárcel acusado de narcotráfico. Madrazo terminaría aliándose con sus enemigos.

Fraudlett se lanzó a la aventura presidencial con sus amigos poblanos: El Vate Rosas Salmerón, Luis Antonio Adamina, Charbel Chidiac, Luchito Mier, el doctor Valdés Vázquez… José Luis Rosas mandó decir un “no” contundente que fue interpretado por todos como algo natural tras su fallida incursión en la contienda interna. “Está sentido conmigo. Lo entiendo”, dijo Fraudlett. Lejos de Casa Puebla, sin los abundantes recursos que manejaba, el exgobernador entendió una realidad: sin poder, el hombre es vulnerable. Nadie le abría los espacios en la televisión nacional. Su voz sólo se oía en noticieros sin audiencia como los de Ricardo Rocha, amigo y socio de Jesús Hernández Torres, su colaborador. Óscar de la O le dijo un día a Fraudlett: “Sin dinero no puedo espiar a nadie. ¿Qué hacemos?”.

Fraudlett fue avasallado por Francisco Labastida y sólo pudo estar por encima de Humberto Roque Villanueva gracias a la generosidad de Malaquías Morales, quien le regaló siete distritos en el estado de Puebla. Fue tan generoso el gobernador que le obsequió el distrito de Ciudad Serdán, donde habían nacido él y sus hermanos. Fraudlett quedó humillado con ese gesto. No se lo dijo a nadie. El periodista Juan pablo Vergara le preguntóun día al gobernador por qué lo había hecho:

—Mire usted, licenciado, sería humillante para Othoniel que no ganara un solo distrito en el país y, peor aún, en el estado que acaba de gobernar.
—¿Entonces no ganó ningún distrito?
—Ninguno, licenciado.
—Qué buen gesto el suyo.
—Hasta Humberto Roque ganó de a de veras en su tierra, pero Othoniel no.
––¿Y Fraudlett se lo agradeció?
—No me dijo nada, licenciado. Pero él y yo sabemos lo que sucedió. Como diría el maestro Pachón: en la naturaleza de los hombres está ser desagradecido. (Risas).

(Continuará)

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