Una Novelita por entregas
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
CLIII
(Otras Palabras Mayores, circa 2004)
Aristóteles Torrín estaba bebiendo con El Vale Meneses en su Notaría. Una botella de Magno, dos cocas tibias, vasos de plástico sobre el escritorio. Torrín le estaba contando algunas anécdotas de su infancia en Nativitas Cuatempan y en el Hospicio Amarillas: un hogar para niños pobres al que fueron a dar él y su hermano Betico. “Ahí conocimos al Bombero. Le pusimos así porque todas las noches se orinaba con su manguerita de bombero”. Las carcajadas daban pie a los brindis y a los planes futuros. Planes inmediatos para la toma del poder. Planes en los que aparecían nombres de los marinistas puros a los que integraría a su campaña.
Algo había cambiado en la mirada de Torrín. Tenía ahora una expresión distinta. Nada que ver con el secretario particular del maestro Momo Pacheco o el subsecretario de la época de Tiziano Liñán y don Adalberto Morales. Nada que ver con los ojos del secretario de Gobernación de la era Fraudlett. Algo se había movido de lugar. Sería gobernador de un estado que lo ninguneó durante muchos años. Estaría por encima de esa oligarquía criolla que se decía española. Los santos varones tendrían en él a su gobernador.
Metido en esas reflexiones no escuchó que sonaba el celular. Respondió con un “bueeeno” ligeramente sobreactuado. Era Roberto Madrazo. Malaquías Morales le había pedido que le dijera a Torrín que fuera mañana a Casa Puebla. Si éste iba a ser el candidato, al gobernador le tocaba pronunciar las palabras mayores.
El Vale lo llevó a Casa Puebla. Juntos entraron a la que sería en unos meses su nueva morada. El particular condujo a Torrín al despacho de don Malaquías.
—¡Pase, licenciado! —exclamó el gobernador al tiempo de ponerse de pie y abrir los brazos.
—¡Señor gobernador!
—Lo que le voy a decir son las palabras mayores de las que hablaba Luis Spota en una de sus mejores novelas, licenciado. El partido ha tenido a bien designarlo candidato a la gubernatura de Puebla.
El rostro de Torrín se iluminó aún más.
Por fin escuchaba esas palabras en los labios de quien más pretextos puso. Se dieron un abrazo de pares. Don Malaquías le pidió que buscara a Germán Fierro: “Está naturalmente lastimado. Hable con él, licenciado. Ojalá lo incorpore a su campaña. En momentos como éste lo que más importa es incluir a todos”. Torrín estuvo de acuerdo. La charla se extendió por alrededor de hora y media. Sellaron acuerdos. Hicieron pactos. El gobernador le dijo que contara con él para todo. “Ya le di instrucciones a Joacho para que lo apoye con recursos para los meses que viene, licenciado”, le dijo al tiempo de observar que algo en Torrín había cambiado. Los hombros estaban más levantados. Los ojos miraban de una manera distinta.
Para celebrar la nominación, sus cercanos hicieron una comilona en el rancho Los Caballos. Empresarios, políticos afines, periodistas adictos, todo mundo llegó. Ricardo Urzúa le dio indicaciones a uno de sus pilotos para que en un momento dado hiciera maniobras en el aire con el helicóptero que ofrecería para la campaña. El gesto fue brutal. Torrín se lo agradeció con palabras emocionadas.
La crónica de la fiesta apareció en El Intolerante. Juan Pablo Vergara incorporó al relato la necesaria ironía. El enojo de los marinistas no se hizo esperar. Vía telefónica, Torrín le dijo a Ruy Sainz del Vivar que fuera a su oficina. Tres cosas le dijo: No quiero a Vergara en la dirección de El Intolerante. Tu periódico va a tener el mejor convenio en mi sexenio. Ponte de acuerdo con El Vale para algunos negocitos.
Ruy se fue a comer con Lalo Santamaría a La Estancia Argentina de la Juárez. “No sé cómo decirle a Vergara que ya no puede estar en El Intolerante”, le confió. “Sencillo, hermano, mándalo a Oaxaca. ¿No querías abrir un periódico para la campaña de Gabino Cué?”, fue la respuesta. “¡Claro! Le voy a pedir que se vaya a preparar todo para abrir El Intolerante de Oaxaca”. Marcó el número de Vergara y le dijo que lo invitaba a tomarse una copa. Que no tardara.
(Continuará)…