En una emotiva despedida en la capital poblana, feligreses y familiares asistieron al sepelio del padre Nabor Jiménez, asesinado el fin de semana en Veracruz
Por Serafín Castro
“Como él nos decía: más fuerte, cantemos otra vez pero más fuerte”, gritaba entre sollozos una señora que, acompañada por más de una decena de mujeres entonaban los cantos mientras la tierra cubría poco a poco –además de los puñados de tierra que aventaban los familiares– el féretro donde ahora duerme el sueño eterno Alejo Nabor.
Con lágrimas, cantos y globos parte de la feligresía despidió a Alejo Nabor Jiménez Juárez, el sacerdote de Tehuacán asesinado el pasado fin de semana en Poza Rica, Veracruz.
Su cuerpo ahora reposará para siempre en el panteón Valle de los Ángeles, en la ciudad de Puebla.
“Tuvo a su cargo la construcción de la iglesia, de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, se ganó a la gente”, recuerda otra de las señoras de Poza Rica.
Padres, hermanos y sobrinos, desconsolados, lloraban la muerte del sacerdote.
Toda su familia unida en un inmenso dolor.
Nunca se imaginaron que unos delincuentes atentaran contra miembros de la Iglesia.
La mañana del lunes para la familia Jiménez Juárez era normal: los pequeños se fueron a clases, los mayores a sus trabajos y los más mayores se quedarían en casa –como era costumbre– a descansar.
Casi al atardecer empezaron las llamadas urgentes entre los familiares del párroco.
Algunos de ellos habían sido notificados de la tragedia.
En ese instante no recibieron más información.
Alejo Nabor, el sacerdote, había sido secuestrado en la mañana y horas después su cuerpo había sido encontrado sin vida.
Según la Fiscalía de Veracruz, los sacerdotes habrían ingerido bebidas alcohólicas con sus victimarios, además de que se presume un robo de cinco mil pesos y un vehículo.
Se supo más tarde que se trataba de Alejo Nabor Jiménez Juárez –oriundo de Tehuacán, Puebla– y de José Alfredo Juárez de la Cruz, quienes horas después aparecieron sus cuerpos en el paraje conocido como “La curva del diablo” y encontrados por elementos de la Fuerza Civil de ese estado.
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El martes 20 de septiembre el cuerpo del sacerdote Alejo Nabor llegó a las capillas de velación de Valle de los Ángeles, en la capital poblana.
Ahí fue inhumado y velado toda la noche, hasta las 11 horas del miércoles, cuando se ofició la misa de cuerpo presente.
Más tarde fue trasladado al panteón Valle de los Ángeles, donde fue sepultado, mientras lo despedían familiares y amigos.
Por parte de la a autoridades eclesiásticas poblanas no hubo representante alguno.
Llegaron entonces las palabras y condolencias para la familia: “Gracias a la familia Jiménez Juárez por darnos a uno de los mejores hombres y sacerdotes que hemos tenido en nuestra iglesia”, señalaron hombres y mujeres que más tarde abordaronron a un autobús para partir de regreso a Poza Rica.
Aunque ya no sería lo mismo sin la presencia de José Alfredo y Alejo Nabor para oficiar las misas en la iglesia de Poza Rica.