Por Victoria Hernández 

La forma de gobierno más común en Europa desde el principio de los tiempos es la monarquía y Bélgica no es la excepción.

En este reino que tiene a Bruselas como su capital, se gobierna con una monarquía federal constitucional y una democracia parlamentaria.

El rey lleva por nombre Felipe y su título monarca no es el “rey de Bélgica” sino el “rey de los belgas”, debido a que se busca denotar una monarquía popular y mostrar su cercanía con el pueblo. Sin embargo, como en todas las monarquías queda claro que él solo esta de decoración para dar una buena imagen del país en el extranjero y asistir a eventos.

Independiente de los títulos con los que se le denomina a la realeza, se puede afirmar que Felipe es el jefe de estado, sin embargo el verdadero poder político lo tiene el primer ministro, Charles Michel. No obstante, no siempre fue así.

Para comenzar hay que mencionar que es un país en el que es obligatorio votar, por lo cuál tiene una de las participaciones electorales más altas del mundo, debido a que a los ciudadanos no votantes se les sanciona con multas de entre €25 y €50 euros.

Sin embargo, aunque la mayoría de sus habitantes salió a votar en las elecciones del 2010, se sufrió una crisis política. En gran parte por las diferencias irreconciliables de las dos regiones, la cual tras acabar las elecciones les impidió formar un gobierno de coalición. Es así como Bélgica obtuvo uno de los récords mundiales más peculiares que jamás hayan existido, ser campeones del mundo en su incapacidad de formar un gobierno.

Durante los 541 días entre el 2010 y 2011 que no tuvieron un gabinete, se esperaban tiempos de crisis e incertidumbre, no obstante se obtuvo un efecto sorprendentemente positivo en la población. Como las estructuras de estado de Flandes y Valonia cuentan con autonomía en materia de educación, economía, lengua, cultura y otras, las regiones siguieron su vida como si nada hubiera sucedido.

El desempleo disminuyó, el PIB creció y el salario mínimo aumentó. Los ciudadanos continuaron trabajando y básicamente la crisis no se sintió, la gente siguió su vida y dejaron que los partidos políticos hicieran lo suyo.

Aunque hoy en día este escenario suena completamente imposible para un país como México, Bélgica nos comprobó que aún teniendo diferencias abismales e irreconciliables entre sus regiones, se puede sobrellevar hasta la peor de las crisis imaginables de una buena manera. La gente se enfocó en resolverla y no en perder la calma, la vida siguió y en cuanto se resolvió la forma de gobierno las cosas regresaron a la normalidad. Hubo un nuevo primer ministro, un nuevo gabinete y un rey de chocolate.

Sería muy chistoso encontrar chocolates en forma de rey, en la que curiosamente es la tierra del chocolate. ¿No es así?

 

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