La derrota del tricolor en su búsqueda por la gubernatura comienza a hundir a quienes anhelaban acomodarse rumbo a 2018
Por Mario Galeana
Pese a ser la más grande de los últimos años, la derrota electoral del PRI no hunde por igual a sus tribus.
Algunos grupos podrán mantenerse a flote en la búsqueda de una plataforma rumbo al 2018, mientras que otros irán en picada, sin asidero alguno.
La caída en las urnas del 5 de junio ya ha cobrado costo de peaje con el inicio de lo que parece una reyerta al interior del PRI; los grupos priistas en pugna exigen lo mismo una “reestructuración” en la dirigencia estatal del partido, que, inclusive, una “depuración de delegados federales”.
El Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partidazo ha marcado línea entre los grupos internos y mantiene, por lo menos hasta ahora, a los priistas que encabezan la dirigencia estatal.
Una cosa es cierta. La derrota de Blanca Alcalá Ruiz frente a José Antonio Gali Fayad deja a la senadora con licencia y a su círculo más cercano como los más expuestos frente a la debacle priista.
Pero no son los únicos. En una suerte de efecto expansivo, el tropiezo de Alcalá Ruiz deja en la orfandad a un cúmulo de senadores, diputados federales y locales, presidentes municipales y militantes de todas las corrientes, sobre todo aquella liderada por el exgobernador Mario Marín Torres, que apoyaron su candidatura.

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La triada Estefan-Armenta-Chumacero
Tres hombres acompañaron a Blanca Alcalá Ruiz desde el arranque de su campaña hasta la cuantiosa derrota en las urnas. Dos de ellos tenían la mira puesta en 2018, pero la caída electoral se ha convertido en un lastre para sus aspiraciones.
Se trata de dos diputados federales: uno, presidente del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI; el otro, excoordinador de la campaña blanquista.
Jorge Estefan Chidiac llegó a la dirigencia estatal en reemplazo de la hoy delegada de la Secretaría de Gobernación (Segob), Ana Isabel Allende Cano, quien no era poseedora de toda la confianza de la excandidata priista.
Desde ese puesto, y desde su curul en San Lázaro, Estefan Chidiac denunció una y otra vez la supuesta intervención del gobierno federal en el proceso electoral. Las declaraciones públicas que realizó a lo largo de la campaña suponen un rompimiento familiar con su concuño, el gobernador electo José Antonio Gali Fayad.
Enclavado en la presidencia de la Comisión de Infraestructura del Congreso de la Unión, el dirigente estatal tendría un amplio margen de maniobra de cara al proceso electoral de 2018, donde se enlistaba como una de las cartas fuertes del priismo poblano.
Pero una derrota de casi 12 puntos porcentuales lo acompaña. De momento, el CEN priista ha decidido mantener a Estefan Chidiac a la cabeza del partido en Puebla; sin embargo, es imposible determinar hasta cuándo.
Por otra parte, el camino de Alejandro Armenta Mier como el coordinador de campaña de Alcalá Ruiz bien puede ser calificado como “atropellado”.
Enfrentamientos con periodistas, cuerpos de la Policía Municipal y hasta guardias de seguridad privada empañaron el desempeño del diputado federal como mando único de la campaña blanquista.
Armenta Mier compitió por la candidatura en el proceso electoral, pero falló. Con esa primera derrota, el diputado federal alzó la mano nuevamente para buscar la unción en 2018, pero la segunda derrota –ahora en las urnas– parece nulificar sus aspiraciones.
Sólo uno de los integrantes de la triada blanquista no buscaba abanderar al PRI en 2018: Édgar Chumacero Hernández, el yerno de la senadora con licencia.
A Chumacero Hernández se le señaló durante la campaña como el peaje para todo aquel que quisiese entablar diálogo con Alcalá Ruiz. El jefe de oficina de la excandidata, según se señaló en columnas periodísticas, era el verdadero estratega de la campaña priista, y su voz era santo y seña para el partido.
Los rumores internos filtrados a columnas y periodistas suponen una cosa: hay un resentimiento de ciertos sectores priistas en contra del operador político que hasta hace unos cuantos años era un aplicado esgrimista.

El marinismo abatido
El lazo entre Blanca Alcalá Ruiz y Mario Marín Torres se explica a partir del amasijo en el padrinazgo político del exgobernador a diputados federales, locales y delegados que trabajaron a favor de la campaña priista y que, por tanto, quedan expuestos ante la derrota frente a los grupos internos priistas opositores al bloque marinista.
El hipotético triunfo de Alcalá Ruiz, de acuerdo con analistas políticos, habría situado a Marín Torres como candidato al Senado de la República en 2018, como pago por poner al servicio de la campaña a sus alfiles políticos.
Alberto Jiménez Merino y Javier López Zavala, ambos exfuncionarios durante el sexenio de Marín Torres, formaron parte de la campaña blanquista: uno recorriendo el estado y el otro como promotor del voto.
Precandidatos hasta la unción que el senador Emilio Gamboa Patrón otorgó a Alcalá Ruiz, Jiménez Merino y López Zavala participaron en el proceso electoral con la certeza de que un triunfo podría catapultarlos en una posición privilegiada rumbo a 2018.
Con esa idea revuelta en la cabeza, Jiménez Merino incluso renunció a la delegación de la Secretaría de Agricultura, Pesca y Ganadería (Sagarpa).
La caída electoral lo ha dejado junto con López Zavala en una posición de desventaja frente a priistas como el subsecretario de la Sedatu, Juan Carlos Lastiri Quirós, o el delegado del IMSS, Enrique Doger Guerrero, a quienes se les señala como los principales beneficiados con la caída del círculo blanquista-marinista.
La fallida operación electoral del exgobernador Marín Torres también se articuló a través de los diputados federales Víctor Manuel Giorgana Jiménez, Xitlalic Ceja García y Graciela Palomares Ramírez, a cargo de la movilización electoral en la capital del estado: la región en la que el PAN apabulló al PRI por decenas de miles de votos.
Y, también, a través de la coordinadora del grupo legislativo del PRI en el Congreso poblano, SIlvia Tanús Osorio, quien fue subsecretaria de Asuntos Políticos en el sexenio marinista.
La debacle del ala blanquista-marinista también arrastra consigo a la delegada de la Segob, Ana Isabel Allende Cano, y a los diputados federal Lorenzo Rivera y local Carlos Barragán Amador, operadores electorales en los distritos de la Sierra Norte, donde tampoco el PRI logró ventajas significativas sobre el blanquiazul.
El Comité alicaído
La designación de Blanca Alcalá Ruiz como candidata priista al gobierno de Puebla trajo consigo una reestructuración al interior del Comité Directivo Estatal para fijar a los operadores de confianza de la senadora con licencia, acción que, a la postre, según lo reflejado en las urnas, resultaría en vano.
Uno de los alfiles enclavados por Alcalá Ruiz fue el titular de Finanzas del CDE, José Antonio López Malo Capellini, quien fue también un personaje incondicional para el exgobernador Marín Torres.
Bajo el lastre de la caída priista también se encuentran la secretaria general Rocío García Olmedo –cuya operación electoral en el distrito de Atlixco fue abatida por los estrategas de Acción Nacional en la región–, y el secretario de Organización, Gerardo Mejía Ramírez.
