Por Guadalupe Juárez
De El Tepetate –una localidad perteneciente a Xicotepec de Juárez, una de las demarcaciones devastadas por Earl– al municipio de Jalpan, los comerciantes pasan sus productos en una carretilla sobre el puente que está a punto de caer.
Eran las nueve de la noche del sábado 6 de agosto. El agua fuera de su cauce se llevaba todo a su paso: casas de lámina, animales, rocas y la estructura de cemento inaugurada en julio de 2014 por la administración estatal actual.
La necesidad de los pobladores de regresar a su casa los impulsó a cruzar desde la mañana del domingo en una escalera. Conforme pasaron los días, los comerciantes deseaban cruzar de un lado a otro, así que improvisaron con madera una conexión.
Las tablas crujen con cada paso; no soportan el peso de la motocicleta de un repartidor de tortillas. La madera rechina mientras las ruedas de una carretilla repleta de botellas de refresco y agua pasan una, dos, tres veces.
Las piedras que se desprenden del puente lo hacen ver aún más frágil al lado del río San Marcos, imponente, furioso, cuya corriente, a diferencia de los puentes atirantados, es más fuerte.
Inés Guadalupe carga los paquetes de refresco y agua embotellada que llevará a su tienda. Un grupo de hombres de una combi la han ayudado a llegar al borde del puente afectado, pero al no poder pasar, ella tiene que pagarle a otro transportista para que lleve lo demás en su camioneta, estacionada –afortunadamente– al otro lado del riachuelo.
“No podemos pasar ahorita como antes. Entonces lo que hay que hacer es pagarles a otros muchachos y así solamente. Pero vea cómo cruje, en cualquier momento amanecemos y ya no va a haber nada. Ahí sí vamos a estar incomunicados”, lamenta, mientras señala el pedazo de puente a punto de caerse tras el paso de la tormenta tropical.
Antonia Vázquez Martínez rememora. Los 20 minutos a pie en los que carga sus compras al lado de sus nietos y sus hijas la hacen recordarse tiempo atrás.
Hace 60 años, caminaba junto a sus padres con bultos para La Cuchilla, su comunidad, al otro lado del río.
“Volvimos al pasado. Las combis nos hacían ligero el viaje; ahora a caminarle”, señala mientras jadea por el peso de las bolsas de mandado sobre sus hombros.
Esta no es la primera ocasión en que la fuerza del río tira el puente que conecta a ambos municipios poblanos. En septiembre de 2013, una estructura improvisada de metal funcionaba para el paso de vehículos, los cuales en su mayoría se dirigen a una comunidad de nombre La Ceiba, en la que se localiza la mayoría de comercios con venta al mayoreo.
El Payín, un transportista que prefiere que así lo llamen, asegura que las localidades no quedan del todo incomunicadas, aunque el camino es más largo. En carretera, para rodear Jalpan, e incluso pasar por el estado de Veracruz, el trayecto dura hora y media más de lo habitual, así como 300 pesos en gasolina.
“Así ya no salen las ganancias, porque debes cobrar más y la gente no lo paga. Entonces, lo que hacemos por ahora es mejor esperar aquí que lleguen las combis y les ofrecemos el servicio dependiendo de a dónde van, lo más cerquita, les pedimos 20 pesos y sí nos usan”, explica el conductor.