Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
El próximo 30 de noviembre se cumplirán 40 años de que terminó el sexenio de Luis Echeverría, y mismo tiempo, obvio, que él lleva como expresidente.
Sólo dos personas en la historia del país han superado, hasta ahora, las cuatro décadas como expresidentes de la República: Emilio Portes Gil, 48 años, y Roque González Garza, 47 años.
Echeverría sería, pues, el tercero en rebasar ese límite. Por cierto, en enero el expresidente cumplirá 95 años de edad.
A Portes Gil le tocó ser un expresidente activo, pues tras dejar el poder, el 5 de febrero de 1930, fue secretario de Gobernación y de Relaciones Exteriores, procurador General de la República, embajador y presidente del PNR (antecedente del PRI), en diferentes periodos presidenciales.
Sin embargo, la influencia que ejerció el expresidente Plutarco Elías Calles sobre sus sucesores –conocida como Maximato– provocó que a partir del sexenio de Lázaro Cárdenas los expresidentes vieran disminuida su participación en la vida política del país.
Eso no obstó para que el propio Cárdenas fuera secretario de la Defensa durante la Segunda Guerra Mundial, en el sexenio de su sucesor, Manuel Ávila Camacho.
Sin embargo, las siguientes ocasiones en que un expresidente tendría un cargo público éste sería discreto y excepcional. Por ejemplo, el segundo de los expresidentes de mayor duración, el convencionista González Garza, fue nombrado por el presidente Adolfo López Mateos coordinador de las obras de la presa Vega de Metztitlán en los últimos años de su vida.
Se trataba de nombramientos en cargos simbólicos, que surgían de la benevolencia del presidente de turno.
Otros ejemplos de ello son la vocalía ejecutiva de la Comisión del Río Balsas que el propio López Mateos otorgó a Cárdenas; la embajada en Madrid en la que José López Portillo colocó al expresidente Gustavo Díaz Ordaz, y la Dirección General del Fondo de Cultura Económica que Carlos Salinas de Gortari dio a Miguel de la Madrid.
También llegó a suceder que un expresidente resultara incómodo al mandatario en turno y aquél acabara en el exilio, como le pasó a Calles, Echeverría y Salinas.
A partir de la alternancia en Los Pinos, el papel de los expresidentes comenzó a cambiar. Ya no era posible exigirles silencio y se pusieron a intervenir en la vida pública.
El primero en hacerlo fue Vicente Fox, pero quienes lo han realizado con mayor intensidad son Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón.
Ninguno de ellos tiene más poder que el presidente Enrique Peña Nieto, pero sí ejercen mayor influencia en sus respectivos partidos, el PRI y el PAN, de lo que el presidente en turno ha podido hacerlo desde finales de los años 90.
A través de su sobrina Mariana Salinas Pasalagua –hija de su hermano Raúl–, el expresidente Salinas tiene el pie bien puesto en el actual CEN del PRI e incluso se encarga de la identificación de talentos para nutrir al tricolor en el futuro.
Con otro estilo de hacer las cosas, mucho más público, Calderón interviene en la actual lucha interna en el PAN para definir a su candidato presidencial para 2018, en la que su esposa, Margarita Zavala es una de las contendientes.
El activismo de los expresidentes en la política nacional ha llegado para quedarse.
Buscapiés
El asunto del destituido embajador Andrés Roemer y el voto de México en la Unesco sobre la identidad cultural de Jerusalén revela algo que poco se ha hecho notar: hay quienes en la Cancillería quieren usar el tema palestino como la vieja política exterior mexicana usaba a Cuba. Es decir, para jugar a las fuercitas con Estados Unidos.
