En la esquina de la vía Atlixcáyotl y Cúmulo de Virgo, dos contingentes fieros combaten cuerpo a cuerpo, se arrebatan cada metro cuadrado del terreno todos los días y aplican muy a su modo las claves del amo de la estrategia militar, Sun Tzu
Por José Castañares/Agencia Es Imagen
FOTORREPORTAJE Y TEXTO
Zona de combate: la esquina de Vía Atlixcáyotl y Cúmulo de Virgo, el crucero más concurrido de la zona Angelópolis.
La jornada, larga y calurosa, tiene dos horas punta en que los bandos utilizan la artillería pesada para tratar de conquistar a los conductores que pisan el freno en ese lugar.
Son batallas que duran segundos. Hay que ganar coche a coche, metro a metro.
Principio de calidad de Sun Tzu: hazlo mejor cada vez. Sonríen y saludan para ganarse a la gente, conseguir que les acepten un volante o, mejor aún, la autorización para pegar un letrero microperforado en los medallones.
La dificultad está en que los dos bandos aplican el principio de El arte de la guerra al mismo tiempo, con sonrisa cada vez más grande y voz cada vez más alta.
Y algunos conductores terminan aturdidos.
No todos están preparados para ejecutar este principio. Sólo los brigadistas más extrovertidos cumplen la misión. No van solos; son seguidos por cuatro y hasta siete compañeros quienes llevan banderas, delantales y más folletos para repartir. Los más tímidos sostienen las enormes lonas, a una distancia tan lejana de los automovilistas suficiente para no tener que sonreír.
Principio de fuerza de Sun Tzu: empujad todos juntos. Todos saben lo que deben hacer. Para algunos no es la primera vez y para los más jóvenes es el trabajo del que les hablaron hermanos y amigos mayores de la colonia: “¿Te gusta echar desmadre?, ¿sí? Pues jálate para las campañas”, confiesa un reclutador.
Así comienzan todos, la vía es la misma, el color es lo que cambia.
Azules contra rojos o ellos contra nosotros. Es la ley del más fuerte, la de la calle, la del montón solidario “y se gana echando desmadre”.
La luz amarilla del semaforo es la señal para lanzarse las miradas entre sí. Las piernas les bailan. Como pilotos de carreras previo al arranque, el momento en el que la luz del semáforo cambia a rojo comienza la carrera y esto se hace en conjunto pero cada quien lo asume como algo personal.
Los dos grupos brincan al asfalto. En cuestión de segundos son un río de jóvenes que fluye entre los autos repartiendo, gritando y saludando. Los colores quedan revueltos y es ahí donde se ve quién es quién, ganándose el paso y a los automovilistas.
La mejor recompensa: hacer quedar mal al que no la pudo entregar. Y luego, los chiflidos avisan que el semáforo está por cambiar, así que el río se agita, se pone bravo, y luego los contingentes rompen filas hacia la banqueta.
Principio de realismo de Sun Tzu: espera lo peor. Mientras los jóvenes brincan y trotan gritando y saludando, los jefes de batalla rezan una interminable lista de agravios de la otra parte:
“¡Ese chavo tuyo empujó a una de las mías!”
“¡A mis chicas les andan diciendo puras madres!”
“¡Eso no se vale!”
“¡Deja de estorbarnos!”
Y el trabajo consiste en desahogar las quejas de todos y después despejar el ambiente para evitar tensiones.
Objetivo último: evitar los golpes. Hay pasión en este trabajo y mucha. Esperar lo peor es su misión pero evitar que ocurra, su éxito.
Principio de unidad de Sun Tzu: quema las naves. Que todos, unidos en un solo propósito, sean leales. Sobre la banqueta, como boxeador en su esquina, los contingentes se restauran: platican en grupos, alburean al prójimo, abrazan a la novia, dan unos tragos de agua, se acomodan los souvenirs, se arreglan la ropa ajada por el ir y venir entre automóviles semáforo a semáforo.
Pero sólo “entre nos”. ¡Ay de aquel que le sonría al del otro color!
Los fans hacen todo con tal de estar ahí
Detrás de las banderas, los gritos, las ovaciones y los aplausos están esfuerzos que, entre la multitud, casi no se ven. Aquí, un zoom-in a esos detalles que ocurren con los seguidores.




