En estas semanas de movilizaciones magisteriales contra la Reforma Educativa, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no sólo ha bloqueado carreteras y sus miembros se han ausentado de los salones de clases.

Sus líderes y voceros no han dejado de estar en los medios de comunicación explicando las razones por las que exigen que se deroguen dichas modificaciones constitucionales.

En su estrategia mediática no ha faltado el uso de las redes sociales, en las cuales los usuarios que apoyan su causa han tratado, en días recientes, de descalificar la reforma alegando que es simplemente laboral y no educativa.

Con ello, la CNTE ha ido posicionando un discurso que –pese a ser victimista y tramposo– ha permeado en otros grupos sociales, que aprovechan la inconformidad de los maestros disidentes para ventilar la suya.

El caso es que hoy casi nadie sale en defensa de la Reforma Educativa. Lo hacía con mucha enjundia el titular de la SEP, Aurelio Nuño, pero desde que éste fue desplazado por el secretario de Gobernación en el manejo del conflicto, ha dejado de aparecer en los medios.

En este contexto, uno tiene que preguntarse dónde está el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), antes una fuerza poderosa y omnipresente en la política nacional.

Juan Díaz de la Torre, quien fue improvisado como el líder del sindicato más numeroso de América Latina –con más de un millón de agremiados– parece estar amordazado, no sé si por voluntad propia o porque así se lo han exigido.

Varias veces he solicitado entrevistas con él, pero su equipo de comunicación siempre alega que se encuentra de viaje o atendiendo alguna actividad sindical.

El lunes pasado traté de entrevistar en la radio a los líderes de las secciones 21 y 50, de Nuevo León, para hablar de la inconformidad de los profesores que empieza a crecer en ese estado.

Ambos se negaron a hablar. No así el vocero de la CNTE en la sección 21, Antonio Cota, quien con un tono bastante menos rijoso que el de sus colegas en el sur del país explicó lo que molesta a los disidentes respecto de la Reforma Educativa.

Es increíble que un cambio legal que cuenta con tanto consenso social y cuyo proyecto en el Congreso fue suscrito por decenas de legisladores no consiga quién lo defienda.

¿Dónde están los maestros de los que presumía la SEP hace algunos meses por sus altas calificaciones en las evaluaciones?

Sería una lástima que una reforma en cuya gestación participaron organizaciones de la sociedad civil muriera de inanición.

Recuerdo que cuando Elba Esther Gordillo gobernaba el SNTE con mano dura, esas organizaciones demandaban –con mucha razón– que el sindicato diera a conocer la nómina del magisterio, cosa a la que ella siempre se negaba.

De eso se trataba la reforma: de transparentar los enormes flujos de recursos que corrían por las arcas del poderoso sindicato.

La opacidad permitía que los líderes se enriquecieran mediante la venta y renta de plazas. Una buena cantidad de recursos públicos se perdían en comisiones sindicales. Y, mientras tanto, los niveles educativos de México se quedaban en el sótano de los países de la OCDE.

Aunque fue encarcelada formalmente por defraudación fiscal y lavado de dinero, todos entendimos que Elba Esther Gordillo fue hecha a un lado para que pudieran prosperar cambios indispensables en el sistema educativo.

Pero ahora que muchos de éstos se han concretado mediante la reforma, resulta que todo ha sido puesto en entredicho por un grupo minoritario del magisterio, y francamente, el más reaccionario de ese gremio: la CNTE.

Hoy, quienes debieran estar en la vanguardia de la defensa de lo que fue exigido por la sociedad civil –la transparencia en la nómina y el mérito académico como único criterio para asignar plazas– esconden la cabeza como avestruces.

Y eso es verdaderamente vergonzoso.

Buscapiés

Lo que nos faltaba: ayer regresó a la Ciudad de México, luego de meses de ausencia, el Movimiento de los 400 Pueblos. Luego de arremeter salvajemente contra dirigentes del PAN en Xalapa, ayer volvieron con su cara más conocida: manifestarse en paños menores a ritmo de cumbia.

 

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