Por Mario Galeana
Silencio. Ni un rastro de su ubicación. Una oficina vacía. Un teléfono que nadie contesta. Esa es la forma con la que la diputada local de Compromiso por Puebla, Sara Camelia Chilaca Martínez, sortea la realidad tras ser exhibida por el proceso judicial que inició en contra de su familia para quedarse con una herencia millonaria.
La legisladora local, incluso, ha optado por esconderse. Ayer, Camelia Chilaca se ausentó de una diligencia que se realizaría en una de las viviendas que pelea a sus hermanas, Yesenia y Marisol Chilaca, y a su madre, Enriqueta Martínez, de 88 años, que se encuentra ubicada en la calle 3 Poniente número 301, en el municipio de San Pedro Cholula.
En el Congreso del Estado, desde donde la diputada presume una significativa influencia, el mensaje es muy claro: la guerra personal que la legisladora enfrenta no cuenta con respaldo del coordinador del grupo legislativo del Partido Acción Nacional (PAN), Jorge Aguilar Chedraui.
Al menos eso es lo que se desprende de la postura emitida por la oficina de prensa del también presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política, desde donde se aseguró que Aguilar Chedraui se mantendrá al margen del conflicto, sin otorgar declaración alguna al respecto.
Algo que, sin embargo, no coincide con las declaraciones de Chilaca Martínez, quien a lo largo del proceso legal que enfrenta en contra de su familia, ha ostentado influyentismo en áreas medulares del Poder Legislativo local e, incluso, de la Fiscalía General del Estado (FGE), de acuerdo con fuentes consultadas.
Hasta ahora, la legisladora local que representa al distrito IX de San Pedro Cholula en el Congreso local ha optado por no dar una sola declaración a los medios, después de que se revelara que, a fuerza de conseguir una fortuna valuada en unos 30 millones de su padre heredada por su padre, Juan Chilaca, fallecido en abril de este año, ha iniciado sendas denuncias por amenazas, despojo y violencia familiar en contra de sus hermanas.
Esta casa editorial se comunicó a su oficina en el Congreso local y contactó a sus secretarios particulares, pero, en ambos casos, la posibilidad de obtener una postura fue irrealizable.
A su vez, 24 Horas Puebla visitó la casa de gestión de la diputada que preside la Comisión de Protección Civil aunque, según el testimonio de vecinos y comerciantes de la zona, Chilaca Martínez no ha acudido a sus oficinas desde hace algunos meses.
De hecho, la casa de gestión se encuentra a un lado de la vivienda que la diputada pretende quitar a su familia. Un hombre encargado de despachar una vidriera ubicada frente a estas instalaciones dijo que ni siquiera conocía a la diputada.
Una comerciante ubicada en esa misma zona señaló, en cambio, que desde hace por lo menos tres meses Chilaca Martínez no ha acudido a las oficinas desde donde, en teoría, recibe las peticiones de gestión de obra pública o servicios de los ciudadanos a los que representa en el Congreso de Puebla.
En Twitter, por otra parte, la diputada local tampoco ha dado respuesta a los señalamientos enraizados por el proceso legal. De hecho, su última actividad en la red de los 140 caracteres data del 29 de julio pasado.
Propiedad en disputa aparenta total abandono
Por Alejandro Juárez
Vista desde afuera, quizá para algunos lo valga. Quizá para otros no es, siquiera, imaginable. Los muros están ahí, descarapelados, un tanto vencidos, grafiteados, sucios.
La fachada de la vivienda por la que la diputada Sara Camelia Chilaca Martínez denunció a sus hermanas, Yesenia y Marisol, no es extraordinaria o suntuosa.
Aunque, vista desde afuera, quizá para algunos lo valga. Para otros podría ser, sin embargo, impensable.
No lo fue para la diputada local por el distrito IX de San Pedro Cholula. La legisladora Chilaca Martínez denunció a sus hermanas por los delitos de despojo, violencia familiar y amenazas, con el propósito de ganar una fortuna familiar heredada por su padre, Juan Chilaca, quien falleció apenas cuatro meses atrás.
La casa, que forma parte de los bienes heredados, revela, sin embargo, que quizá la familia Chilaca Martínez vivió mejores tiempos en el pasado.
Sobre el portón blanco que da paso a la vivienda pende un moño grisáceo, polvoriento, que hace algunos años fue negro.
Los muros anaranjados se descascaran sin tregua y, según parece, no hay nadie que desee evitar el proceso. Tampoco parecen ser molestia los rayones ininteligibles que alguien ha realizado sobre la fachada.
Lo único certero parece ser, sin embargo, la preocupación por la seguridad. Una discreta y pequeña cámara de vigilancia plegada en los últimos resquicios de la fachada apunta directamente hacia el portón donde, quizá hace muchos años, la diputada entró bailando, riendo o jugando con sus hermanas, cuando no existían ni la muerte del padre ni las herencias en disputa.
Dos pequeñas ventanas roban espacio a los muros descortezados y, sin embargo, la visión no mejora. En ambas, hay basura de frituras y botellas de plástico acumuladas y la herrería que las protege está, como la propia fachada, carcomida por la oxidación de los años.
A un costado, la casa de gestión de la diputada es continuación de la imagen de la vivienda. Acaso en las oficinas de la diputada el paso de los grafiteros ha sido menor, pero no así el paso del tiempo.
Un despintado anuncio en la parte alta de las oficinas, donde hace mucho no se ve la silueta de la legisladora, indica las redes sociales de Chilaca Martínez, bajo la leyenda “¡Estoy para servirte!”.
A unas cuantas calles del lugar se encuentra otra de las posesiones que Juan Chilaca acumuló en vida.
Es un departamento en el que no hay ni muros descarapelados ni grafitis ni manchas de tierra. Cuatro franjas de césped dan entrada a la casa, protegida por una reja café recién pintada.