Por si faltara al oficialismo algún frente por abrir —ya los tiene con grupos tan heterogéneos como el magisterio disidente y el empresariado—, el PRI se ha lanzado contra Margarita Zavala y Felipe Calderón.

Las acusaciones lanzadas el miércoles por el líder camaral priista César Camacho Quiroz contra Zavala y Calderón no son declaraciones de poca monta como las que hacen diario políticos de todos los partidos en busca de quince minutos de reflector.

El exgobernador, doctor en derecho y exlíder nacional del PRI, no es de aquellos que dicen por decir. Seguramente sabe que sus acusaciones serán temerarias en tanto no presente algún documento que las acredite e incluso la denuncia correspondiente.

El lugar común sugeriría que Camacho Quiroz está obligado a probar. Para no darle vueltas, lo que ha sugerido es que el matrimonioCalderón es corrupto y se benefició económicamente de su paso por la Presidencia de la República.

¿Por qué lo dijo?

Hay un contexto básico que debe mencionarse aunque éste no alcanza a explicar el ataque.

Por supuesto, las declaraciones de Camacho Quiroz ocurren pocos días después de que Margarita Zavala apareciera en primer lugar de una encuesta de intención de voto hacia la elección de 2018.

Pero, ¿acaso el PRI no tiene suficientes problemas como para lanzarse no contra el PAN —que eso se entendería—sino contra el expresidente Calderón y su esposa, rompiendo el clima de armonía entre Calderón y el presidente Enrique Peña Nieto?

No sé si Camacho Quiroz crea que ahora Peña Nieto necesita aventarse una bronca con Calderón.

El michoacano ha sido sumamente prudente con su sucesor. Y el mexiquense no ha usado su posición para achacar a su antecesor la responsabilidad de alguno de los conflictos que enfrenta.

Es justo decir que, hasta ahora, Calderón y Peña Nieto han llevado la fiesta en paz. ¿Alguien cree que sería benéfico para el país un pleito así?

No sé si Camacho Quiroz se fue por la libre o pidió permiso (todo el mundo sabe de su cercanía con el Presidente). Si hizo lo primero, debiera ser reconvenido por el secretario de Gobernación y el presidente nacional del PRI, por lo menos.

En todo caso, el PRI no puede hacer como que nada pasó, pues Camacho Quiroz no es un militante cualquiera del partido.

Si actuó porque así alguien se lo solicitó, Camacho Quiroz habría pecado de ingenuo. Y la mano que meció la cuna, de irresponsable.

Yo no voy a repetir el discurso con el que han salido algunos ante esta acusación, de que no se vale atacar a Margarita Zavala porque es mujer. La verdadera equidad de género no soporta un argumento en ese sentido.

Sin embargo, lo que sí hay que decir es que ya basta de andar difamando personas creyendo que eso sirve para hacerlos descender en la preferencia de los electores o hace subir a sus rivales.

Quien piensa eso no tiene el más mínimo entendimiento de cómo se comporta el electorado.

Al entonces candidato Vicente Fox el PRI intentó ensuciar su imagen de todas las formas posibles y eso no impidió que Fox ganara la Presidencia (y hoy, irónicamente, quien dirigió esa campaña negra milita en el PAN y es gobernador electo).

Quien tomó la decisión de acusar a Margarita Zavala de tener “las manos sucias” debería saber que esto sólo hará crecer a la panista en las encuestas. Frente a sus rivales internos y externos.

Puede ser injusto —porque hay corruptos en todos los partidos y ese fenómeno está enraizado en la historia nacional—, pero de que el PRI tiene la patente de la corrupción en México, ni duda cabe.

Cualquier acusación de corrupción lanzada por un priista, sobre todo un priista prominente, está condenada a terminar en la falta de credibilidad y hasta en la ridiculez.

Queda pensar si el crecimiento de Zavala en la preferencia de los votantes es justo lo que se pretende con esa declaración.

Pudiera ser, pero me sorprendería que alguien en el oficialismo tenga esa capacidad de cálculo y elucubración y no sea capaz de emplearlo para tratar de resolver los muchos problemas que se ciernen sobre el gobierno federal.

 

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