Por Pascal Beltrán del Río
Después de revisar sus propias encuestas, el oficialismo parece haberse convencido de que la derrota en Veracruz es inevitable.
A mes y medio de las elecciones, la operación política en tierra que se necesita para remontar nueve puntos en las encuestas sería enorme.
El desastre provocado por el gobierno de Javier Duarte es un lastre de tales proporciones para el PRI que éste sale incluso peor parado en los sondeos que su candidato a gobernador, Héctor Yunes.
Aunque es seguro que públicamente diga que aún está peleando en Veracruz, es cada vez más claro que la dirigencia priista ha bajado las manos en esa entidad para concentrarse en otras.
Además, empeñarse en ganar Veracruz podría acarrear más desventajas que ventajas.
Quien tome las riendas del estado el próximo 1 de diciembre tendrá apenas dos años para revertir la inseguridad y otros males que padece Veracruz.
No es que al oficialismo le dé una sensación de éxtasis perder en un estado tan importante, pero la derrota puede ser matizada.
“Mandaríamos la señal de que las cosas tienen consecuencias”, me dijo, la semana pasada, una fuente del CEN del PRI.
Un cálculo similar llevó al PRI a bajar las manos en Michoacán el año pasado.
Veracruz no es la única entidad donde el partido oficial va abajo en las encuestas: también tiene altas posibilidades de perder Tlaxcala.
En Puebla, las cosas están en empate técnico, de acuerdo con los mismos números, mientras que en el resto de los estados el tricolor se encuentra arriba, con distintos grados de ventaja.
El esfuerzo que el PRI tendría que poner para ganar Veracruz parece que se lo destinará a tratar de arrebatar Puebla al PAN y Oaxaca al PRD.
La primera de esas tareas no es sencilla, pues ahí se enfrenta no tanto al candidato José Antonio Gali sino a un eficaz operador en tierra, el gobernador Rafael Moreno Valle.
En Oaxaca, el oficialismo está más seguro de llevarse el triunfo. La división de la izquierda y la debilidad del gobernador Gabino Cué son un abono para que se propicie la alternancia.
El temor de la derrota ha hecho que el PRD haya comenzado a cuestionar la oaxaqueñidad de Alejandro Murat, el candidato priista a gobernador.
Si esas cuentas prueban ser buenas, el PRI podría perder dos estados que actualmente gobierna, Veracruz y Tlaxcala, al tiempo que recuperaría otros dos que están, al menos en el papel, en manos de la oposición: Sinaloa y Oaxaca.
Puebla, dicen fuentes del PRI, es “un volado”. Sin embargo, obligar a Moreno Valle a realizar un mayor esfuerzo en su estado lo mantendrá alejado de otras entidades, donde quisiera también incidir.
Apuntes al margen
*Junto con el Banco de México, el alcoholímetro de la Ciudad de México es de lo que mejor funciona en este país. El intento de un conductor ebrio de recurrir al influyentismo para evitar la sanción no tuvo efectos en el personal a cargo del filtro instalado en la avenida Baja California. El resultado fue la destitución del subsecretario de Inteligencia de la SSP, Juan Carlos Conteras Licona, quien, de manera muy poco inteligente, trató de zafar del problema a su sobrino.
*La tortura es inaceptable. El Estado no puede ponerse a competir en brutalidad con los criminales. Debe aplicar la ley y respetar el debido proceso. La difusión de un acto de tortura en Ajuchitlán, Guerrero, trajo, a mi juicio, dos noticias, una buena y una mala: la buena es que los militares responsables del acto ya habían sido procesados; la mala, que estas prácticas persisten y que buena parte de la opinión pública cree, a juzgar por las reacciones en redes sociales, que la mujer torturada se lo merecía.
*Un valiente taxista denunció en redes sociales que los líderes del gremio habían enviado a los choferes a chocar con la policía en la esquina de las avenidas Fray Servando y 20 de Noviembre, el miércoles pasado, supuestamente para protestar contra Uber. También dijo que Ignacio González Mejía y José Antonio Aguilar Hernández “estuvieron en la tómbola de Morena, para ver si salían seleccionados como diputados”. Y se quejó de que esos señores quieran usarlos como “botín político” para “rendir buenas cuentas a Morena”.