Escuché con atención la conferencia de dos horas con 40 minutos que dieron los miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).

De su contenido me quedé con dos conclusiones: la primera es que el trabajo realizado por ellos, durante 540 días, lamentablemente no sirvió para avanzar hacia la verdad de los hechos del 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala. La segunda es que la labor del GIEI sí funcionó para sacar a flote muchas de las debilidades estructurales de la procuración de justicia en México. Y también para crear dudas —lo digo en mi caso, como observador desprejuiciado— en torno de la investigación realizada por la PGR.

Ésta ha sido —a juzgar por lo comentado ayer— profunda, pero no del todo aseada; amplia, pero también inconsistente en algunas partes. Hasta no conocer sus respuestas al informe del GIEI, no puedo poner en duda la buena fe del Ministerio Público por llegar a la verdad.

Me parece que una investigación que llega a casi 200 tomos, en la que se han realizado 600 acciones de búsqueda en 450 sitios diferentes —muchas de ellas solicitadas por el GIEI—, no puede ser calificada como encubridora u obstaculizadora de la justicia.

Sin embargo, los mexicanos hemos esperado desde hace más de año y medio conocer la suerte que corrieron los normalistas esa noche de septiembre de 2014. Y ni la PGR ni el GIEI —cuya asesoría técnica contrató el gobierno y a mí, al menos, me ha dejado decepcionado— han tenido éxito en ello.

Ayer, durante más de dos horas y media, no me enteré de muchas cosas que no supiera.

Se habló de la línea de investigación de Huitzuco, que ya había dado a conocer la CNDH. Y la cual, por cierto, la PGR está obligada a indagar con seriedad.

Se habló de las preguntas que el GIEI no pudo realizar a miembros del Ejército, pero no veo a dónde conduciría esa exigencia, pues ya ha quedado suficientemente claro que un solo soldado del área de inteligencia no podía ir a rescatar a decenas de estudiantes que eran atacados por policías municipales, y que las Fuerzas Armadas no pueden actuar en labores de seguridad pública a menos de que se les solicite expresamente.

Se habló de la línea del quinto autobús, sobre la que los miembros del grupo dicen haber recibido información incorrecta por parte de laPGR, pues, afirmaron ayer, el vehículo en el que pudo haberse transportado droga —cosa sobre la que no existe indicio concreto— no es el mismo que presentó la PGR para ser inspeccionado.

Se habló de un “ataque masivo e indiscriminado contra la población civil” esa noche en Iguala, lo cual me parece una expresión exagerada, sin quitar un ápice a la tragedia.

Y en el informe tampoco hubo autocrítica. Como aceptar que el experto en fuego que el GIEI convocó se equivocó en datos básicos como la dirección del viento en el basurero de Cocula.

¿De qué me enteré de nuevo? De dudas sobre lo ocurrido en el propio basurero y el río San Juan.

En el primero, por ejemplo —pese a que existen evidencias de que ahí se quemaron cuerpos—, hay árboles que no resultaron carbonizados, cuando están en el área donde se localizó la mayor parte de los restos quemados. Y, en el segundo, los tiempos de recolección de los fragmentos de hueso, uno de los cuales fue identificado de manera positiva en el laboratorio de Innsbruck, presentan contradicciones.

¿Qué debe hacer ahora la PGR? Para mí, aclarar toda duda en torno del expediente (Cocula, río San Juan, quinto camión); continuar con la línea de investigación de Huitzuco, aportada por la CNDH, y atender las recomendaciones del GIEI que sean pertinentes, como el queMéxico debe desarrollar una procuración de justicia sustentada más en pruebas periciales que en testimonios y confesiones.

Además de eso, algo que también fue sugerido por el Grupo: indagar a fondo la participación del narcotráfico en la noche de Iguala.

Es obvio que algo muy pesado estaba en juego para que policías coordinadas de tres municipios, al servicio del narco, atacaran con tanta saña a un grupo de estudiantes y los desaparecieran procurando no dejar rastro. Por simple lógica, los motivos del ataque debieran ser la primera línea de investigación.

 

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