*Murió Juan Gabriel, El Divo de Juárez, el cantautor más importante que ha dado el país (para mí —cada quien tendrá su juicio—, por encima de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez). Más allá de la valoración que cada quien haga de su música, es innegable su condición de ídolo popular e icono de la mexicanidad sin igual (para mí, lo siento, por encima de Pedro Infante y Jorge Negrete, quien, como él, falleció en California). Trabajador incansable, Juan Gabriel siempre puso en alto el nombre de México y nunca se olvidó de ayudar a los más necesitados, a quienes tienen un origen lleno de carencias y penurias como lo tuvo él. Sus notas están íntimamente ligadas a la vida de millones de personas.

*Doscientos ochenta y nueve mil treinta y dos. Así de impresionante —y preciso— es el dato de la concurrencia al Sexto Espectáculo Aéreo de la Fuerza Aérea Mexicana en la base militar de Santa Lucía. Las Fuerzas Armadas volvieron a demostrar, el fin de semana, que, a pesar de calumnias e inquinas, tienen el reconocimiento de la población. Su secreto: hacer mucho con poco, superando restricciones presupuestales con eficiencia, discreción y talento. Las vemos lo mismo peleando disciplinadamente una guerra contra el crimen organizado en la que no quisieran estar, que auxiliando a la población en casos de desastre, que cobijando a atletas de alto rendimiento a quienes nadie más tiende la mano. Cada vez que aparece algún interés por denostarlas, el aprecio popular lo opaca, como se vio el sábado.

*Haga usted la multiplicación: 850 mil barriles de gasolina x 159 litros por barril x seis pesos por litro x 365 días del año. El resultado es 295 mil millones de pesos. Eso dará al fisco el consumo de combustibles. Nuevamente, el gobierno decretó un alza en el precio de un bien que debería estar regido por la libre competencia, como sucede en casi todo el mundo. Son los estertores del monopolio del Estado sobre los hidrocarburos, que ojalá pronto sea cosa del pasado. Terrible lastre sobre el desarrollo nacional impuso esa dependencia del petróleo, convertida en ideología nacional. En lugar de recaudar —los ayuntamientos sólo cobran, a medias, 12 de 22 impuestos, informa hoy Excélsior—, muchas autoridades se han conformado por décadas con estirar la mano. Total, siempre será más fácil eso que gobernar.

*El comercio informal en la Ciudad de México está desbordado. Lo acaba de reconocer la Comisión de Derechos Humanos local, que, en una reciente recomendación, señala como omisas a diferentes autoridades, capitalinas y delegacionales, por impactar negativamente la calidad de vida de las personas que transitan y habitan en las zonas donde se permite esta actividad. El discurso victimista —“no hay trabajo”— ha justificado la explosiva invasión del espacio público. Pero el ambulantaje no sólo genera fuentes de ingreso mal remuneradas y sin prestación social alguna, sino que destruye a muchos negocios que sí cumplen con la ley. Todas las autoridades señaladas aceptaron la recomendación, menos la delegación Cuauhtémoc, donde la informalidad crece sin medida. ¿Será por las aportaciones económicas que allí hacen los vendedores ambulantes a futuras campañas?

*Cuando se anula un mal sin sustituirlo por algo mejor, no se resuelve el problema. El poder omnímodo que alguna vez tuvo el Ejecutivo federal ha quedado reducido a caricatura sin que alguien se haya preocupado por la gobernabilidad del país. Tan mala es una Presidencia autoritaria como una disfuncional. Signo de esto es lo que ha pasado con el Informe de Gobierno, reducido a un repaso de actividades que suele ser bastante intrascendente. Lo mismo pasa con el mensaje presidencial asociado al Informe. En tiempos pasados, éste era un ejercicio de mero lucimiento. Hoy simplemente no existe. Lo que sucederá el próximo jueves, una reunión tipo town hall del presidente Enrique Peña Nieto con “jóvenes destacados”, carece de la formalidad que requiere todo Estado y de la rendición de cuentas que necesita toda democracia. Pero aquí no hay inocentes, la clase política completa debe repartirse la culpa.

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