Por Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

CXLIX

(La Pinche Señal, circa 2003)

Las hostilidades por la candidatura del PRI a la gubernatura iban en ascenso. El senador Germán Fierro se estaba desesperando. Un lunes muy temprano le habló a Ernesto Eguren:

—¿Qué pasó, mi senador?

—Estoy que me lleva la chingada, Ernesto. ¡Los días pasan y no me llega la pinche señal! Para colmo de malas mi amigo Eduardo Robledo me contó algunas cosas que me pusieron peor.

—¿Qué te dijo Robledo, senador?

—Que comió con Malaquías y que le sacó mi tema. Que el gobernador se mostró evasivo al principio. Que Robledo le insistió. Fue entonces cuando Malaquías se sinceró con él y le dijo que mi candidatura se estaba cayendo porque estaba a dos fuegos: por un lado, Roberto Madrazo abusando de su condición del CEN del PRI ofreciéndole posiciones a cambio. Por otro lado, Fer Morales presionándolo desde su condición de hijo. Los dos, por supuesto, abonando a favor de Torrín.

—Puta madre…

—Robledo me dijo que Malaquías confía en que yo seré prudente y me sumaré a Torrín, a quien calificó de “mañoso” y “desleal”. Lalo Robledo me aconsejó que hable con Malaquías de una vez para definir las cosas.
—¿Y qué hará, mi senador?

—Voy a seguir su consejo. Consígueme una audiencia lo más pronto posible por favor.

Fito Karam le habló a Torrín por un teléfono satelital y le dio detalles de la conversación. Torrín se puso contento y consideró que sería importante detonarla en un medio amigo. Ambos coincidieron que El Intolerante sería el mejor vehículo para evidenciar la desesperación del senador Fierro. Además en la grabación, éste decían que Juan Pablo Vergara, director editorial del diario, era “el peor de todos” por su afán de descarrilar el proyecto fierrista. “Les va a encantar a nuestros amigos esta grabación”, dijo Fito Karam casi eufórico.
Germán Fierro acudió a ver al gobernador a Casa Puebla. Con él estaban Manuel Gurría Ordóñez y Rafael González Pimienta.

—Pásale, senador. Ya conoces a nuestro amigo Manuel.
Los saludos fueron fríos por parte de Fierro. Fríos, rápidos, helados.

—¿Me regalas unos minutos, señor gobernador?

—Fíjate que el arribo de Manuel en su calidad de delegado especial del CEN del PRI me movió la agenda. Le voy a pedir al licenciado Eguren que te dé una nueva cita, senador.
Fierro salió furioso. Gurría era el padre político de Roberto Madrazo y la señal sólo podía favorecer a Torrín. González Pimienta, también delegado del CEN, había sido su aliado, aunque últimamente lo veía evasivo. Así se lo dijo a Eguren en una nueva llamada telefónica.

Llegó septiembre. Torrín seguía imparable. Moheno Vale y él seguían reuniéndose de vez en cuando. Sus equipos dialogaban continuamente. Fito Karam invitó a comer a Ruy Sainz del Vivar a La Estancia Argentina de la Juárez. Pidieron un Rioja de mucho cuerpo y un asado de tira. A la mitad de la comida, Fito le dijo a Ruy que tenían una bomba para que explotara en El Intolerante. Le dio detalles. El dueño y director general de El Intolerante aseguró que se publicaría en unos días. Al término de la comida llamó a Vergara, le dio la grabación y le pidió que la publicara el siguiente lunes. Vergara no daba crédito a los diálogos. Minuciosamente hizo la edición de los mismos: dejó fuera la basura habitual de las conversaciones telefónicas y destacó sobre todo la parte de la “pinche señal”. Con los diseñadores armó la trama final. Ruy dio el aval y ordenó a su imprenta que imprimieran tres veces más del tiraje habitual.

A las cuatro de la mañana del día de la publicación quedó listo el tiraje especial. Godofredo García, jefe de circulación, llegó en la camioneta por los ejemplares. Había contratado el doble de repartidores para la operación. Los diarios llegaron a los puestos. Pepe Fernández abrió los ojos cuando vio la cabeza: “Germán Fierro desespera porque no llega la ‘pinche señal’”. Lo mismo hizo doña Mago en su puesto del zócalo. Los ejemplares empezaron a ser vendidos con una celeridad inusual. Los comentarios radiofónicos no se hicieron esperar. Germán Fierro, desconcertado, negó en un primer momento la conversación, pero terminó diciendo que la intervención de llamadas telefónicas era un delito. Primero pensó que Moheno Vale era el autor. Luego fue entendiendo que la mano maestra era la de Torrín.

En Casa Puebla, el gobernador Malaquías Morales le comentó a Ernesto Eguren que no se valía lo que Torrín le hacía a Germán. “Son auténticas chingaderas descarrilar a un hombre institucional como él, licenciado”, comentó en el primer café del día. Eguren asintió. Sabía que la difusión de esa charla telefónica le abría varios frentes al senador. Entendió también que la aventura de su amigo había terminado.

(Continuará)…

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