Resulta desesperante la tendencia que existe en México de siempre poner una atención excesiva hacia lo que se hace mal en lugar de voltear a ver lo que se hace bien y replicar ese modelo.
Por ejemplo, en lugar de tratar de comprender lo que ha llevado a estados como Querétaro y Aguascalientes a tener altos niveles de crecimiento económico y disminución de la pobreza, hay una mirada casi obsesiva a la falta de desarrollo en entidades como Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Y, entonces, la solución que se propone para detonar la economía del sur del país es crear Zonas Económicas Especiales (ZEE). Eso no estaría tan mal si, junto con ello, se considerara que lo que necesitan esas entidades es replicar lo que ha sido exitoso en el Bajío, el norte y occidente de la República. Entre otras cosas, la vigencia del Estado de derecho.
Porque ¿quién va a querer invertir en las ZEE, si del otro lado de la línea que los divide del resto del territorio alguien instala un plantón y bloquea la carretera? ¿Ha escuchado sobre ese tipo de bloqueos en Querétaro y Aguascalientes? ¿No, verdad?
Pues así como evitamos las soluciones obvias para el desarrollo económico, lo repetimos en el caso del deporte organizado.
Nos lamentamos por la falta de medallas en Juegos Olímpicos y creemos, o queremos creer, que todo se debe a la mala gestión de una persona.
De hecho, si vemos el promedio de medallas que México ha obtenido en las diez ediciones de los Juegos Olímpicos previas a Río de Janeiro (0.7 de oro, 1.3 de plata, 1.6 de bronce y 3.6 totales), la actuación de la delegación mexicana esta vez no estuvo tan mal.
Pero no se trata de eso. México debería tener, al menos, creo yo, el nivel de Corea del Sur, el único país en desarrollo en los diez primeros lugares del medallero en Río de Janeiro.
¿Qué hacemos para alcanzarlo? De entrada, dedicar menos tiempo a la autoflagelación y a la búsqueda de culpables, y replicar los buenos ejemplos de organización deportiva que hay en México.
Los hay, por supuesto. Uno de ellos, quizá el más evidente, es el de Jalisco, estado que se ha convertido en potencia deportiva en el contexto nacional.
Jalisco lleva ganando todas las ediciones de la Olimpiada Nacional en lo que va de este siglo. También ha dado a las selecciones nacionales y a las delegaciones en Juegos Olímpicos una buena cantidad de atletas que han tenido éxito a nivel mundial.
¿Cómo lo ha hecho? Con trabajo sostenido.
El domingo platiqué con quien ha sido uno de los mayores artífices del éxito del deporte organizado en Jalisco: André Marx Miranda Campos, director general del Consejo Estatal para el Fomento del Deporte.
El CODE, como se conoce al organismo, ha venido trabajando con un plan desarrollado en 1996 y cuyo objetivo de lograr la supremacía en el país se consiguió. Debe decirse que dicho plan no se interrumpió con la alternancia política en 2012.
De acuerdo con Miranda Campos, el proyecto jalisciense comenzó con la preparación de entrenadores, quienes, a su vez, se han encargado de la detección de talentos deportivos. Comenzaron con 32 entrenadores y hoy tienen 380.
Con cada atleta surgido del programa ha habido una evaluación de sus capacidades y seguimiento detallado a su preparación. Cada año se establece una meta de medallas por ganar y se envía a las competencias a los que tienen mayores posibilidades de éxito. También se creó un albergue para alojar a deportistas de todos los rincones del estado.
“Tenemos una estructura que nadie más tiene”, presume Miranda Campos. Pero agrega que le gustaría compartir el método jalisciense con otros estados para elevar la competencia. “Eso nos obligaría a ser mejores en lo que hacemos”, afirma.
“Tenemos modelos estructurados para formar atletas que ya han probado su eficacia. Hay atletas jaliscienses que ganan más medallas en una Olimpiada Nacional que estados completos. Y seis deportistas desarrollados aquí se colocaron en el top 10 en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro”.
Es decir, hay modo de lograr mejores resultados en el deporte y en otros campos. Muchas veces sólo es cuestión de voltear a ver lo que tenemos en casa.