Hubo un tiempo en que lo peor que podría pasarle a un narcotraficante era ser extraditado a Estados Unidos. Era como ser enviado aún vivo a la tumba.

La justicia estadunidense era vista no sólo como la que también podía ofrecer un castigo adecuado para los crímenes cometidos por individuos de otras nacionalidades sino la que podría mantenerlos presos, alejados de los negocios ilegales que controlaban.

Una prueba del miedo que les producía la idea de ser enviados a EU fue la propuesta del colombiano Carlos Lehder –hecha en 1978 al entonces presidente Adolfo López Michelsen– de pagar la deuda externa del país.

El temor era fundado. Luego de su captura en la selva colombiana en 1987, Lehder fue extraditado a Estados Unidos, donde se le condenó a 135 años de prisión. Aunque en 1992 aceptó testificar contra el hombre fuerte panameño, Manuel Noriega, su sentencia sólo fue reducida a 55 años.

Para enfrentar la decisión del gobierno colombiano de extraditar narcotraficantes, el Cártel de Medellín creó a finales de los años 80 la organización llamada Los Extraditables que encabezaba Pablo Escobar. Su lema era “preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, cosa que para Escobar se cumplió.

Las consecuencias de la extradición llegaron a ser tan severas que el actual presidente colombiano, Juan Manuel Santos, tuvo que pedir a EU que dejara de demandar la entrega de altos dirigentes de las FARC –más de 60 de ellos–, con quien Santos busca firmar la paz.

“¿Cómo voy a convencerlos de dejar las armas si les espera la cárcel de por vida en Estados Unidos?”, se ha preguntado.

Pero no sólo han sido colombianos los narcos extraditados en los últimos 30 años. Estados Unidos ha logrado llevarse a venezolanos, bolivianos, italianos y de otras nacionalidades. Entre ellos, por supuesto, varios mexicanos.

El primer capo mexicano en ser encarcelado en Estados Unidos fue Javier García Ábrego, jefe del Cártel del Golfo. Pero éste no fue extraditado sino deportado, pues tenía doble nacionalidad.

Cuando ocurrió, en 1996, México aún no había aceptado extraditar a sus ciudadanos. Eso sucedió pocos años después, luego de una resolución de la Suprema Corte. Incluso se cree que ese fallo, en enero de 2001, provocó la primera fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, quien de ninguna manera quería ser enviado a Estados Unidos.

La información sobre la cárcel de máxima seguridad donde está encerrado García Ábrego –en Florence, Colorado–, donde los presos están encerrados, en solitario, 23 de 24 horas al día y nunca ven la luz del sol, aterraba a El Chapo y al resto de los extraditables mexicanos.

Pero cómo habrán cambiado las cosas para que ahora Guzmán Loera, detenido por tercera vez a principios de este año, no sólo no tema ser enviado a una prisión estadunidense sino que lo busque… a cambio de que lo dejen dormir.

¿Qué ha pasado? De un tiempo para acá, la justicia estadunidense ha cambiado su relación con los extraditados. A cambio de usar la información que poseen o hacerse de sus recursos, varios narcos mexicanos han recibido sentencias a modo.

En 2014 le relaté aquí cómo Jesús Ernesto Chávez Castillo, un sicario de la banda Barrio Azteca, recibió un trato preferencial por parte de la Fiscalía de El Paso a cambio de su testimonio contra quien ordenó el asesinato de tres personas ligadas con el consulado de EU en Ciudad Juárez en 2010. No importó que Chávez Castillo, quien presuntamente estuvo involucrado en la matanza de Villas de Salvárcar, admitiera ante el juez estadunidense haber asesinado a ¡800 personas!

Hace unos días nos enteramos de que Héctor El Güero Palma, excabecilla del Cártel de Sinaloa, quien purga sentencia en una cárcel californiana, será liberado en junio próximo por buena conducta.

Y ahora, gracias a un trabajo del diario Dallas Morning News, sabemos que a Osiel Cárdenas la justicia estadunidense ofreció levantarle 12 de los 17 cargos que tenía a cambio de entregar información sobre Los Zetas –cosa que provocó una venganza asesina de éstos en México– y 50 millones de dólares de su dinero mal habido.

Por eso la extradición ya no produce miedo. Algunos narcos hasta la buscan gustosos.

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