La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

El periodista Ricardo Morales narró en su noticiero de radio que la tarde del lunes se encontró a Blanca Alcalá en el restaurante El Desafuero.

¿Qué hacía?

Comía con Jorge Estefan Chidiac, presidente del CDE del PRI.

Una breve encuesta con algunos de quienes se la toparon resume todo:

Dejó de saludar con una sonrisa en la boca, dejó de ser la política amable y bien encarada, dejó de ser quien ya se sentía gobernadora.

Regresar a la realidad después de un golpe traumático no es cualquier cosa.

Se requieren agallas y una buena dosis de valor.

José Luis Flores se exilió en la Ciudad de México cuando perdió ante Melquiades Morales en 1998 y sólo regresó para asesorar a Blanca Alcalá en el ayuntamiento y para presidir la gris Fundación Colosio en el más reciente descalabro del PRI.

No lo volveremos a ver en mucho tiempo.

A Blanca Alcalá la hemos perdido varias veces después del 5 de junio, y eso que en estos días apenas se cumplió un mes de su derrota.

Lo peor para ella es que se fue diciendo una mentira la noche del citado 5-J: “las tendencias me favorecen”.

Lejos de reconocer el triunfo de Tony Gali, abrió una puerta que no conduce a ningún lado.

Hoy que empieza a estar de regreso se muestra ausente.

(El fin de semana pasado acudió a una graduación con esa misma expresión).

Alguien debería decirle que los políticos modernos enfrentan las derrotas con dignidad y decoro.

La evasión en la que vive no es una buena señal.

Ya regresará algún día, sí, cuando entienda que no fue el pueblo el que se equivocó, sino ella y sus aliados vueltos millonarios con dinero black: centenas de millones de pesos destinados a la operación electoral, y que hoy sólo abultan sus colchones.

Una fuente bien informada reveló a quien esto escribe que cuando Manlio Fabio Beltrones se enteró del saqueo millonario que practicaron algunos priistas poblanos se limitó a responder: “Qué bueno que perdieron”.

Su malestar ha sido tan evidente que no quiere saber nada de algunos de éstos.

Lo mismo opinan algunos de los priistas de a pie que sudaron la camiseta y pagaron de su bolsa las acciones partidistas:

“Qué bueno que no ganamos, qué bueno que perdimos, qué bueno que éstos no llegaron a seguir robando en las arcas”.

 

Prensa y Política

La prensa española tiene varios encantos.

Uno de éstos es su magnífico español.

El periodista menos ilustrado es capaz de escribir bien, de polemizar mejor y de ser un magnífico tertuliano.

Diarios como El País y El Mundo han empezado a ponerse nerviosos ante medios como El Español —del siempre brillante y polémico Pedro J. Ramírez— y El Confidencial.

Este último, por ejemplo, fue protagonista de uno de los grandes sucesos periodísticos recientes: los Papeles de Panamá.

En España el idioma se fortalece todos los días con medidas severas, pero necesarias, que sirven para enfrentar a la gran enemiga: la lengua inglesa.

En México la historia es otra.

Y es que todos los días surgen periodistas que balbucean en pésimo español.

No hay en los medios nacionales el rigor que tiene la prensa española.

Nuestros políticos tampoco tienen el talante de los ibéricos.

El político más pequeño en España le da lecciones a cualquier político mexicano.

Hoy más que nunca la prensa es el reflejo de la política.

Y la política es el reflejo de la prensa.

Si hay un mal traductor en medio las cosas resultan fatales.

Hay casos de periodistas aldeanos que se sienten churumbeles.

Su mayor aportación no es el cuidado del idioma sino un tonito de abarrotero en desgracia.

Los programas de “televisión” a través de You Tube son el mejor ejemplo de la orfandad en la que nos encontramos.

Si algún día después de muchos años un antropólogo se topa con uno de esos productos llegará a una conclusión brutal: nuestra generación padecía afasia y dislexia.

Una pena.

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