Una investigación realizada por la UAM señala que en la entidad hay ocho mil 655 hogares dirigidos por parejas homosexuales; seis de cada 10 de ellos tienen vástagos menores de edad
Por Mario Galeana
Al margen de la estridente discusión legislativa sobre el matrimonio igualitario, el activismo político de la Iglesia y el rechazo de las cámaras empresariales, las parejas lésbico-gay en Puebla viven juntas. Y sí, son padres y madres de familia.
Una investigación del Departamento de la Salud de la Universidad Autónoma de México (UAM) unidad Xochimilco revela que en Puebla hay, al menos, 8 mil 655 hogares dirigidos por parejas homosexuales.
No sólo eso: en seis de cada 10 de esos hogares las parejas viven con hijos propios menores de edad, según la investigación Hogares encabezados por personas del mismo sexo en México, que toma como base la Encuesta Intercensal 2015 del Inegi.
Los datos de la investigación provienen de la identificación del sexo del jefe o jefa de familia y su pareja, dado que los encuestadores del Inegi nunca preguntan la orientación sexual durante las encuestas.
Eso es paradójico. Puebla, donde las organizaciones conservadoras han encontrado un bastión de apoyo en su oposición al reconocimiento del matrimonio igualitario, es una de los estados con mayor número de hogares liderados por uniones homosexuales.
La entidad sólo es superada por el Estado de México (30 mil 782 hogares), la Ciudad de México (18 mil 199), Jalisco (13 mil 054) y Veracruz (11 mil 830).
En estos hogares, los padres cuentan con un nivel profesional superior a la media en el país, pues en la mayoría de los casos las parejas tienen estudios de posgrado o licenciatura. Los menos tienen 11 años de educación como mínimo.
En Puebla, la Iglesia, universidades, cámaras empresariales y una incipiente organización denominada Frente Nacional por la Familia (UNPF), que agrupa a familias conservadoras, han plantado cara a la iniciativa presidencial.
Exigen, sobre todo, no “vulnerar” el modelo de “familia tradicional”. Y no son los únicos. Han recibido apoyo desde terrenos insospechados.
El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de Puebla, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, ha sostenido reiteradamente que la familia es la base del tejido social y que no debe generarse un “mayor libertinaje”, como declaró a principios de julio pasado, cuando el UNPF realizó su primera marcha en suelo poblano, en rechazo al reconocimiento del matrimonio igualitario.
El resto del Congreso poblano no es muy distinto. Y los pocos diputados que podrían avalar la iniciativa ponen, sin embargo, una cuota: restringir la posibilidad de la adopción.
“Estoy de acuerdo en que se pueda llevar a cabo el matrimonio entre personas del mismo sexo, no así que se les dé la oportunidad de adoptar. Es una decisión de dos adultos que eligen unir sus vidas en matrimonio. Dos adultos. No tenemos por qué involucrar a personas menores de edad que no tuvieron nada que ver con esa decisión, y que pudiera afectar su desarrollo”, declaró el perredista Ignacio Mier Bañuelos.
Pero la investigación de la UAM echa por tierra el alegato de la oposición al matrimonio igualitario: las familias lésbico gay con hijos existen. Están ahí. Con o sin ley.
