Por SOMMELIER MICHELLE CARLÍN/ @purpleandwine
Nuestros encuentros han sido increíbles, inolvidables, memorables; me han enseñado la versatilidad, finura, elegancia contenida en un grano de uva; es el sueño de los enólogos por sus cualidades. Borgoña es el epítome de esta uva y su estilo puede cumplir cualquier objetivo que se le pida, expresa el terroir de manera formidable y es adaptable a climas fríos y cálidos –aunque en calor extremo pierde mucha acidez y gana azúcar–, se adapta a suelos con diferentes perfiles como caliza, creta y arcilla y se puede moldear en la bodega con levaduras salvajes o seleccionadas; con la ayuda de fermentación en barrica o con la ausencia de ésta expresará cosas fantásticas. Hay un sinfín de herramientas que ayudarán a refinar, modificar y añadir algo al vino final, creando una simbiosis perfecta entre todos sus elementos, pero la base es la misma: la uva Chardonnay y su increíble genética.
Gracias a estudios realizados en las universidades de Davis (California) y en Montpellier (Francia) se sabe que desciende de la uva Gouais blanc y Pinot noir dándole así una referencia de su pasado y permitiendo agradecer a los Chard lovers los favorables cruces naturales.
Son pocos los países que no han sucumbido ante la reina. La razón tiene más relación con lineamientos legales locales que con el hecho de no dar cosas maravillosas en los nuevos lugares.
El sabor del Chardonnay
Es difícil describirlo de forma global si puede hallarse desde Francia hasta Sudáfrica pasando por Chile, Argentina, EU, México, Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, podemos encontrar en el Chardonnay la expresión de frutas blancas como pera, manzana verde y amarilla; frutos con hueso como ciruela amarilla y durazno; cítricos como toronja y naranja; flores como acacia y manzanilla, y si estuvo en barrica expresará nueces y galletas mezcladas con mantequilla, miel y palomitas de maiz. Suena bien, ¿no?
Si viene de clima frío sus descripciones estarán enmarcadas con una acidez crujiente, con toques de minerales y frutas frescas; y aquellos que vienen de climas más cálidos destellarán con notas de frutos tropicales como mango, piña, melón y plátano mezclados con miel, crema batida y tostados.
Para consumir un buen Chardonnay, además de seleccionarlo de las mejores regiones de producción y los mejores productores se debe tener paciencia, pues para los grandes exponentes de esta uva se debe esperar unos años con la tranquilidad de que la espera rendirá sus frutos: los vinos elaborados con ella son disfrutables para consumirse jóvenes, y si es así deben probarse de inmediato para no perder el estallido dado por su sutil finura; o si fueron creados originarios de grandes emplazamientos y grandes productores seguro pueden consumirse después de 30 años de espera.
¿Es mucho tiempo? Sí, pero sin duda la experiencia de la expectativa permitirá disfrutarlo al máximo.
¿Con qué maridarlo? Gracias a los factores que la hacen única tenemos muchos espectros aromáticos y elementos que nos harán la tarea más fácil; sin embargo, si probamos un Chardonnay de clima frío, como algún chileno ausente de barrica, no nos va a defraudar si lo acompañamos de un pescado magro empapelado, al limón y perejil; si nos inclinamos por un Chardonnay con barrica,irá fantástico con una pasta larga cremosa con almejas y camarones, aunque en tema de maridajes el cielo es el límite y la intención es probar. Déjate seducir por la reina y su elegancia.
Mis recomendados
Los grandes. Viejo mundo: Domaine Leflaive, Puligny Montrachet, Borgoña (Francia).Nuevo mundo: Kistler, Sonoma, California (EU).
Los accesibles. Viejo mundo: Chardonnay de Enate, Somontano (España). Nuevo mundo: Chardonnay de Casa Grande de Casa Madero, valle de Parras (Coahuila).
