En 2014 publiqué una serie de artículos llamado “Para entender la reforma energética”, en los que abordaba defectos, cualidades, y explicaba de forma somera el nuevo esquema energético. Mi principal objetivo era eliminar las cargas ideológicas y propagandísticas, ya sea a favor o en contra de la reforma.
Ese mismo ímpetu ha calificado como un éxito o un fracaso (depende quien lo analice) pero la mayoría de las ocasiones con conclusiones simples y alejadas de lo que la reforma ofrecía.
Hay mitos y realidades creadas por ambos bandos. Creo que es necesario explicarlos.
Mitos:
- La reforma per se no “salvaba” ni “saneaba” a PEMEX. La reforma sólo ampliaba el abanico de oportunidades de la empresa. Al igual que en la evolución de las especies, una empresa será más exitosa mientras mayor capacidad de adaptación tiene. Ahora PEMEX tiene muchas herramientas. El resultado de aprovechar esas herramientas no lo podía ni puede indicar la ley.
- La reforma no baja ni sube los precios de los combustibles. Una parte del imaginario colectivo mexicano piensa que el gobierno es quien pone todos los precios. Aunque si influye, no es así: el precio de las gasolinas depende del precio internacional del petróleo, los impuestos, los costos de refinación y el costo del transporte y distribución. La reforma puede hacer que por mayor eficiencia en los procesos de refinación o distribución el costo baje. Por otro lado, el ejecutivo tiene en los impuestos una herramienta que puede bajar el costo o subirlo. Eso impactará directamente las finanzas públicas. El impuesto a las gasolinas es una de las formas más fáciles de hacerse de recursos y seguramente el gobierno lo seguirá usando. Finalmente, para que el costo por competencia baje, se requiere inversión en infraestructura, la cual tardará años en consolidarse.
- La reforma no bajaba en automático el precio de la electricidad. Para bajar el precio se requiere que baje el costo de los combustibles (ya se mencioné arriba como funciona esto) y/o el costo de la generación y/o el costo de la distribución. La reforma permite inversión privada, lo que se puede traducir en inversiones que hagan más eficiente la cadena y transferencia tecnológica de forma más ágil. Además de abaratar el costo de generación mediante energías renovables (solar, eólica).
- La reforma no vendió PEMEX. La empresa cambió su naturaleza, pero no se ha vendido. De hecho, el pasivo laboral que aún tiene (compromisos futuros de pensiones y jubilaciones, por ejemplo), la hace poco atractiva para ser adquirida por alguien. Más aún: la venta de algunos complejos como Pajaritos se dio antes de la reforma constitucional.
Contrario a todo lo anterior, lo que si sucede es:
- El precio de las gasolinas dependerá de los precios internacionales y de los impuestos que el gobierno le ponga (que no son materia de la reforma).
- Conforme el sector renovables avance, el costo de la electricidad tenderá a bajar y a estabilizarse.
- Quien se atreva a asegurar incrementos o caídas de los costos, como consecuencia directa y precisa de la reforma, le está mintiendo.
- Es probable que, como una tendencia mundial, los combustibles deban de pagar mayores impuestos, como desincentivo para su uso y para impulsar las energías renovables, pero esto tardará años, aunque mientras más rápido mejor.
