Por: Pascal Beltrán del Río

A unas semanas de que comiencen los trabajos de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, pocas son las luces que tenemos acerca de cuáles serán exactamente las garantías y derechos que se pretenden plasmar en este nuevo estatuto fundamental. Y lo poco que se sabe mueve a una genuina preocupación.

En particular, me refiero a la propuesta de incluir en la Constitución local el derecho de todos los habitantes de la capital del país a gozar de una renta mínima. Dicho en plata, se trata de dar cierta cantidad de dinero que garantice la supervivencia a quienes no tengan trabajo.

De prosperar esta idea, la ley fundamental que regirá a la Ciudad de México obligará a sus gobiernos a destinar recursos públicos para que los desempleados cuenten con “un piso básico”, por decirlo con las palabras de Porfirio Muñoz Ledo, su principal promotor.

El secretario ejecutivo de la Comisión Redactora del Proyecto de Constitución fue entrevistado por mi compañera Georgina Olson (Excélsior, 05/07/12), quien le preguntó de qué forma se financiaría esta idea que suena bien en el papel.

“A través de un pacto fiscal”, respondió. “El pacto social reposa en el pacto fiscal. Si éste no funciona, todos los demás derechos se empiezan a deteriorar”.

En otro pasaje sugirió revisar el predial, al cuestionar que los grandes edificios pagan impuestos equivalentes a si sólo tuvieran dos pisos.

Las reacciones recabadas por nuestro diario dan cuenta de que la propuesta estará sobre la mesa y reencenderá viejos debates sobre el papel del Estado en la economía.

Desde luego, las visiones de que éste debe fungir como un equilibrador frente a las injusticias del mercado son parte de la oferta de la izquierda.

No es de extrañar que en este punto haya confluencia con Morena. Basta con recordar los apoyos en efectivo a ancianos establecidos durante la jefatura de Andrés Manuel López Obrador.

Por supuesto, también ya han surgido objeciones de quienes rechazan que el Estado asuma el papel de papá proveedor, cuando su función debiera ser facilitar el clima de negocios y la generación de empleos. Y llama también la atención que la procuradora de la Defensa al Contribuyente cuestione un eventual aumento al predial para financiar esta garantía, cuando ya los exdefeños pagamos gravámenes muy altos en esta materia.

Como suele ocurrir con los debates a la mexicana, el escenario está puesto para otro sainete maniqueo. Demagogos contra neoliberales: así se descalificarán mutuamente los apoyadores y detractores de la iniciativa. Y como no suena ninguna otra propuesta de otro tema, preparémonos para una feria de discusiones bizantinas sobre un planteamiento que, a lo mucho, quedará como otra bonita carta a los Reyes Magos. Lucidora en el papel, pero irrealizable a cualquier plazo.

Porque el principal problema para concretarla está justo en la solución propuesta por Muñoz Ledo, la del pacto fiscal que lleve al pacto social.

Por desgracia, la política mexicana ha devaluado a sus peores límites la palabra pacto. Véase simplemente el caso de la Reforma Educativa, surgida de un pacto que todos sus integrantes cacarearon hasta el hartazgo y del que mejor ya todo el mundo se olvidó. Probablemente otro pacto, el que se haga con la CNTE, termine recordándonos la peor de las acepciones de esa palabra.

Y si en algo somos incapaces de pactar es justamente en la materia fiscal. Porque ahí cada involucrado opera desde la lógica de recibir mucho del Estado y retribuir poco.

Todo el mundo quiere beneficiarse de los excedentes petroleros, pero ¡ay de quien proponga un IVA generalizado! Y sí, una vez aprobada la Constitución, la capital del país podrá pedirle a la Federación el pacto para financiar esa garantía a la que estaría obligada. Falta ver si el resto de entidades federativas —entiéndase sus ciudadanos— están dispuestas a subsidiarla.

Pero tal vez lo más descorazonador sea darse cuenta de que invertimos dinero público en una Asamblea Constituyente guiada por la ambición de resolver todos los problemas sociales a punta de ocurrencias. Lo que los capitalinos merecemos es un piso básico, pero de seriedad.

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