Este es el segundo artículo de esta sección especial en que profesores e investigadores de la Universidad Iberoamericana comparten lo que aportan e interpretan
Por Rocío Fabre Ortiz
Fotos ARCHIVO CUARTOSCURO
A finales del siglo XX se asentó el fenómeno de la globalización incidiendo de manera significativa en las esferas sociales, culturales y económicas del mundo. Buscando crear un solo mercado capitalista mundial se alentó a la integración económica disminuyendo y eliminando las barreras arancelarias y no arancelarias por parte de los países, abriendo sus economías a la inversión y al comercio internacional.
Los esfuerzos de los países se orientaron a pertenecer y desarrollar este mercado global y, sin quererlo o no, descuidaron su comercio y desarrollo local. Es correcto decir que las oportunidades de comercio son mayores pues ahora tienen el mundo a su disposición; sin embargo, también es necesario decir que estas oportunidades son elitistas. Por ejemplo: la exportación de productos orgánicos a mercados europeos, asiáticos y norteamericanos es una oportunidad importante para el desarrollo de países pertenecientes a Latinoamérica y el Caribe, por sus ventajosas condiciones culturales, climáticas y geográficas. Ésta es aprovechada por aquellos que pueden hacerse de capacidad instalada, recursos humanos capacitados en distintas áreas como agronegocios, certificados que avalen sus procesos y productividad, etc. Por desgracia, estas condiciones no están al alcance de la mayoría de los pequeños y medianos productores, lo que los deja fuera del juego y de los beneficios de esta integración económica.
Lo anterior, aunado a los retos venideros de escasez de alimentos junto con el aumento desmedido de personas viviendo en las zonas urbanas, la falta de capacidad de los países por alimentarse a ellos mismos así como la necesidad de impulsar el crecimiento y desarrollo social y económico en el ámbito local ha generado una nueva corriente de desarrollo donde los países buscan generar estrategias que le den fuerza a los mercados tradicionales locales. Países de la Unión Europea y otros como India, Israel, Argentina, México, Brasil y Colombia se han sumado al desarrollo de sus mercados locales y zonas agropecuarias. El apostarle a este sistema comercial resulta trascendente al buscar disminuir la pobreza local, la seguridad y la soberanía alimenticia, fortalecer comunidades rurales, manejar de manera sustentable los recursos locales, impulsar los sistemas de comercio justo así como desarrollo y crecimiento económico y social local, entre otros.
Para México, sus mercados locales se traducen en 980,000 pesos anuales en donde hay aproximadamente 2 mil 367 mercados; incluyendo mercados públicos y privados así como mercados de calle que atienden principalmente los giros de frutas y verduras, abarrotes y otros perecederos y preparación de alimentos y bebidas. Si bien el Gobierno lleva un tiempo promoviendo al mercado mexicano entre los turistas como una parada obligatoria para el consumo de alimentos y artesanías, algunas organizaciones se han encargado de llevar su promoción e investigación hacia un modelo económico sustentable local, como el caso de “Mercados Mexicanos”.
Otras ciudades como Medellín, en Colombia, han generado una sinergia de trabajo entre productores/comerciantes y Gobierno donde se ha reposicionado y popularizado el concepto del mercado local como alternativa para el consumo de víveres en las familias.
El desarrollo de los mercados locales adquiere relevancia cuando se enfoca –más allá de un medio físico para que un segmento de la población distribuya sus productos– como un modelo de negocios de desarrollo social, económico y comercial local que fomenta la producción y el autoconsumo pero que debe evolucionar a las necesidades sociales actuales buscando generar valor agregado, actualizando los sistemas de pago incorporando el uso del crédito, ampliar horarios de atención, entre otros, con el objetivo de ser una alternativa viable para las sociedades en las zonas urbanas.