Los guisantes de Mendel
Por Víctor Florencio Ramírez Cabrera
La mayoría de las críticas a la reforma energética parecían rescatadas de un panfleto ruso de principios del siglo pasado, correspondían a tiempos distintos al actual, abusaban de la ideología e ignoraban las consideraciones técnicas del sector.
Una de las pocas críticas con fundamento técnico que encontré decía que en todos los procesos de licitación (para extracción de hidrocarburos, para venta de energía) el criterio principal de descarte era económico: la mayor renta para el Estado o el menor costo de la energía.
Hay que recordar que uno de los logros de la Reforma Energética fue insertar el termino sustentabilidad como principio básico del sector eléctrico. Las subastas corren el riesgo de sacrificar ventajas tecnológicas o ambientales en aras de mayor rentabilidad, que puede resultar marginal.
El sector de las energías renovables no es la excepción, puede ser dominado por empresas grandes sólo por costos, olvidando las ventajas de la generación distribuida.
Le generación distribuida puede eliminar tensión en la red, disminuye el costo de la infraestructura de transmisión, pues se consume y genera en el mismo sitio; evita impactos ambientales, pues se hace sobre edificios ya construidos y no sobre terrenos que podrían ser silvestres, entre otros.
Es por eso que una política energética de largo plazo y pragmática, en el mejor sentido de la palabra, debería fomentar la generación distribuida.
Al respecto ¿Cuál es el potencial de la generación distribuida?
¡Enorme! Cada casa, edificio o techo, es un generador de energía eléctrica en potencia.
Entre los usuarios de tarifa Doméstica de Alto Consumo (DAC) y tarifa dos (comercial), hay alrededor de unos 2 millones 432 mil usuarios. La inversión que se calcula para abastecer de energía solar a estos usuarios ronda lo 20 mil millones de dólares, el cuádruple de la inversión de la segunda subasta de energía eléctrica.
Pero el potencial no se queda ahí. CFE gasta mas de 100 mil millones de pesos al año en subsidios a los pequeños consumidores de energía eléctrica, que son el 80 por ciento de los usuarios. Como usuarios, dado el bajo costo que tiene la energía subsidiada, no es rentable invertir en energía renovable para su consumo. Sin embargo, el Estado bien podría invertir en este sector, generar seguridad energética de largo plazo, aplicando el subsidio en equipo, con lo que el subsidio tendería a desaparecer sin que el consumidor lo vea reflejado en su factura. Esto es, cambiar el subsidio por tecnologías para el aprovechamiento de energías renovables, como lo ha propuesto larga y constantemente Daniel Chacón.
Sin embargo, el sector de generación distribuida sufre del peor problema que puede sufrir cualquier inversionista: no se conocen las reglas.
Mientras que las subastas para grandes generadores tienen reglas claras, precios, plazos y contratos, la generación distribuida deambula en la incertidumbre, los documentos se sueltan a cuentagotas y no hay una posición clara de hacia donde irá este subsector energético.
El riesgo es que pase lo mismo que en España, donde se creó una oligarquía en el sector energético con grandes generadores dominando el mercado, cuando podría haber una estructura más democrática, segura, generadora de empleos, que brinde competitividad y ventajas económicas de largo plazo.
Urgen reglas claras, que impulsen la generación distribuida en México, para tener un país más competitivo y sustentable.