Los guisantes de Mendel

Por Victor Florencio Ramírez Cabrera

El asunto de la transición energética está a medias y requiere inversiones de todos lados. Ahora que los tiempos de sucesión presidencial inician, sería importante escuchar las propuestas específicas al respecto.

Pero ¿Qué es la transición energética? Una explicación a continuación.

El cambio climático es un proceso natural y cíclico, pero la emisión de bióxido de carbono, producto de la quema de combustibles, ha hecho que el cambio que se debe dar en miles de años se de en un tiempo mucho más corto.

La quema masiva de combustibles inició hace poco menos de 200 años con la revolución industrial y su objetivo primordial ha sido producir energía, tanto para consumo doméstico, como industrial y movilidad, en autos de combustión interna.

Para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero y, por tanto, retrasar el cambio climático hay dos vías: primero, usar hidrocarburos que sean más eficientes y limpios en la generación de energía; segundo, cambiar las fuentes de energías por otras que no generen gases de efecto invernadero.

La primera parte es básicamente cambiar el combustóleo y diesel que se usa para la generación, por gas natural. Después de la reforma energética, México ha hecho inversiones importantes para la construcción de gasoductos, como Ramones y el Tuxpan-Tula.

Ramones abastecerá de gas principalmente al noreste y al bajío mexicanos, mientras que el Tuxpan-Tula busca hacerlo con el centro del país. Con esto, se generará energía de forma más limpia.

Pero no sólo México ha invertido en llevar gas a su territorio, sino que Estados Unidos lo hizo, aprovechando también el boom que significó la producción de gas shale por medio de la fractura hidráulica.

Sin embargo, Estados Unidos no solamente se quedó en el gas, sino que está complementando el proceso de transición con fuertes inversiones en energías renovables.

Tan sólo la Casa Blanca ha anunciado más de 260 proyectos de energía solar, además de la instalación de celdas fotovoltaicas en los techos de las personas con menos recursos económicos. Eso significaría un total de 300 megawatts de energía solar fotovoltaica en lo que resta del gobierno de Obama.

El programa de Obama, que bien podríamos llamarlo generación distribuida, tiene tres objetivos: seguridad energética, disminución de gases de efecto invernadero y generación de empleos. Esto último es importante subrayarlo pues el sector solar es el que más empleos genera por cantidad de energía generada. El éxito es evidente, pues se calcula que en Estados Unidos se crearon unos 200 mil empleos en el sector solar.

El proyecto no parece quedar ahí. Hillary Clinton ha puesto como proyecto de campaña instalar unos ¡500 millones de paneles solares! O sea, unos 140 Gigawatts de energía.

La pregunta es ¿Y México? Nuestro potencial es enorme, las capacidades técnicas crecen cotidianamente, sólo falta tomar como ejemplo, en este caso, a Estados Unidos.

Un programa de electrificación solar, generación distribuida, subsidios reorientados ya no a la facturación, sino a la generación limpia, estabilizaría el precio de la energía, beneficiaría más a los más pobres, generaría empleos, incrementaría la competitividad del país y, finalmente, ayudaría a mitigar el cambio climático.

Veamos quien es el valiente que, en lugar de prometer bajar la facturación o combustibles baratos, propone invertir en generación distribuida, pues esa sería una verdadera visión de Estado.

Nota al pie: el proyecto de reconstrucción en Huauchinango por Earl puede ser no sólo una nueva colonia, sino una micro-ciudad modelo que incluya, también, el aprovechamiento de energías renovables. El proyecto de reconstrucción vertical puede señalar hacia allá.

 

 

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