La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
El mito negro de Hugo Scherer es sólo eso: un mito negro.
O para decirlo en lenguaje priista poblano: un mito blanco.
Mito, al final del día.
Eso, y ya.
El sobrino de Julio Scherer no es un extraño en Puebla.
En 1998 fue despedido de la campaña priista por Melquiades Morales Flores.
Mario Marín era el candidato a la presidencia municipal de Puebla.
Don Melquiades, en tanto, buscaba llegar a Casa Puebla.
En el hotel Condado Plaza se reunieron los dos equipos de los candidatos.
¿El fin?
Operar conjuntamente.
Scherer, conocido como “El Marchante” por sus artes de vendedor de espejos, estaba dando muy malos –pésimos– resultados.
Eso se lo hizo notar Javier Sánchez Galicia, miembro, entonces, del grupo marinista.
Fue de tal dimensión la exhibición pública que éste hizo de sus malos resultados, que Scherer –vividor pleno del apellido– reventó la sesión al grito de “¡Te vas a acordar de mí! ¡Un día te la voy a cobrar!”.
Y salió dando un portazo.
Pasaron los años.
Un día nuestros personajes se volvieron a encontrar.
Scherer buscó a Javier para venderle al entonces alcalde Mario Marín cursos de ¡inglés y computación!
—¿Es en serio? –debió haber preguntado Sánchez Galicia.
—Yes, my dear –debió haber sido la respuesta.
No le compraron nada, ni un verbo en subjuntivo, al feroz “Marchante”, quien volvió a refunfuñar en un inglés del Bronx: “De mi te vaus a acourdar”.
Scherer se jacta de ser uno de los mejores consultores de México.
No lo es.
Los notables, los verdaderos, simplemente le llaman el “Marchante”.
(No sé cómo en Puebla cobró tanta notoriedad).
A lo más que puede aproximarse es a ser el Rey de la Guerra Sucia o Campeón del Lodazal.
Es, también, un Scherer viviendo de don Julio.
(Hoy lucran con su nombre hasta los periodistas).
Hugo Scherer, pues, no es el súper–asesor de Manlio Fabio Beltrones.
Si lo fuera, ni siquiera vendría a Puebla: operaría, el país entero, desde la ciudad de México.
En la campaña de Blanca Alcalá es el encargado de la güera sucia en redes sociales.
(Nota del Editor: donde dice “Güera” debe decir “Guerra”).
Sus tuits, sus videos, su lodazal, valen algo así como ¡25 millones de pesos!
(Ésa sí, faltaba más, es guerra sucia).
Un tal Sedeño es quien maneja la “Guerra Blanca”: la guerra de las flores: las margaritas, los claveles, las rosas púrpuras del Cairo.
Scherer, faltaba menos, es un hombre cansado que ni siquiera en su gremio es apreciado.
Lo único que nos faltaba.
Armenta y el Inconsciente
Las palabras dicen todo.
Reflejan los más oscuros recovecos de la mente.
Hablan de nosotros más que otra cosa.
Alejandro Armenta, coordinador de campaña de Blanca Alcalá, sabe lo que dice cuando, a propósito de la denuncia que su partido interpondría en contra de Eukid Castañón, terminó por aceptar de entrada el involucramiento de su partido en el affaire.
"Son temas del partido", le respondió a 24 Horas Puebla.
Temas sucios del partido.
Temas asquerosos.
Temas prohibidos del partido.
Luego hizo una reflexión interesante: "El PRI debe aprender a ser oposición. Así te lo digo en una autocrítica: si el PRI no aprende a hacer oposición, no nos entenderemos como oposición y no dejaremos de ser oposición".
Ufff.
"¿Esta autocrítica obedece a qué?", preguntó el reportero.
Y sobrevino la respuesta enigmática: "A que el PRI actúe y se comporte como oposición. Ese es el tema nada más. (Risas). No tengo nada más que decir."
Si el quintacolumnista fuera Lacan diría que todas las bromas son en serio y que lo que en realidad quiso decir es que sí, en efecto, el PRI es el responsable de la denuncia mal hecha en contra de Eukid Castañón y que ese tipo de actitudes están muy lejos de ser dignas de una oposición que se precie de serlo.
Hay que reconocerlo: el diputado Armenta practicó con su respuesta una feroz autocrítica.
Muchos días de estos.
Por cierto: este 5 de mayo circularon centenas de ejemplares de un panfleto que quiso ridiculizar a Gerardo Islas, presidente estatal de Nueva Alianza, al pretender presentarlo como un Mirrey desbocado con fotos que datan de hace diez años.
El problema es que el autor de la macabra trama no contempló que se llevaría entre los pies a los hijos del senador Emilio Gamboa.
En particular al diputado Pablo Gamboa.
La acusación de Mirrey no cayó nada bien en el entorno de los Gamboa.
Faltaba más.
Gerardo Islas culpó a Alejandro Armenta de estar detrás de la publicación, una vez que desde hace varios días anunció a diestra y siniestra que preparaba una "bomba" en contra del presidente de Nueva Alianza.
Lo que no previó fue que la bomba estallara en la familia yucateca del senador Gamboa.
Ahora tendrá que ofrecer las sagradas disculpas y deslindarse del panfleto.
Por lo pronto sus argumentos no convencen.
