Mario Marín ofreció una obra magna y cada año informó avances falsos de un fantasma para el que no había ni disponibilidad de agua

 

Por Mario Galeana

Mario Marín Torres estaba lleno de promesas. El 15 de enero de 2006, al rendir su primer informe como gobernador del estado, escribió con su puño y letra la más ambiciosa de todo su sexenio.

La llamó La Célula. Pero nadie ofrece ni promete tanto como el que sabe que no va a cumplir.

Y hoy La Célula, que no era otra cosa más que un puerto seco, se ha convertido en el emblema del fallido paso marinista por el estado.

El puerto seco, denominado Nodo Intermodal Logístico, permitiría “elevar la eficiencia y productividad del transporte, la consolidación y el almacenamiento de cargas nacionales e internacionales”, según prometió Marín Torres en su primer año como mandatario en el estado.

El entonces gobernador priista aseguró que, desde 2005, “se determinó la viabilidad comercial y socio-económica” del proyecto, aunque a once años de ello no quedaría más que aseverar que su funcionalidad fue sólo una invención.

En su primer informe, Marín Torres dijo que el esbozo del proyecto había tenido “una excelente aceptación por parte de grupos empresariales y comerciales”, lo que posicionaba a Puebla como “la vanguardia en el impulso de nuevas formas de desarrollo económico”.

La Célula, cabe decirlo, jamás funcionó. No se registró entonces, como ahora, la llegada de una sola empresa extranjera instalada en Tepeyahualco, Oriental y Libres, los tres municipios con mayor convergencia en el área donde se construyó.

Para el 15 de enero de 2008, al rendir su segundo informe de gobierno, Marín Torres puso margen al nivel de funcionalidad del proyecto: “252 operaciones diarias de importación y exportación, apoyada con la más avanzada tecnología en información y telecomunicaciones”.

La Célula, que significó un gasto de más de mil millones de pesos, no alcanzó las 252 operaciones que planeó su artífice. No alcanzó una sola.

En 2008, con la promesa del manejo transparente de los ingresos de su obra, Marín Torres constituyó el fideicomiso público La Célula, aunque éste jamás contó con recursos para administrar.

FOTO1Ese mismo año, a fin de dotar una “solución logística de plataforma de clase mundial, con capacidad de servir al mercado nacional y extranjero”, se destinaron 119 millones 725 mil pesos a la construcción de un “Recinto fiscalizado estratégico” que era  “elemento clave para el desarrollo de La Célula en su totalidad”.

Para 2009, Marín Torres presumió en su tercer informe de labores haber buscado la “creación de oportunidades estratégicas para el establecimiento de alianzas de negocios y atracción de inversiones” en el Nasco North America’s, “el foro logístico más grande del mundo”.

El discurso del mandatario fue aplaudido por minutos. Marín Torres sonreía ante las cámaras. La promoción de La Célula, a la postre, se descubriría falsa. Pero en aquel año no importaba. El mandatario sonreía, casi lo mismo que se dedicaba a lanzar promesa tras otra.

 

Elefante blanco

Los planes de Marín Torres respecto de La Célula seguían su curso, pero de ellos no tenían idea las autoridades federales.

De acuerdo con la respuesta a una solicitud de información presentada el 29 de mayo de 2009, ni la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) ni la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) tenían conocimiento sobre el alcance y las implicaciones de la construcción del polo seco.

Resulta paradójica la respuesta de las secretarías federales, dado que antes, en julio de 2007, la administración marinista dio a conocer que La Célula ya tenía el aval de, por lo menos, la Secretaría de Hacienda.

Pero Marín Torres no se detenía y, para su cuarto informe, resaltó el inicio de la primera etapa de construcción del proyecto, que tuvo un costo de 182 millones 493 mil pesos, además de que requirió la edificación primaria de los caminos que conducirían hasta él,  por la cual se ejercieron 92.7 millones más.

Al finalizar el sexenio marinista, cabe señalar, se añadirían otros 36 millones 969 mil 548 pesos vertidos en infraestructura carretera, estudios ambientales y asesorías de las que, sin embargo, no se tuvo evidencia documental sobre su realización.

JOSÉ CASTAÑARES/AGENCIA ES IMAGEN
JOSÉ CASTAÑARES/AGENCIA ES IMAGEN

Las oportunidades reales del proyecto, sin embargo, se acababan. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) ya había negado a la administración estatal el otorgamiento de un permiso para que las posibles industrias que se instalaran en la región pudiesen extraer 5 millones de metros cúbicos anuales de agua.

Esta sería, a su vez, prueba de la falta de planeación del proyecto, dado que fue construido en un acuífero alimentado por la Cuenca del Río Balsas, que entonces registraba una disponibilidad de apenas 14.7 millones de metros cúbicos anuales.

Para el último informe de su gobierno, que ya era percibido como uno de los más grandes descalabros en el historial de administraciones que hubiesen pasado por el estado, Marín Torres había gastado 59 millones 776 mil pesos más en un entronque de acceso al polo seco.

Pero el fracaso de su promesa era, entonces, evidente. Y ahí, en su último informe, sólo quedó aseverar que La Célula era “una visión de futuro que contempla una estrategia de mercado que incluye la promoción de usuarios e inversionistas nacionales y extranjeros”.

Nada.

Hasta hoy, nada. Ni inversionistas, ni estrategias, ni desarrollo.

Hoy, una nueva promesa gira en torno a La Célula. Ahora no viene de Marín Torres, sino de Blanca Alcalá Ruiz, la candidata del PRI a la gubernatura corta.

En Oriental, el municipio que no ha olvidado las palabras del último gobernador priista, ella ofreció revivir la obra magna del marinismo.

Blanca Alcalá Ruiz está llena de promesas.

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