Para Santiago, uno de los devotos que acude al templo conventual ubicado en la 16 de Septiembre, entre 17 y 19 Oriente, ésta es una fecha especial también para los poblanos

Por: Humberto Pérez Rodríguez
Fotos: Ángel Flores / Jafet Moz / Agencia EsImagen / Humberto Pérez Rodríguez

Es 16 de julio, Santiago lo sabe. Es día de la Virgen del Carmen y como cada año la visitará, no para pedirle algo, sí para agradecerle por el buen año que tiene.

Su casa a está a unas cuantas cuadras del templo del Carmen así que comienza una caminata que dura alrededor de unos 10 minutos. Es sábado y el ir y venir de las personas en las calles es tan habitual, tan rutinario.

–“Buenas tardes don Jorge”.
–“Gracias Santiago, igualmente”.

Al llegar a la 17 Oriente el aroma de los antojitos mexicanos lo atrapa. Es una mezcolanza de olores que sólo puede percibirse en esas ferias de pueblo.

Mole poblano, pambazos, cemitas, chanclas y chalupas, todo puede distinguirse; su antojo ha despertado.

“Primero vamos a ver a la virgen, lo primero es lo primero, ya después comeremos”, piensa Santiago.

El “cacao”, una bebida refrescante espera a los visitantes en el barrio del Carmen. Foto: Jafet Moz / Agencia EsImagen
El “cacao”, una bebida refrescante espera a los visitantes en el barrio del Carmen. Foto: Jafet Moz / Agencia EsImagen

–“¿Aquí va la fila para entrar al templo?”
–“Sí joven, aquí va”.

Mientras espera, Santiago se da tiempo para observar algunos elementos del templo que alcanza a ver, un recinto construido en el siglo XVII de planta de cruz latina, con cuatro capillas en su interior y un campanil en lugar de una torre.

Si él tiene una virtud es la de poder recordar datos muy precisos.

A su mente llegaron aquellos días cuando tuvo la oportunidad de platicar con Sergio Vergara Berdejo, hoy gerente general del Centro Histórico y Patrimonio Cultural de Puebla, así como con Jorge Luis Morales Arciniega, catedrático de la BUAP y autor de la investigación Necrópolis angelopolitanas, quienes le hablaron del templo del Carmen a donde estaba a punto de ingresar.

En lo que hoy es el parque del barrio había una merced de agua, controlada y administrada por los Carmelitas, como parte de la enseñanza agrícola en el siglo XVII.

Los alrededores del templo eran terrenos de cultivo para enseñar lo relativo a la siembra y cosecha de frutas, verduras y hortalizas, como parte de un mandato oficial.

“La reina Isabel de Portugal divide la ciudad en cuatro cuadrantes, uno de ellos era el del Carmen. Cuando llega y funda la ciudad dice ‘fúndese una ciudad de españoles para hacer una ciudad agrícola’, los carmelitas se dedican a hacer toda esta parte del ensaño agrícola. Por eso tenían las granjas, estaban las hortalizas.

“Era un sistema de educación para dictar la evangelización, para decir cómo se conceptualizaba la nueva religión. El Carmen, San Agustín y la Compañía de Jesús eran de educación con diferentes términos”, relataba Vergara Berdejo.

Sergio Vergara Berdejo, gerente general del Centro Histórico de Puebla. Foto: Archivo Agencia EsImagen
Sergio Vergara Berdejo, gerente general del Centro Histórico de Puebla. Foto: Archivo Agencia EsImagen

Cuando cruza el arco de la 17 Oriente y la 16 de Septiembre, Santiago observa como cada año –o como cuando pasa al templo a orar– el pequeño atrio del templo conventual.

El atrio del templo del Carmen, listo estaba para recibir a miles de devotos. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen
El atrio del templo del Carmen, listo estaba para recibir a miles de devotos. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen

Levanta la mirada y admira la fachada que reúne elementos propios de la arquitectura barroca poblana, esa conjunción de colores que salta y atrapa a la vista.

“Tiene el ladrillo, la argamasa, la piedra, eran elementos que se iban cambiando conforme las técnicas y los diseños de la arquitectura que existían en el mundo. Tiene muy buena cantería, quiere decir que los canteros lo hicieron con muy buena forma, con esa combinación de ladrillo con talavera y con elementos blancos de la argamasa”, explicaba en aquel entonces el hoy gerente general del Centro Histórico de Puebla.

Un detalle muy poblano: ladrillo, talavera y argamasa. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen
Un detalle muy poblano: ladrillo, talavera y argamasa. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen

Al entrar a la iglesia, lo primero que observa Santiago a su derecha es un lienzo, La Santísima Trinidad, una pintura al óleo sobre madera hacia finales del siglo XVII, obra de Cristóbal de Villalpando, aquel artista que dejó parte de su legado en la cúpula de la catedral de Puebla con el tema La apoteosis de la eucaristía.

Cristóbal de Villalpando dejó plasmada su obra en el templo conventual del Carmen; aquí La Santísima Trinidad. Foto: Humberto Pérez Rodríguez
Cristóbal de Villalpando dejó plasmada su obra en el templo conventual del Carmen; aquí La Santísima Trinidad. Foto: Humberto Pérez Rodríguez

Después, del lado izquierdo, observa la capilla de Santa Teresa de Ávila, de planta octagonal que presume una cúpula de gajos donde están plasmados distintos pasajes de la vida de Santa Teresa; el espacio lo comparte con la Virgen de Dolores.

Aspectos de la vida de Santa Teresa de Ávila en la cúpula de una de las cuatro capillas del templo del Carmen. Foto: Humberto Pérez Rodríguez
Aspectos de la vida de Santa Teresa de Ávila en la cúpula de una de las cuatro capillas del templo del Carmen. Foto: Humberto Pérez Rodríguez

Más adelante, aparece del mismo lado la capilla de Santa Cruz de Huatulco.

“Hay una capilla barroca interesantísima que está adentro del claustro que poca gente visita, su pequeña cúpula está labrada con argamasa, haz de cuenta como la Capilla de los Negritos en Santo Domingo, claro, más sencilla pero también de ese tipo de elementos, o sea, El Carmen es totalmente la concepción del barroco, del clásico del siglo XVII y del decorado del siglo XVIII, no nada más de la iglesia sino de las formas que fueran”, recuerda Santiago de la plática con Sergio Vergara.

La fila donde él está avanza poco a poco.

Se detiene justo en los accesos de las capillas donde está San Homobono y del Niño Jesús de Praga.

Imagen del Niño Jesús de Praga, en el templo conventual del Carmen. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen
Imagen del Niño Jesús de Praga, en el templo conventual del Carmen. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen

A la distancia observa cómo detrás del camarín de la Virgen del Carmen las personas formadas se detienen unos segundos para tocar su manto y persignarse; muchos se desprenden de una cinta que cuelga de su cuello y lo ofrecen a la imagen.

Es el mismo ritual que hará cuando llegue a ese punto.

Recurso 2

“Tú puedes caminar adentro del Carmen, tiene su camarín, ves la imagen por el frente pero también la puedes ver por atrás, puedes pasar a su guardarropa, esto va interrelacionando la virtud de lo que te da la Virgen del Carmen como parte del visitante”, le decía el también autor de obras como Puebla, ayer y hoy y Paseo de San Francisco.

La foto pa’l feis. Foto: Archivo Agencia EsImagen
La foto pa’l feis. Foto: Archivo Agencia EsImagen

Pero ese ritual, ese contacto con la imagen de la Virgen del Carmen, guarda un especial significado.

Pasar por detrás del camarín y sentir con los dedos, con las manos, lo terso del manto de la Virgen representa una forma de protección.

“Es una advocación, es una Virgen que puedes traer a través del escapulario, tenemos un contacto con lo divino que va más allá de ver la imagen, nos llevamos un trozo de lo que los carmelitas dicen es el vestido mismo de la virgen, entonces lo estas trayendo.

Recurso 1

“Necesitamos ese sentido de protección; estamos en un punto tan material que lo espiritual se sublima hasta cierto punto y entones la gente necesita de esos momentos, aunque sean ráfagas”, indicaba aparte Jorge Luis Morales Arciniega.

Jorge Luis Morales Arciniega, catedrático de la BUAP y autor de la investigación Necrópolis angelopolitanas. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen
Jorge Luis Morales Arciniega, catedrático de la BUAP y autor de la investigación Necrópolis angelopolitanas. Foto: Ángel Flores / Agencia EsImagen

***

El momento ha llegado.

Santiago se persigna.

Toma su escapulario y se desprende de él.

Le hace un par de nudos, busca un pequeño espacio en el camarín donde pueda meterlo y dejárselo a la virgen.

“Gracias por todo”, se limita a decir Santiago.

El tránsito en la fila se desahoga, ya no es aquella que se detenía cada minuto; ahora ha desaparecido.

Santiago se dirige a la salida, adquiere otro escapulario y un Carmelita se lo impone.

Al dejar el claustro contempla desde la entrada los magníficos arreglos florales hechos ex profeso para la fiesta de la Virgen del Carmen.

Tiene la fortuna de toparse con los encargados de haber adornado el templo.

Nada es casualidad o coincidencia.

“Fueron ocho mil rosas, joven. Utilizamos 500 maracas, 100 paquetes de lilis y diez paquetes de follaje, entre piñanonas, plumoso, avispas, anturios, hortensias y orquídeas”, le explica Agustín –un diseñador floral– a Santiago.

Agustín es el encargado de adornar la carroza de la Virgen de Zapopan; además, ha hechos trabajos en la iglesia de la Virgen de la Purísima Concepción y en Talpa de Allende, todo en el estado de Jalisco.

Procedentes de Guadalajara llegaron las flores que adornaron el interior del templo.
Procedentes de Guadalajara llegaron las flores que adornaron el interior del templo.

Afuera la fila sigue, da lo mismo vivir en el fraccionamiento más lujoso de la ciudad o en la colonia más apartada.

Las llamadas clases sociales allí desaparecen.

El punto es visitar a la virgen.

“Cada 16 de julio vemos filas interminables de gente que quiere pasar debajo del manto de la virgen. El Carmen es así, los sábados podemos ver las bodas de las personas más selectas de Puebla, es uno de los tres templos que acogen este tipo de bodas: la catedral, la capilla del rosario y el Carmen.

“Pero los domingos viene gente de todos lados, gente pobre, de clase media, media alta; en la festividad el rico y el pobre se van a sentar en una mesa de lámina comiendo chalupas o pelonas, cualquier comida de nuestra rica gastronomía poblana”, señalaba Jorge Luis Morales Arciniega.

Cada año la imagen es la misma. Foto: Archivo Agencia EsImagen
Cada año la imagen es la misma. Foto: Archivo Agencia EsImagen

***

“Ahora sí, a echarme unas chalupas, aunque sean franciscanas”, dice Santiago mientras se dirige a los puestos de comida.

–“Deme una orden, por favor”.

Al sentarse en una silla de metal de los tantos y tantos negocios de comida improvisados en el barrio del Carmen, Santiago observa cómo la festividad religiosa toma otro matiz.

“Es una de las fiestas más reconocidas por todas las clases sociales. Tú vas al Carmen y vuelves a tener la gran fiesta de la convivencia y de la vendimia: la comida, los antojitos, pero también de la religiosidad. Ahí te das cuenta que la sociedad poblana en la religiosidad sigue manteniendo esa tradición”, refería Sergio Vergara Berdejo.

Contrastes. Foto: Jafet Moz / Agencia EsImagen
Contrastes. Foto: Jafet Moz / Agencia EsImagen

Santiago pide otra orden para llevar, son 20 pesos.

Se levanta y emprende el trayecto de regreso a casa; tenía pensado ir al Zócalo a caminar pero será otro día.

El cometido de hoy se cumplió: visitar a la Virgen del Carmen en su día como cada año y ser parte de esta festividad porque, como lo dice, es también de los poblanos.

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