Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
La migración es el tema más contencioso de nuestros tiempos.
El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas calcula que unos 244 millones de personas viven en un país donde no nacieron, más que en cualquier época de la historia.
Cerca de 65 millones de individuos han sido desplazados de sus lugares de origen por conflictos armados, violencia o persecución política o religiosa.
Tan sólo en 2015, 1.2 millones de personas llegaron a Europa huyendo de condiciones insostenibles de vida.
Ayer arrancó, en el marco de la Asamblea General de la ONU, la Cumbre sobre Refugiados y Migrantes. Se trata de la primera vez que el organismo, en el que están representados 193 países, se ocupe al más alto nivel de la situación de quienes se ven forzados a abandonar su patria.
Vicisitudes de la historia han querido que esta reunión se celebre en Nueva York, una ciudad cuyo símbolo principal, la Estatua de la Libertad y la vecina isla de Ellis, está ligado para siempre con la ola de migrantes que arribaron por mar en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.
Nueva York es, sin duda, la ciudad más multicultural del mundo. Pero, paradójicamente, es también el lugar donde nació e hizo fortuna el hombre que ha convertido a los migrantes en la bestia negra sobre la que pretende cabalgar hasta el Salón Oval de la Casa Blanca. Me refiero, por supuesto, a Donald J. Trump.
Por primera vez en 71 años, un neoyorquino será Presidente de Estados Unidos. Podría ser Trump o bien, su rival demócrata, Hillary Clinton, quien nació en Chicago pero se instaló en Nueva York después del segundo periodo de su esposo en la Casa Blanca y desde ahí ha hecho política.
La visión sobre los migrantes que tienen uno y otro aspirante parece diametralmente opuesta, aunque ambos, como he documentado en este espacio, son abiertamente proteccionistas en el terreno económico, lo cual, en última instancia, es una mala noticia para el mundo abierto.
Más allá de los discursos políticos en Estados Unidos en esta temporada electoral, el proteccionismo es un fenómeno que está recorriendo el mundo y tiene un fuerte componente antiinmigrante.
Es complicado disociar las dos cosas a la hora de explicar acontecimientos como el Brexit o la debacle de la CDU, el partido de la canciller Angela Merkel en las elecciones berlinesas del domingo pasado.
El nativismo se está imponiendo en las urnas en diferentes partes del mundo.
La discusión que empezó ayer en Nueva York quizá sea dominada por los llamados a no dejar solos a los migrantes, pero difícilmente esa visión recibirá la simpatía del mundo desarrollado, donde colocar sobre la espalda de la migración las culpas de la parálisis económica se ha vuelto tendencia.
Prueba de ello es que la nueva primera ministra del Reino Unido, Theresa May, dio a conocer que hablará desde la tribuna de la ONU de los peligros que entraña la “migración descontrolada”.
El candidato Trump ha anunciado que, de ser elegido, construirá un muro en la frontera sur de su país y “México pagará por él”. Asimismo, ha dicho que frenará los visados para personas que vienen de “países comprometidos por el terrorismo”.
Es una desgracia para México y el mundo que ese mensaje comience a prevalecer.
Yo he tenido la esperanza de que la mayoría del electorado en Estados Unidos rechace el discurso de Trump y lo derrote en las urnas.
Es innegable que ese país tiene un importantísimo componente migrante. Por mencionar un dato, 50 millones de estadunidenses tienen ancestros que vivieron en Alemania en el siglo XIX. Otros 35 millones descienden de irlandeses; 32 millones, de mexicanos, y 17 millones, de italianos.
Sin embargo, datos como la salud de Hillary Clinton o los bombazos de este fin de semana en Nueva York –que han sido atribuidos a un inmigrante de origen afgano– han impulsado en los últimos días la preferencia por Trump.
La economía lo ha reflejado. Dicen que la mejor medida de las posibilidades reales de Trump de llegar a la Casa Blanca es el nivel del peso frente al dólar. Y ésa es una pésima noticia.