Por: Victor Florencio Ramírez Cabrera / @vicfc7
La seguridad de las personas es una de las razones básicas de ser del Estado. La información que permite salvaguardar la vida de la gente debe ser pública, sí, pero también debe estar estructurada de una forma que sea útiles a la ciudadanía. De nada sirve tener documentos o información inútil, por muy publica que sea.
Los recientes desastres en la sierra norte de Puebla llevaron a quien esto escribe a buscar en todos los medios disponibles, información precisa sobre los riesgos en los que vive la población en general, considerando que buena parte del territorio nacional está constituida por laderas y cerros, que no han sido condición suficiente para evitar ser poblados.
En esta búsqueda, llegué a una página que, de inicio, me pareció fantástica por su fácil acceso y relativamente fácil comprensión. Me refiero al Atlas Nacional de Riesgos por Deslaves, disponible a todo el público en la liga www.atlasnacionalderiesgos.gob.mx
El plano presenta en códigos de colores las zonas que pueden deslavarse a lo largo y ancho del país. Las zonas con menos riesgo son las verdes y se van tornando a amarillas y a rojo mientras mayor es el riesgo. Eso hace muy fácil su comprensión.
Sin embargo, fue algo raro cuando encontré que una de las zonas más afectadas por Earl a principios de agosto pasado, estaba en verde en el atlas. O sea: se consideraba de bajo riesgo.
¿Cómo entender esto? En efecto, la zona es relativamente plana y no tiene riesgos de deslavarse, pero si es susceptible de ser dañada por deslaves de las zonas en rojo, que le rodean por tres puntos cardinales.
Después revisé otras zonas y mi sorpresa aumentó al encontrar que cualquier superficie mientras más vertical era, la pintaban de rojo. Las zonas más planas estaban pintadas de verde, lo cual significaba que era menos susceptible de deslavarse, pero no necesariamente de estar fuera de riesgos causados por deslaves.
Para ejemplificar lo mal integrado que está el atlas pongo un ejemplo: imagine lector, que su vecino almacena tanques de gas y usted no tiene ninguno. Si hubiera un atlas de riesgo de explosiones con el mismo criterio que el de deslaves, la casa de su vecino estará marcado como de muy alto riesgo, mientras que usted estará como muy bajo. En los hechos, si su vecino explota, seguramente el daño a usted sería bastante considerable.
Pero hay más: el atlas de riesgo por deslaves sólo consideró la inclinación del suelo, dejando de lado, los materiales de la superficie, además de las condiciones de forestación o deforestación de las laderas, que es también un factor de mitigación del riesgo. En otras palabras: según el atlas, las rocas de piedras encimadas tienen el mismo riesgo de deslave que un cerro deforestado y uno completamente forestado. Esto no corresponde a la realidad: El deforestado será mucho más susceptible que el forestado y las rocas de piedras encimadas no sufrirán deslave alguno.
Este atlas de riesgo en realidad es una fotografía del relieve, que comúnmente se conoce como “curvas de nivel”, y fue expresado en un código de colores. Esto es grave.
Los atlas de riesgo, entre otras cosas, son una guía para el desarrollo urbano. Tener valoraciones inadecuadas puede llevar a desarrollar zonas habitacionales en terrenos que, aunque no se pueden deslavar, si pueden ser afectados por deslaves.
Esto indica la necesidad de reformular las metodologías y reconstruir un atlas, con una serie de consideraciones como riesgos cercanos, superficie, materiales, forestación y todos los aspectos que nos permitan medir correctamente el riesgo. De no ser así, estaremos preparándonos ante los desastres naturales con información incompleta, inexacta y poco útil, poniendo en riesgo la vida de miles y tal vez millones de personas. Fallando en la función primordial del Estado: garantizar la seguridad de sus habitantes. Urge que los responsables se pongan a trabajar.