Por Mario Alberto Mejía
Fue en la sucesión de Melquiades Morales Flores (2003-2004) cuando quien esto escribe hizo sus primeros ejercicios de periodismo ficción. Fue en la primera época de la revista Intolerancia donde aparecieron. Ahí venían retratos hablados de personajes como Mario Marín, Germán Sierra, Enrique Doger y otros aspirantes más. Meses después esos escenarios tomaron forma de libro. Su nombre: La Sucesión en Puebla.
El periodismo ficción es un concepto que se contrapone de manera natural. Y es que el periodismo nada en piscinas ajenas a las de la ficción. El periodismo aspira a la verosimilitud. La ficción, a la irrealidad absoluta. El periodismo recurre a los datos duros. La ficción, a la invención. En ese juego perverso nació dicho ejercicio de mezclar a estos gemelos enemigos.
(Cosas de la vida: en The New York Times –por no hablar de ejemplos locales– hubo un reportero que durante años inventó toda clase de historias, mismas que lo llevaron a la primera plana en varias y nutridas ocasiones. Cuando fue descubierto se rompieron dos o tres mitos en la prensa mundial).
La mezcla de periodismo y ficción es arbitraria, pero tiene su chiste. En esos ejercicios –que no he dejado de practicar en todas las elecciones locales y federales de 2004 a la fecha– he incorporado siempre una carga real y otra ficticia. El resultado es interesante: la realidad ha confirmado varias veces lo escrito y lo publicado.
También se ha dado otro fenómeno: mis personajes me han confesado que, en efecto, algunos diálogos o situaciones se dieron tal y como los narré antes de que ocurrieran. ¿Capacidad de ver el futuro? No. Oficio periodístico cruzado con el trato cotidiano.
Queda en manos del hipócrita lector esta entrega de periodismo ficción a unas horas de las elecciones.
El futuro inmediato dirá si lo aquí escrito quedará para siempre en los baúles de lo real o de lo irreal. Gracias por compartir el juego.