La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

En Los Pinos hay una certeza: para ganar las elecciones presidenciales en 2018 es necesario llevar una bandera que compren los ciudadanos.

Tal parece que los priistas ya la hallaron, aunque muchos de los suyos sufrirán las consecuencias.

La multicitada bandera tiene un nombre: el de la anticorrupción.

En su primer discurso como presidente del CEN del PRI, Enrique Ochoa Reza nos acaba de recordar los mensajes ominosos que el presidente Peña Nieto lanzó recientemente a través de su vocero a los gobernadores de Veracruz y Quintana Roo.

En ese sentido, y ante las sillas vacías de Javier Duarte y Roberto Borge, el nuevo líder dijo que su partido está obligado a pedir la destitución de los gobiernos priistas corruptos.

Y fue más allá: pidió también impedir el acceso de candidaturas, en todos los niveles de Gobierno, a personas que tengan algún antecedente de corrupción.

Sobra decir que este discurso no lo habrían podido pronunciar ni Manlio Fabio Beltrones ni César Camacho, ni Ivonne Ortega.

Hacía falta que llegara un personaje limpio y desconocido como Ochoa Reza para que el PRI iniciara su enésimo cambio de rostro.

Lo que está haciendo Peña Nieto con su partido es someterlo a una de esas operaciones de liposucción y cirujía plástica a las que son tan adictas algunas esposas de los hombres de poder.

El discurso anticorrupción del partidazo busca quitarle la bandera al PAN y a Morena.

Y hay que decirlo: en el escritorio es simplemente genial.

El problema surgirá cuando quiera empezar a aplicarlo.

¿Quién será el primer gobernador priista que vaya a prisión?

¿Duarte, el de Veracruz?

¿Duarte, el de Chihuahua?

¿Roberto Borge?

Cualquiera de los tres sería un candidato espléndido.

No bastará con señalar a un corrupto desde el edificio del CEN.

No bastará con pontificar en las ruedas de prensa.

No bastará con enviar mensajes ominosos en las columnas periodísticas.

Para que los ciudadanos que votarán en el 18 le crean al PRI habrá que dar una o varias lecciones inolvidables.

En el caso de los ex gobernadores, también señalado por Ochoa Reza en su discurso, hay varios de éstos que tendrían que ser llamados a cuentas: desde José Murat —quien se ha vuelto el aplaudidor número uno del nuevo líder— hasta Ulises Ruiz y Mario Marín.

Estos personajes, como los arriba señalados, son también candidatos idóneos para limpiar la casa.

Sus cabezas colgadas sería la mejor prueba de que el PRI quiere cambiar y no sólo quitarse algunos kilitos de más o las patas de gallo.

El tema de los candidatos —si de verdad se aplica— también meterá a muchos de los aspirantes a gobernadores, senadores y diputados en una ruta peligrosa.

Y es que, por hablar del caso poblano, ¿quiénes podrían salvarse de los señalamientos de corrupción?

Blanca Alcalá, por ejemplo, fue señalada en la reciente campaña como protagonista de varios actos de corrupción.

¿Con qué cara se presentaría en el 18 a buscar de nuevo la candidatura a Casa Puebla?

Si se aplica el rasero de Ochoa Reza —patentado desde Los Pinos— no llegaría ni a semifinales.

De ser real la historia que nos están vendiendo desde Los Pinos, muchos priistas se convertirán en víctimas propicias.

Habrá, sí, que comprar suficientes palomitas de maíz para ver la trama que viene.

Ni el propio Hitchcock habría sido capaz de crear tanto suspenso.

 

La Audiencia más Solicitada del Mundo

Desde hace veinte días, Isabel Allende, ex dirigente estatal del PRI, llama todos los días a una oficina en espera de una audiencia.

¿A quién buscará con tanto ahínco?

¿Al presidente Peña Nieto?

¿Al secretario de Gobernación?

¿A Luis Videgaray?

No.

Para nada.

Quiere una audiencia nada menos que con Tony Gali Fayad, gobernador electo del estado de Puebla.

Y no es la única priista que está en esa carretera.

Se cuentan por decenas.

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