La lucha por un ambiente sano rebasa, por mucho, las populares “acciones verdes”. Considerar que sanear un rio es dejarlo bonito, simplemente es no ver más allá de lo superficial. Hay quienes consideran, por ejemplo, que es malo cortar un árbol, sea cual sea. Pero la experiencia demuestra que los eucaliptos son dañinos para ciertos ecosistemas y que es necesario reemplazarles, proceso que inicia con retirarlos.

Pero esa visión superficial de lo verde es algo muy común, incluso entre gente que se considera crítica y e informada.

Es el caso de la nota publicada en el portal electrónico Status Puebla por Alejandro Mondragón hace unos días. El columnista confunde la construcción del paseo ribereño del Atoyac y el parque metropolitano, con el saneamiento del Atoyac. Con esto, el autor devela que está extraviado en el tema.

La construcción del paseo y el ecoparque tenía dos objetivos distintos del saneamiento de una cuenca, pero complementarios: primero, rescatar un espacio público que había sido privatizado y abandonado por autoridades y la población en general (muestra de ello son las toneladas de basura sacada del río en los trabajos de limpieza) y el segundo era generar conciencia del daño que había sobre la cuenca y la cercanía que tiene en los hechos con los que viven en ella.

Tal vez para algunos no sea importante generar conciencia, pero para quienes en algún momento estuvieron en el Módulo Interactivo del Río Atoyac (MIRA, ubicado justo detrás del CIS y con acceso al paseo del río), era increíble ver que el 60 por ciento de los visitantes no sabían, antes de la construcción del parque, ni siquiera de la existencia del río.

El rescate del Atoyac no es un parque, ni costaría 130 millones de pesos y ha tenido avances importantes aunque insuficientes. Hay quien calcula que se requerirán mas de cinco mil millones de pesos para el saneamiento.

La Cuenca del Alto Atoyac es un problema complejo, que no se resuelve ni se pretendió resolver con un parque. Acusar de que un supuesto acto de corrupción en un parque fue el freno al saneamiento de la cuenca solo puede expresar dos cosas: ignorancia o mala fe, igual de graves ambas.

El Alto Atoyac abarca territorio de dos estados, cuenta con dos afluentes principales, el Atoyac y el Zahuapan. Veintidós municipios del estado de Puebla y más de cincuenta municipios de Puebla y Tlaxcala descargan sus aguas residuales al cauce del río, además de cientos de pequeñas, medianas y grandes empresas.

El problema va desde plantas de tratamiento inadecuadas, pasando por cientos de empresas familiares que descargan aguas con altas concentraciones de sosa (NaOH) a los sistemas de drenaje municipal, hasta autoridades municipales que en tiempos pasados quitaron las geomembranas de una planta para usarlas como lonas en las patrullas de la policía municipal, estos hechos son verídicos.

Al menos en este sexenio se han rehabilitado plantas de tratamiento en Chiautzingo, Domingo Arenas, Xalmimilulco, Tlahuapan, entre otras localidades. Al mismo tiempo, se han hecho operativos para evitar descargas industriales fuera de norma (esto con ayuda de CONAGUA), pero aún falta mucho por hacer.

El rescate del Atoyac es mucho más que un parque, requiere miles de millones de pesos, pero más que eso, la voluntad de gobierno y sociedad. Es por eso que se aplauden iniciativas como las de la A.C. “Dale La Cara” y el impulso y fuerza con que personas como Amy Camacho han impulsado la que llaman “regeneración” del Atoyac.

Las acusaciones de que el paseo del Atoyac apestaron el rescate del río o hayan frenado el rescate no parecen mas que notas hechas para llamar la atención, sin entender la seriedad del problema ambiental que representa la contaminación del río.

Personas que presenciaron los trabajos de limpieza de los cauces, narran que los trabajadores se cubrían al escuchar un ruido extraño y segundos después caía un bote de leche o una llanta que arrojaban los vecinos del río. En ese contexto, cuando un medio de comunicación aborda el tema ambiental, debería concientizar a la sociedad del daño que causa al entorno y a la propia sociedad. Tal vez debemos entender más la columna en el entorno electoral que como un asunto de conciencia ambiental o crítica sincera, o al menos así parece.

 

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