En este municipio las balaceras se confunden ya con cohetes de feria; los chupaductos pelean la plaza y los sembradíos se llenan de chozas improvisadas que ocultan las tomas

 

Por Guadalupe Juárez

FOTOS ÁNGEL FLORES/AGENCIA ES IMAGEN

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

La madrugada del 5 de junio seis disparos, uno de ellos en su cabeza, le quitaron la vida a Víctor.

En 2004, al cumplir 25 años, sus vecinos lo integraron a una banda dedicada al robo de combustible.

Después de haber aprendido cómo funcionaba el negocio decidió que no quería ser empleado de alguien más y reclutó a su propio personal, “se conectó” a una toma de Pemex que había detrás de su casa, comenzó a vender el combustible que conseguía.

Los fajos de billetes en su bolsa lo hacían sentir orgulloso de la decisión tomada, presumía de su nuevo negocio a quien se encontraba a su paso, pero a sus ex compañeros no les pareció que alguien más les compitiera la plaza.

En Acatzingo, la disputa entre bandos por la ordeña está al rojo vivo.

Las balaceras se confunden con los cohetes de las ferias de los poblados, los huachicoleros son encubiertos por sus familiares, los habitantes compran gasolina a un menor precio y evitan decir dónde la venden para que nadie se la acabe y puedan seguir haciéndolo.

Aquí las personas presumen con orgullo ser chupaductos, oficio que rompió con la rutina del municipio.

Una cruz con el nombre de Víctor, presunto huachicolero, es el testimonio de la ferocidad con que se disputan la ordeña de ductos y la venta de hidrocarburos.
Una cruz con el nombre de Víctor, presunto huachicolero, es el testimonio de la ferocidad con que se disputan la ordeña de ductos y la venta de hidrocarburos.
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El modus operandi de los huachicoleros no es un secreto para los pobladores de Acatzingo. Las personas dedicadas a vender el combustible suelen comprar un predio entre el campo para construir una choza y así ocultar los contenedores de hidrocarburos del  Ejército.

La oferta consiste en dar el litro de gasolina Premium a 9 pesos, mientras que la magna es comercializada en 7 pesos.

El ofrecimiento tiene caducidad. Los vendedores ofrecen su producto a determinadas personas y en un periodo específico; puede ser una semana, un mes…

“No es que todo mundo te ande diciendo dónde comprarlo (el combustible); es más, entre menos sepan los demás con quién conseguirla es mejor, porque dura más y puedes regresar por más litros a menos precio”, asegura un automovilista.

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Dos gorras de beisbol y un cojín que servía de base se encuentran abandonados en “el diamante”, les hacen compañía unas botellas de cerveza sin terminar. La cinta amarilla que rodea el lugar indica el peligro al que todavía temen quienes habitan en la zona.

Domingo 12 de junio, 12:00 horas. Las sirenas de las 20 patrullas municipales y de las tres ambulancias  sonaban desde la comandancia, algo había pasado, ¿Qué? ¿Quién? “seguro es entre huachicoleros”, se dijeron los pobladores.

Las noticias fluían en forma de rumor. El peluquero platicaba con sus clientes mientras le  hacía un degrafilado al cabello de una de las mujeres, un vendedor de nieves contó cómo un comando armado llegó en busca de dos chupaductos al juego de beisbol que se disputaba ese domingo, en la unidad deportiva del municipio, y disparó en contra de todos; las balas perdidas lesionaron a los espectadores.

“Ya nadie está seguro, pagan justos por pecadores”, lamenta el estilista.

La Fiscalía General del Estado aseguró que la primera línea de investigación giraba en torno al robo de combustible debido a que una de las personas ultimadas fue detenida en 2011 por este delito, por lo que se presumió que el móvil del asesinato se debió a  conflictos entre bandos contrarios.

Desde ese día ni los taxistas han accedido a la zona.

El miedo de regresar los hace justificarse al decir que es un lugar de difícil acceso, aunque al llegar la puerta esté abierta.

 Las cintas amarillas, ya en el suelo, aún causan el efecto de advertencia, luego de que en el campo de beisbol se desatara una balacera entre ladrones de combustible
Las cintas amarillas, ya en el suelo, aún causan el efecto de advertencia, luego de que en el campo de beisbol se desatara una balacera entre ladrones de combustible
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Son las 14 horas, domingo 3 de julio. Una serie de estruendos entre las montañas acelera el ritmo cardiaco de los que se encuentran en la localidad.

“Son cohetes”, afirma un taxista.

En dos horas más, medios de comunicación informarían que una refriega entre bandas de huachicoleros dejó como saldo cuatro personas muertas, después de que habitantes de San Sebastián Villanueva encontraran a dos calcinadas en una camioneta que transportaba contenedores de combustible robado.cuidado copia

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La cruz ubicada en la calle 5 Poniente, entre 9 y 7 Sur, del centro de Acatzingo marca el lugar donde pereció Víctor.

“Lo iban correteando en dos camionetas, él iba en su automóvil, lo alcanzaron y lo balacearon. No temía al decir que era huachicolero, aquí todos presumen ser así, algo que no sorprende, en sí a nadie le afecta que se dediquen a eso, lo malo es que hieren a inocentes.

El año pasado, de acuerdo con cifras oficiales, 9 de cada 10 asesinados en este municipio fueron ultimados con un arma de fuego. Los testimonios coinciden con las estadísticas, los chupaductos portan armas de largo alcance para “pelear la plaza”, señalan los pobladores.

“Si se quieren matar entre ellos, que lo hagan, pero no a nosotros que ni la debemos”, piden quienes han sido testigos de los crímenes. Aquellos que desde las 20 horas bajan las cortinas de sus negocios y ya no dejan salir a sus hijos a jugar beisbol. Los mismos que colocan lonas amenazando a los ladrones con lincharlos.  Los que saben quiénes son los huachicoleros.choza copia

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