A partir de la reciente muerte del escritor Elie Wiesel y su obra, el investigador aborda en su reflexión la desaparición de las humanidades en las universidades del mundo
Por José Rafael de Regil Vélez
Hace unas semanas me topé con una noticia, una entrevista y un manifiesto que me han dejado pensando: murió Elie Wiesel, Nobel de la Paz 1986; George Steiner, académico británico octogenario, dialogó con un periodista sobre ideas sumamente provocadores: un grupo de académicos de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, en Madrid, escribió al público español en general, con ocasión de una posible reforma universitaria en la que la filosofía pierde presencia específica en la estructura de esa institución.
Elie Wiesel fue judío, vivió en carne propia la experiencia de los campos de concentración nazis. Es de dominio público que después de su liberación estudió y ejerció el periodismo. Con el paso del tiempo escribió y publicó diversas obras uno de cuyos temas centrales fue el de la importancia de la memoria, el cual esbozó a partir de la existencia real del holocausto… Me parece muy afortunado el apartado que seleccionó Pablo Ximénez del discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en la nota que publicó en El País, el 3 de julio pasado:
“Lo recuerdo: sucedió ayer, o hace una eternidad. Un joven chico judío descubrió el Reino de la Noche. Recuerdo su desconcierto, recuerdo su angustia. Todo sucedió tan deprisa. El gueto. La deportación. El vagón de ganado sellado. El altar ardiente donde la historia de nuestra gente y el futuro de la humanidad habrían de ser sacrificados. Recuerdo que preguntó a su padre: ‘¿Puede ser esto verdad? Esto es el siglo XX, no la Edad Media. ¿Quién puede permitir que se cometan crímenes así? ¿Cómo puede el mundo permanecer en silencio? Y ahora ese chico me mira a mí. ‘Dime’, pregunta, ‘¿qué has hecho con mi futuro, qué has hecho con tu vida? Y yo le digo que lo he intentado. Que he intentado mantener la memoria viva, que he intentado luchar contra aquellos que olvidan. Porque si olvidamos, somos culpables, somos cómplices”.

George Steiner es un pensador francés, académico emérito de las universidades de Cambridge y Oxford en el Reino Unido. A sus más de 80 años carga con las limitaciones de la enfermedad y suele vivir en el retiro. Recién concedió de manera inusual una entrevista al periodista Borja Hermoso. En la conversación –publicada también por El País– el pensador vierte sus reflexiones sobre la educación como fábrica de incultos, desmemoriados; sobre el derecho que todos tenemos a guardar nuestros más íntimos secretos, los que nos constituyen como las personas que somos; la importancia del error juvenil para la formación del adulto maduro; de lo injusto de un sistema que obliga a sus jóvenes a los 18 años a decidir como si el futuro estuviera resuelto.
Steiner y Wiesel con su vida y obra llaman la atención sobre los temas y las experiencias más profundamente humanas: la memoria como el lugar en el que mente y corazón coinciden para rescatar lo que humaniza al llamarnos a no repetir lo inhumano, lo que priva y mata; el error y su papel inmensamente importante en la conformación de la sabiduría de las personas, que no coincide necesariamente con los años de estudio; de la importancia de mantenerse atentos ante un sistema social y cultural que al basarse en la apariencia provoca en muchas personas la sensación de que les falta saber quiénes son y las oportunidades para serlo.
Ellos hablan –como muchos otros– de lo que permanece ante lo que cambia, de lo que da unidad en la multiplicidad en la que se desarrolla la existencia; del papel de la persona frente a su contexto, frente al sistema que no necesariamente le permite ir siendo tal… Ponen de muchas maneras la necesidad de pensar a partir de la experiencia, de la descripción causal-funcional de las ciencias, pero más allá de ellas… Su vida y su obra son invitación a filosofar; es decir, a mirar la vida más allá de lo obvio, en búsqueda siempre de lo profundo, de lo que da sentido y significado a la existencia porque nos pone –no sin dificultad– ante lo que las cosas y las personas somos y no sólo frente a lo que parecemos o a la forma en la que funcionamos.
Es esto lo que Fernando Savater, José Luis Pardo, Manuel Cruz, Juan Manuel Navarro Cordón, Ramón Rodríguez García y José Luis Villacañas Berlanga, filósofos todos de la Madre Patria, ponen en la tribuna de la opinión pública al escribir un manifiesto en el que reclaman la importancia del pensar filosófico para las personas, en especial en tiempos funcionales y consumistas como los que vivimos. Ellos en la carta que publicaron en la tribuna de El País toman partido frente a la tendencia en que su casa de estudios, la Universidad Complutense, parece haber entrado al proponer una reforma en la cual desaparece la Facultad de Filosofía para ser asimilada en una de Filología, con la consecuente pérdida de libertad de investigación de su área propia de saber y la vulneración de su colegialidad.
En Japón se ha desterrado a las humanidades de los planes de estudio universitarios y hay una tendencia en muchos más países, el nuestro incluido, a acotar su espacio en la formación de las generaciones jóvenes.

Sería lamentable perder un espacio para la reflexión que va más allá de la descripción causal y funcional de las ciencias naturales y sociales y que permite cuestionar el sentido, plantear problemas éticos por encima de los metodológicos y presupuestales, para terminar llamando la atención sobre lo que nos implican cosas como el amor, la dignidad, la justicia, la solidaridad, el error, el llamado a la libertad, los condicionamientos que tenemos por ser seres circunstanciales y las posibilidades de romper de alguna manera con lo que nos ata: cultura, tiempo y espacio.
Conservar las oportunidades para lo profundamente humano hoy es importante. Así podremos escuchar hablar y tomar postura frente a la vida, no sólo ante personas como Elie Wiesel y George Steiner sino a muchos otros –posiblemente nosotros mismos– y así siempre habrá una oportunidad para algo más que el mero transcurrir en la existencia.
