La extracción ilegal de combustible del corredor huachicolero en Puebla genera pérdidas hasta por mil 229 millones de pesos por la ordeña de las tomas clandestinas a los ductos de Petróleos Mexicanos
Por Guadalupe Juárez
La disputa de bandas locales dedicadas a la extracción ilegal de combustible contra el cártel de Los Zetas por el control del corredor huachicolero en Puebla, integrado por 21 municipios. Pérdidas hasta por mil 229 millones de pesos por las tomas clandestinas. Reclutamiento de menores de edad. Asesinatos. Alcaldes amenazados. Incremento de robo de vehículos. La zozobra. El miedo. La desesperanza.
Ese es el saldo de una soterrada guerra que ha dejado el robo de hidrocarburos en Puebla.
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Ya vienen.
Ya vienen.
Ya están aquí.
Su voz tiembla. Los recuerdos ensombrecen su rostro. Su mente se traslada a enero de 2015, cuando vendiendo legumbres en Acatzingo un comando armado mató –frente a sus ojos– a su familia.
El tiroteo duró menos de cinco minutos. El estruendo lo obligó a tirarse pecho a tierra; “como en una guerra”, añade Hipólito, un campesino oriundo de Tepeaca, que relata lo que fue la peor experiencia de su vida.
Su tono tembloroso es de quien ha visto de cerca la violencia que ha dejado la presencia de Los Zetas, que se han diversificado para sostener con el robo de combustible las operaciones de otros delitos.
“Eran ellos, Los Zetas. Buscaban a alguien que los traicionó, los confundieron con mis familiares y los mataron. Nosotros, como campesinos que buscamos vender nuestro producto en otros municipios, ya no estamos seguros.
“Hay quienes piensan que pueden competir con los narcos, pero se equivocan. Lo malo es que afectan a gente como uno, que se quiere ganar la vida honradamente”, se lamenta mientras le da un sorbo a su vaso con refresco de toronja, como si el líquido en su boca lo ayudara a deshacer el dolor.
Las armas de largo alcance, algunas mejores que las de los policías municipales –han reconocido los propios alcaldes– son muestra de la presencia del crimen organizado.
A decir del director de Análisis de la consultoría Etellekt, Asael Nuche González –en entrevista para Excélsior– 90% de la ordeña de ductos de Pemex es controlada por los cárteles de la droga para financiar sus actividades en el narcotráfico y la guerra emprendida contra el gobierno federal.
Pero es esta afirmación la que confirma que el resto de las perforaciones –10%– es realizado por otros grupos. Quizás con aquéllos son los que se disputan el control de las tomas clandestinas en Puebla.
En este caso –de acuerdo con testimonios recabados por 24 Horas Puebla– el robo de combustible es llevado a cabo por las bandas que hace 10 años iniciaron con el ilícito en la entidad y por aquellos que después de aprender cómo hacerlo deciden comercializarlo por su cuenta haciéndose pasar por miembros del cártel, lo cual ha llevado a varios enfrentamientos por los lugares de ordeña y la confrontación por la venta al menudeo de los litros de combustibles hurtados.
Más allá de un triángulo
La milicia resguarda día y noche los municipios considerados focos rojos por este ilícito: Palmar de Bravo, Acatzingo, Tepeaca, Quecholac y Acatzingo.
Es en estos municipios donde las balaceras a plena luz del día entre bandas de chupaductos –como se conoce a las personas dedicadas al robo de combustible–, las explosiones de tomas clandestinas, las camionetas encendidas, los derrames de combustible entre el campo, el robo de vehículos, así como los enfrentamientos, e incluso secuestro de militares, están a la orden del día.
A dos horas de distancia y siguiendo el mismo recorrido por la carretera Veracruz-Puebla, como el ducto Minatitlán, encargado de abastecer de hidrocarburos a la zona metropolitana del país, se encuentra la intersección de dos municipios donde la presencia de los perforadores de ductos cambió la vida de los pobladores y hasta las de los alcaldes.
En las localidades de San Francisco Tláloc, perteneciente a San Matías Tlalancaleca, y San Lucas el Grande, ubicada enel municipio de San Salvador el Verde, la disputa entre los grupos criminales ha llevado a los habitantes a actuar en su contra y enfrentarlos ante la falta de apoyo de elementos especiales de Petróleos Méxicanos, encargados de la protección y seguridad de la empresa, así como la de las autoridades municipales que se han visto rebasadas, pues han denunciado amenazas directas en su contra si es que intervienen.
Es en esta zona donde los también conocidos como huachicoleros reclutan a personas que viven en las comunidades a fin de que excaven y perforen los ductos durante el día, para que en la noche los miembros del cártel o líderes de la organización sólo se dediquen a cargar las camionetas con el combustible.
Al tener los contenedores repletos de gasolina o diésel, según sea el caso, los choferes son los encargados de burlar los retenes de seguridad, a los habitantes organizados y a otras bandas con las que se pelean a balazos “la plaza”.
Del lado oriente del corredor, en Tepeaca, Acatzingo y Palmar de Bravo, es común la presencia de halcones, quienes a través de mensajes en WhatsApp avisan de los operativos de los militares o de la Policía Estatal, burlando así la vigilancia.
Aquí, dedicarse al robo de combustible es un sueño para los demás jóvenes y un objetivo cumplido para quienes deciden separarse de sus jefes una vez que “aprenden el negocio”, aunque desprenderse de ellos en busca de fortuna en ocasiones les cuesta la vida.
El resultado de esta guerra se ve reflejadas en el hallazgo de camionetas calcinadas o volteadas a mitad de la carretera; en los robos de vehículos en municipios aledaños a los de la ordeña, en las muertes violentas registradas cada mes y en el constante derrame de hidrocarburos en los campos de cultivo.
Los campesinos son los primeros en lidiar con el problema, debido a que es en la tierra labrada donde los huachicoleros pueden acceder más fácil a los ductos. Aunque si cuentan con la información adecuada, pueden controlar el paso del hidrocarburo, como en la toma abierta frente Volkswagen, en el municipio de Cuautlancingo, perteneciente al corredor de los chupaductos.
Compra y venta de gasolina
“¿Compras o vendes?”, es la pregunta que a los transportistas le hacía un grupo de personas, por la noche a mitad de la carretera; por lo regular, donde no hay una gasolinera en las cercanías.
Ellos solían quitar un poco de su tanque e intercambiarlo por otros productos o por dinero, que más tarde les serviría para una comida extra en su itinerario, a expensas del presupuesto de las empresas que los contratan.
Así operaban los llamados huachicoleros. Término que más tarde sirvió para definir a aquellos que comenzaban a llevar ese negocio a otro plano, al de robarle de manera directa a la paraestatal, para ellos mismos surtir a algunas gasolineras y más tarde, al ser descubiertos, venderlo en chozas a mitad del campo o en casas de cualquier municipio, sólo por recomendación de alguien conocido y de confianza.
El precio también cambia. Mientras la entrada de inversión extranjera en gasolineras sitúa el precio del combustible a poco más de 13 pesos en todo el país, en el mundo huachicolero es comercializada desde cinco hasta nueve pesos el litro.
¿A quiénes les conviene? A los transportistas, taxistas, comerciantes y los mismos campesinos de la región que han encontrado esta forma de llenar sus tanques como una bocanada de aire fresco para sus bolsillos, y que llegan a ocultar de los demás los puntos de venta para no quedarse sin Magna o Premium de menor precio.
No es así para quienes lidian con los chupaductos por las madrugadas en los campos. Ni para quienes en un abrir o cerrar de ojos desaparecen sus camionetas utilizadas para transportar herramientas de trabajo. Ni sus bicicletas. Ni sus motocicletas. Ni su tranquilidad.