Por Alejandra Gómez Macchia

Frank Zappa era un excepcional contador de historias bizarras. Le fascinaban los mocos, las pulgas, las serpientes, las princesas judías, los sofás quemados y los moteles inmundos.

Nos podía narrar desde cómo sabía un sándwich de pene quemado, hasta llevarnos de la mano por el colorido camino de los jipis del 68 en su genial sátira del Sargento Pimienta titulada We’re only in it for the money.

Lo suyo era la burla, la ironía. Le encantaba, pues, cagarse sobre el almíbar de Lennon y la mediocridad de Donovan.

La portada de Hot Rats desvela a la perfección su identidad de ladilla, ¿quién en su sano juicio se pinta de rojo la cara, se enreda las greñas y se mete a una alcantarilla? Frank, sólo el gran Zappa. El del Garage de Joe, el sobrino del Tío Carne.

 

Pero el tema aquí no es hacer un análisis de la personalidad esquizoide del genio del rock estadunidense, aunque más adelante dedicaré un buen ensayo a analizar su paso por la escena musical y política, su afición a los Winston y su última e inaudita obra Civilization Phase III.

Más bien quiero hacer uso de este espacio para hablar de las madres inolvidables del rock, y Zappa tiene varias: desde su grupo al que bautizó como The Mothers of Invention….

Los miembros de la estrambótica banda bien podían pasar por clochards, por ex convictos, por parias, por adictos a las hamburguesas triples, pero por madres, lo dudo.

 

La guitarra asesina

No hay cosa que repudie más una madre decente que ver que su hija es pretendida por un rockero.

Un chavo que, en el mejor de los casos, tiene coleta, repite los pantalones de mezclilla tres semanas al mes, posiblemente utilice un sobrenombre como El Inbañable (así con n), apeste a chacuaco de fábrica textil por tanta nicotina, cante feo y fuerte, y que además se sienta con ciertas aspiraciones intelectuales por el simple hecho de haber escrito una rolita que dice: “necesito una gata que hable francés, necesito una gata que me haga el amor”.

Y la chica enloquece con la idea de ser la grupi de la banda de su galán. Creyendo que El Inbañable y sus “Very magic fellows” pegarán con tubo en los charts internacionales…

La madre, colgada del candil, quiere para su hija un profesionista. Un itamita que huela a loción Hugo Boss y que vista de Zegna. Sueña con tener un consuegro que sea miembro del Colmex, y qué mejor si es viudo para que no haya una vieja draculona que friegue a su petit poupé.

Desgraciadamente, la niña está emperrada con el patán que toca la guitarra y al que ha visto sentado en la banca del parque fumándose un churro “Bob Marley size”, cuando a ella le fascinaría que el itamita tuviera vicios más burgueses como fumar un Hoyo de Monterrey.

 

El plan

Una tarde después de ensayar por enésima vez su éxito “Me quiero venir en tu ojo derecho”, El Inbañable guarda su Yamaha amarilla y se encamina hacia la casa de su chava. Hace más de un mes que no puede verla por más de diez minutos porque la arpía de su suegra le tiene prohibido salir a verlo y se han tenido que conformar con que la chica huya por los barrotes que dan al terreno baldío para, por lo menos, poder agarrarle una nalga.

Él está cansado de esa situación porque diez minutos no bastan para calmar la hoguera de su entrepierna, porque la muchacha “nomás prende el bóiler y no se mete a bañar”.

Entonces se le ocurre una idea siniestra que trata de descartar porque, en el fondo, el fanático número uno de Sus Satánicas Majestades es un sacristán de clóset.

Pero la mente humana es cabrona y conforme se va acercando a la calle de la casa de su novia, el plan toma fuerza.

“Será muy su madre, pero qué culpa tienen mis testículos de que a la ruca le caiga mal”, piensa mientras saca la lira y calcula la intensidad del trancazo…

 

¿El Inbañable consumaría sus planes perversos?

Esperemos que no, porque esta columna es para honrar a las madres del rock, aunque sean insufribles…

 

Esta historia es, finalmente, un homenaje tropicalizado de My guitar wants to kill your mama del irreverente Zappa.

 

Para terminar les dejo un consejo: si la mamá de tu novia te desprecia por pobre, feo y vicioso, huye de esa familia y quédate con la guitarra, ya que ésta tiene mejores curvas, está más lisita y la puedes callar sacándole las cuerdas o desconectándola… no así la novia, que con el paso del tiempo perderá la cintura, la piel se tornará en una lija de agua y no la callarás ni poniéndole bozal.

¿No me crees?

Sólo mira a su madre…

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *