Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria
¿A donde va la novela en nuestros días? ¿A qué distintos derroteros se enfrenta en este tiempo diversísimo ese objeto de palabras que es la novela? Me preguntaba hace unos días que trataba el asunto en una de mis clases y particularmente hablaba de El Quijote, la indiscutible novela que inaugura la novelística moderna. La pregunta es complicada para dar una respuesta ligera, aunque tratar de responderla, sólo será abonar a una reflexión que de tan amplia y profunda, requiere muchas más páginas y una más larga aventura del análisis.
Se leen novelas, eso no se puede negar, se lee poesía, se leen cuentos y se consume prosa periodística como agua. La escritura sencilla de la prosa que informa y nutre los repletos bancos de la memoria colectiva, arrastra con furor a los lectores de nuestro tiempo, y a manos de la neurosis exigen la información inmediata. Hoy todos deben saber todo y les resulta insoportable no saberlo. La red ha creado esa necesidad de saber a pedazos “todo”.
Ante esa vorágine, la novela vive un momento que –como cada uno en la historia–, debe nutrirse y alentar nuevas maneras de aparecer con facciones acordes a este tiempo único en la historia de la humanidad. La novela, como lo ha demostrado en su historia, ha sido un objeto con grandes capacidades poliédricas para mirar a profundidad el comportamiento de sus respectivas épocas. Si revisamos el Siglo XX y damos de menos, un paseo por las novelas del llamado occidente, podríamos mirar las preocupaciones centrales de la novela a lo largo y ancho del siglo pasado y quedaríamos frente a este nuevo siglo dotado de vigorosas crisis humanas donde la novela ya se ocupa del caso y de allí vuelvo a una variante de la pregunta con que he comenzado. ¿Qué necesita la novela para ser precisamente un objeto –entre los muchos que abundan y las diversificaciones de los espacios narrativos–, que pueda hablarnos frontalmente de nuestra tumultuosa época? Pienso en una de esas novelas que pueden ser un ejemplo del camino que la novela traza para pervivir y seguir cumpliendo su labor. Me refiero a “Sumisión” de Michael Houellebeq, novelista francés nacido en 1958 y que se ha visto envuelto en un escándalo por la aparición de este libro que coincidiría con el ataque terrorista de Charlie Hebdo y que fuera acusado de islamofobia. Pero eso es un simple exabrupto de la publicidad casi sagrada de hoy día. Lo que de verdad llama mi atención de la novela, es que trata un asunto que sobremanera importa a nuestro tiempo incluyendo su forma o fórmula, si así preferimos llamarle a las estrategias narrativas de este narrador crudo y de una descomunal inteligencia.
Svetlana Aleksiévich es el otro ejemplo del trazado del camino que a mi parecer va tomando la novela. Por un lado en ambos autores –y de Svetlana menciono “La guerra no tiene rostro de mujer”–, toman la realidad que todos conocemos y con entidades que nos toca ver como reales en nuestra amalgama histórica contemporánea. Hechos reales que no pierden sus facciones reales y así viven en la novela. Instrumentos narrativos comunes del ciudadano y el periodista, fueron empleados, para la escritura de estas dos novelas y es que las novelas, narran hechos que parecieran haber sido nuestros, por reales. La ficción en la novela de Houellebeq, sólo lleva al lector a un tiempo que para estos días sigue siendo futuro y le cuenta lo que ya pasó, y nosotros –hombres de la realidad– no hemos visto, por lo tanto no sabemos si van a ocurrir. Personajes reales como los gobernantes, partido, ciudades; todo es real y la ficción, no parece posible y en riesgo que se haga real. En la novela de “La guerra no tiene rostro de mujer” de la reciente Premio Nobel, las herramientas que se utilizaron fueron las del periodismo, como la entrevista y el reportaje. La autora, es primero periodista y tras ese objetivo fue. Me da la impresión que a Svetlana Aleksiévich, aquello que llevaba en sus manos, se le convirtió en novela, pese a que como periodista, ella quería el testimonio. Entiendo que aquellas más de cuatrocientas entrevistas que ella hizo a mujeres de la guerra, se fueron transformando en voces que tomaron por asalto, la forma de la novela para contar su historia. Aquí surge la novela de la cruda y conspicua realidad, como si la realidad tuviera un status distinto al convertirse en novela, que es el caso de la periodista rusa.
Y es la realidad que a todos nos consta, la que aparece en la novela del novelista francés. En el caso de Houllebeq, la novela ocurre en 2022 y toma hechos y personajes reales; hechos que no sucedieron en el pasado a manos de personajes reales y un mundo de la política francesa y europea que deviene en el triunfo de un partido musulmán que lleva a la presidencia a Mohammed Ben Abbes y que transforma la realidad francesa con un giro extraordinario.
A mi ver la realidad tiene una presencia apabullante en ese mundo ficcional generalizado de nuestro tiempo que la red le ha dado. La realidad espectacular no puede estar a las afueras de la novela, es la realidad vertiginosa y cruel, lo que parece construir la nueva novela que deben leer los lectores que todo creen saberlo y quieren ser protagonistas también de las historias que leen. Tal vez por ese rumbo debe ir la novela de nuestros días y estos dos novelista, son grandes ejemplos. º
