Figuraciones Mías
Por Neftalí Coria
Crear polémica es provocar la diferencia y en ella lograr la huida de la verdad. La polémica favorece –en la mayoría de las veces– a los que no tienen la razón y a los que deben ser dominados, porque son ellos quienes pagan los peldaños de los poderosos que ascienden en sus nubes inalcanzables. Con la polémica se expande el coro de los que deben decir “sí” o “no” a la guerra o a la paz, al amor o al odio, a la compra y/o a la venta de ideas y cosas. Los polemistas, escondidos tras sus armas y los muros del poder –llámense medios de comunicación y ahora redes sociales–, logran la aprobación de creencias y doctrinas o el abandono de ellas, y se posesionan inevitablemente de las modas de todo tipo y que invariablemente, les son convenientes y les sirven a esos mismos que manejan el carro de la historia, llámense gobiernos, Iglesia, Oligarquías, izquierdas, derechas, y hasta disidencias de grupos políticos, etc.
Las polémicas han logrado que la “nueva sociedad”, vea las cosas del mundo sólo blancas o negras y creando así estados de intolerancia y división frente a lo que es “correcto” y lo que no, porque los líderes de opinión, saltan con sus puntos de vista y sus seguidores lo adoptan como suyo o lo desechan sin antes hacerlo pasar por el tamiz de la reflexión, que cada vez la vemos extinguirse bajo el desprestigio de la inmediatez de ideas. Así, la “nueva sociedad”, fanática de lo nuevo, sigue por el rumbo que le ha sido dictado. Sigue por ese camino, como el perdido tras un espejismo. Es un pueblo entero que dará su sangre por lo que le han hecho creer hasta el fanatismo. Ante esto, el que disiente o discrepa de la mayor cantidad de creyentes, es linchado y la razón pierde todo el respeto y se vuelve un objeto pestilente y lo hemos visto cada vez con mayor frecuencia (véase el caso: muerte de Juangabriel).
Los Premios Nobel no han sido la excepción y muchas son las veces en que la injusticia campea a sus anchas en nombre de otras causas. Bob Dylan es el nuevo Premio Nobel de Literatura y no podemos negar que el otorgamiento del galardón al cantautor norteamericano –opuesto en significado a la figura del candidato a la Presidencia de ese país, Donald Trump–, ha creado una fuerte polémica y aquellos opinadores profesionales ya lo comparan con Homero. Allá ellos. Yo sigo haciéndome preguntas con las que pretendo explorar lo que busca, el sistema y la Academia sueca y algunas otras manos oscuras norteamericanas con la designación del cantautor. ¿Por qué se le otorga el premio a un personaje al que toda la vida el sistema, no le dio voz y es hoy el sistema quien lo premia para darle una voz que ya poco resuena? Me parece que a la Academia sueca –en enlace con el poder norteamericano–, hoy no le importa aquella vieja protesta del joven Dylan en su fervorosa juventud, más que como una pieza de museo. Y mucho menos les importan los efectos de sus ideas en un mundo, en el que la vieja postura del artista, puede parecer natural para estas generaciones domesticadas a las que ya poco les conmueven las hazañas de artistas revolucionarios y libertarios.
Es polémico el Premio Nobel de Literatura otorgado a Bob Dylan (a quien no escuché, ni fui su seguidor y que seguramente se me tachará de insurrecto en el coro seguidor) y es polémica, por su nada raro significado frente a las elecciones del país natal del premiado. Otra vez como siempre, los premios utilizados, usados para fines distintos a lo que la propia Academia establece. Y es que la Academia siempre ha premiado a raíz de las necesidades urgentes y los grandes problemas del propio sistema. Nada fuera del sistema lo ha de merecer, pero las maneras de disimularlo se les han agotado y su estrategia no deja de ser, la provocación de una polémica más.
He sabido que el Premio Nobel de Economía se lo han otorgado a un hombre que estudia e investiga mejores métodos para hacer más eficientes a los directivos de consorcios y empresas, lo que significa que la Academia ha premiado al quien mejora los métodos de explotación y eso a nadie asombra, nadie ha dicho nada y lo que es penoso, es que pocos lo notan. Eso ya ni siquiera a polémica pese a que es un premio absurdo.
¿Qué quiere la academia que se piense de la literatura y qué fines persigue reconociendo aquello que antes fuera la disidencia, la marginalidad, lo contestatario? ¿Saldar cuentas con el significado de aquello hoy que ya no lo tiene? Tal vez no les importan los medios, pero ya no quieren que gane Trump. Y Bob Dylan merece ser objeto para uso político.
Para derrocar a Trump no es necesario sacrificar Premios Nobel que lo primero que levantan son polémica, para que Trump pierda las elecciones, basta con que le paguen a una muchacha hermosa diciendo que el candidato la violó, la espió, la usó, etc. Eso en ese país, es más efectivo. Y si gana o pierde Trump, a la literatura le importa lo mismo, pero usarla para evitar resultados en la política, no estoy de acuerdo, como tampoco estoy de acuerdo que el Premio se lo hayan regalado a Bob Dylan, de quien he leído algunas de sus letras, desnudas de su música y en la página, me parecen poca cosa. Me gusta escucharlo cantar y mucho trabajo me cuesta más traducirlo al vuelo. Antes nunca lo entendí. Es muy bueno, estoy de acuerdo. Hoy prefiero leer y escuchar cantar a Leonard Cohen.