Amantes de los animales encuentran comprensión y un sitio para despedir a sus mascotas más queridas con ceremonias especiales
Por Guadalupe Juárez
El french poodle yace en una canasta adornada por flores. Atrás se ve un cuadro con perros donde destaca un cielo azul. Parece que el cachorro duerme la siesta, sin embargo el llanto de quienes lo acompañan evidencia que Dory ya no despertará.
La cesta, de mimbre tejido, sin asa, lleva una almohadilla. Sustituye a un ataúd. Los sollozos de una mujer, quien tiene el cabello completamente blanco, despiden a su amigo.
La muerte de una mascota no es algo nuevo para Claudia Alonso Rivera, bióloga y gerente administrativa de la primera empresa en Puebla dedicada a servicios funerarios para animales: Memorial Friends. La idea de montar este negocio, junto con su hermano Juan Carlos, nació después de la pérdida de Samantha, una cocker que rescató y logró convertirse en su amiga, en su acompañante.

El teléfono sonó. Octubre de 2012. Era un amigo de Claudia, pensó que ella sería útil en esta emergencia: yacía una perra accidentada en una construcción; tenía los pulmones perforados y las costillas rotas.
Corrió. Llegó a atender a la agonizante. El caso era grave y fue desahuciada por los veterinarios, pero la cocker desafió los diagnósticos. Los cuidados de su salvadora ayudaron a su recuperación.
Tras la química que surgió desde el primer momento, ambas supieron que no podían separarse. Sin embargo, la agenda de Claudia parecía interponerse. “No podía quedármela”, recuerda, “tenía que viajar mucho; no creí que podría funcionar”.
Llegó el día en que debía trasladarse a Ciudad Serdán. “Agarré mi carro y vi que sí pude”, recuerda. Desde esa ocasión se convirtieron en amigas.
Dormían juntas. Recorrieron carreteras, la acompañaba al trabajo y destinaron los sábados para ver películas. Eran un equipo hasta que una segunda emergencia no superó la condena que antes había escuchado Claudia. Samantha fue envenenada. Murió en la veterinaria.
Las opciones para despedirla no la convencían. “Ella sembró la semillita de decir: ‘no eres la única que quiere, que ama (a su mascota) y que necesita ese tipo de apoyo’. Realmente es una necesidad que están demandando las familias”, menciona Claudia al explicar las razones de sus clientes para solicitar sus servicios.

Un adiós especial
“Recibimos la llamada, ya sea que la muerte haya sido por programación o algo inesperado. En ambos casos, preguntamos por el nombre de la mascota para dirigirnos al doliente diciendo el nombre del compañero, nunca ‘mascota’ o ‘perrito’ y damos el pésame si ya falleció”, explica la gerente del lugar.
Los paquetes que ofrecen van de mil 200 a 3 mil 500 pesos, y pueden incluir servicios de transporte del cuerpo, adornos florales, café para los asistentes y conexión a internet.

“Aquí en Puebla no se había dado el salto de honrar a las mascotas fallecidas. En los tres meses que llevamos, escuchamos a los dolientes decir: ‘para mí, era mi hijo; para mí, era mi compañero’, y dan las gracias a los presentes por asistir. ¿Qué significaba esto? Que se necesitaba un modo para dar un trato digno y muy respetuoso a la mascota y a la familia.
“Y dignificar lo que realmente son: seres vivos que merecen respeto, amor. Si lo cuidé desde cachorro también le doy todo en su fallecimiento”, concluye Claudia, mientras el teléfono suena. Hoy posiblemente haya otra despedida.

