Desde hace 15 días, por lo menos, Manlio Fabio Beltrones supo con precisión que el PRI no tenía una sola oportunidad de triunfo en el estado de Puebla.
Así lo comentó el dirigente nacional del tricolor a miembros de su equipo de trabajo, periodistas, empresarios, amigos muy cercanos…
Fue entonces cuando Don Beltrone empezó a jugar para 2018. Su muy particular 2018.
Si la alianza encabezada por el PAN va a ganar Puebla, pensó, entonces por lo menos hay que manchar el triunfo del gobernador Rafael Moreno Valle.
Colgarle la etiqueta de “fraudulento”.
Tacharlo de “mapache mayor azul”.
Ensuciar la medalla que Casa Puebla se ha colgado indudablemente con la victoria de Tony Gali Fayad.
Enlodar su camino hacia una hipotética candidatura presidencial.
Algo así: sí, Moreno Valle ganó, pero “a la mala”.
Fue entonces que, Gran Maestro de la Perversidad, Manlio Fabio echó mano de los dos tontos útiles más a la mano: Jorge Estefan Chidiac y Alejandro Armenta Mier.
El dirigente estatal del PRI y el coordinador de la campaña de Blanca Alcalá recibieron la instrucción de hacer todo, y todo es todo, para reventar el proceso electoral poblano.
Ni siquiera hubo necesidad de convencer a quienes durante toda la campaña, completamente desquiciados, se dedicaron a cometer toda clase de pifias y exabruptos.
Fue entonces que Estefan y Armenta se inventaron lo de la “resistencia civil”, lo de la “huelga de hambre” de su candidata –que nunca se materializó, para fortuna de la senadora con licencia–, lo del apócrifo Plan Angelópolis 2016, lo de la denuncia por “rebase” del tope de campañas, lo del hackeo al PREP…
Esfuerzos desesperados ya no para ganar Puebla, sino para que Manlio Fabio Beltrones cumpliera sus ulteriores fines.
En realidad, el dirigente nacional del PRI nunca creyó en el triunfo de Blanca Alcalá.
Su verdadero candidato era Enrique Doger, un candidato para tiempos de guerra. Un “gallo” para otro escenario y otra contienda, muy ajena a la inútil “Batalla Blanca” con que el club de amigos y familiares de la exalcaldesa intentó ganar el poder.
Y cuando vio que, en efecto, no había nada que hacer frente a la maquinaria política y electoral del gobernador Rafael Moreno Valle, Don Beltrone decidió tirar la toalla y empezar a jugar para 2018, su muy particular 2018, al que busca colarse a despecho del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Habrá que ver, por supuesto, si le funciona o no.
Y, sobre todo, si el resultado final en los 12 estados en juego le da o no boleto para entrar a la carrera presidencial.
Pero, a diferencia del gobernador de Puebla, Manlio Fabio, el perverso, tiene un futuro incierto.
Pese a la guerra de lodo, pese a los intentos de ensuciar el triunfo de este 5 de junio, pese a las denuncias de “elección de Estado”, Rafael Moreno Valle sale sumamente fortalecido de este proceso.
Es ya uno de los grandes ganadores del Partido Acción Nacional (PAN), lo cual lo reposiciona en la disputa con Margarita Zavala y Ricardo Anaya.
Le pese a quien le pese.
Y es que quedó claro que, al menos en Puebla, se terminó el mito, la tendencia histórica, y “gobernador sí pone gobernador”.
